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Vivir un tiempo limitado

Viernes, 06 de julio de 2018 00:00

No es posible vencer el envejecimiento y la muerte. Tenemos fecha de vencimiento pero, mientras tanto, no hay tiempo que perder. La muerte forma parte de la vida. Lo intuimos, o lo sabemos, pero cuesta aceptarlo, y más todavía, hablar del tema. Hasta el día de hoy, nuestra vida cuenta con una sola certeza: la muerte. Después de vivir como máximo unos 100 años todos vamos a morir.

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No es posible vencer el envejecimiento y la muerte. Tenemos fecha de vencimiento pero, mientras tanto, no hay tiempo que perder. La muerte forma parte de la vida. Lo intuimos, o lo sabemos, pero cuesta aceptarlo, y más todavía, hablar del tema. Hasta el día de hoy, nuestra vida cuenta con una sola certeza: la muerte. Después de vivir como máximo unos 100 años todos vamos a morir.

El envejecimiento no es una enfermedad. Es el deterioro que sufre nuestro organismo por el mero hecho de vivir. Nuestro cuerpo está preparado para vivir un tiempo limitado.

Octavio Paz decía: "La muerte es inseparable de nosotros. No está afuera: es nosotros. Vivir es morir. Y precisamente porque la muerte no es algo exterior, sino que está incluida en la vida, de modo que todo vivir es asimismo morir, no es algo negativo. Vivir es ir hacia adelante, ir al encuentro de nosotros mismos. Por lo tanto, vivir es dar la cara a la muerte".

La disyuntiva suele ser clara: a veces hay que optar entre la degradación y la dignidad; muchos prefieren preservar la dignidad.

Los adultos mayores se sienten profundamente desmoralizados por la falta de salud agravada por la edad y la proximidad de la muerte.

La Medicina interfiere permanentemente en el "orden natural", esa es, en definitiva, su principal función: modificar el curso natural de los eventos, de manera que la enfermedad pueda ser curada y la muerte, pospuesta. Pero la realidad nos muestra que este objetivo pocas veces puede ser alcanzado.

La muerte ha desaparecido de las comunicaciones diarias y la sociedad occidental incluso tiende a suprimir cualquier cosa que haga pensar en ella. Ver morir a alguien se ha convertido en algo raro. La gente ya no muere en casa, sino en el hospital; las muertes son, en cierto modo, excluidas de la comunidad de los vivos. De este modo, el ser humano es privado de su muerte.

La muerte solitaria en la vejez es un drama. En Japón, el drama de la muerte solitaria tiene su propia denominación: kodokushi. Este es un fenómeno de muertes solitarias en que los cuerpos permanecen un largo período sin ser descubiertos.

Hay una epidemia de soledad en la Argentina que conduce a la muerte: tenemos más de 6.000.000 de personas mayores de 60 años, viven solos 1.200.000 y se sienten solos 260.000. Hay que afrontar el problema de la soledad y de la muerte prematura por esta causa como una política de Estado.

Existen numerosos esfuerzos, propuestas y programas sociosanitarios en el mundo para intentar paliar la soledad: voluntariado de las personas mayores, terapias de escucha para los que se sienten solos, leyes como la que en China obliga a los hijos a visitar a sus padres ancianos, centros para fomentar el intercambio entre jóvenes y ancianos, mejorar los centros de día que ofrecen para las personas mayores.

Vivir solo es un factor de riesgo para la integración social. La conclusión es que los mayores que viven solos carecen, más que el resto, de las relaciones sociales necesarias para una buena vejez. La soledad crónica no solo es terrible por lo que se experimenta a diario, sino que tiene un impacto devastador en la salud física y mental de la persona. Las personas solitarias y aisladas se enferman más y viven menos.

 

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