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Los mayores y la cultura

Viernes, 21 de septiembre de 2018 00:00

Actualmente los años que se cumplen en la vida de las personas no representan casi nada. Las causas o circunstancias de la superioridad de los hombres, por lo general, dependen de las cualidades personales, de fuerza, belleza y agilidad en el cuerpo; de sabiduría, virtud, prudencia, ecuanimidad, fortaleza y templanza en la mente, la fortuna y el poder. Si las cualidades del cuerpo no están apoyadas en las de la mente, se restringe la autoridad y el prestigio en cualquier etapa personal y de la sociedad.

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Actualmente los años que se cumplen en la vida de las personas no representan casi nada. Las causas o circunstancias de la superioridad de los hombres, por lo general, dependen de las cualidades personales, de fuerza, belleza y agilidad en el cuerpo; de sabiduría, virtud, prudencia, ecuanimidad, fortaleza y templanza en la mente, la fortuna y el poder. Si las cualidades del cuerpo no están apoyadas en las de la mente, se restringe la autoridad y el prestigio en cualquier etapa personal y de la sociedad.

La superioridad en años, siempre que la edad no sea tan avanzada como para alentar sospechas de senilidad, era en todas partes más respetado que un hombre joven del mismo rango, fortuna y capacidad. La única base del rango y la jerarquía era la edad. Se llamaba padre a un superior, hermano a un igual, e hijo a un inferior. En las naciones más desarrolladas y civilizadas de otros tiempos la edad determinaba el rango entre aquellos que son iguales en todos los demás aspectos y entre los que no existe, por tanto, otra forma de determinarlo. Entre hermanos y hermanas el primer lugar lo ocupaba siempre el mayor; y en la herencia del patrimonio del padre, todo lo que no pueda ser dividido y que deba ir completo a una sola persona, como un título de nobleza, se entregaba en casi todos los casos al primogénito. La edad era una cualidad nítida y palpable que no admitía discusión. Otra de las causas o circunstancias es la superioridad de fortuna y el ejercicio del poder.

La monotonía y las fobias

Un hombre que dedica toda su vida a ejecutar unas pocas operaciones sencillas, cuyos efectos son quizás siempre o casi siempre los mismos, no tiene ocasión de ejercitar su inteligencia o movilizar su inventiva para descubrir formas de eludir dificultades que nunca enfrenta. Por ello pierde naturalmente el hábito de ejercitarlas. La uniformidad de su vida estacionaria naturalmente corrompe el coraje de su espíritu, y le hace aborrecer la irregular, incierta y aventurera vida que en realidad merecería tener.

El siglo veinte descubrió la existencia y la presencia de los adultos mayores en las sociedades humanas; el siglo veintiuno deberá ser el de la reinserción de estos mismos mayores y los que vendrán en el sentido más integral de la palabra.

Actualmente y cada vez más, los mayores son una fuerza en crecimiento que miran con interés los políticos, los economistas y los agentes sociales. Tenemos una sociedad viejista, intensamente gerontofóbica, en la que se discrimina, excluye, aísla y hasta se victimiza a las personas mayores,

En un modelo prestacional esencialmente biomédico, con excesiva medicalización, que "patologiza" la vejez considerándola una enfermedad y no un proceso normal y característico de las personas que logran alcanzar la mayor edad.

En el contexto actual del envejecimiento poblacional de nuestras comunidades, especialmente las pobres y marginadas, hay que mirar, criticar y autoimponerse un cambio ideológico, estratégico y operativo de un nuevo modelo biopsicosocial.

Se trata, entre otras cosas, de mirar a los mayores no como "mayores-

viejos" sino como "mayores-jóvenes" con derecho a brindarse una vida digna y buscar oportunidades de actuación en la sociedad que les toca vivir.

Las ganas de vivir

Los mayores no deberían compartir nostalgias entre los miembros de su propia generación, sino ejercitar actividades espiritualmente connotadas en la sociedad plural e intergeneracional. Para ello, debemos abrir puertas, abrir caminos nuevos sin ensanchar el único camino transitado, evitar dirigismos, sostener a los mayores para que sigan entre los suyos y en lo suyo no sólo entreteniéndose, sino enriqueciéndose. Es un estereotipo más, creer que no se puede transformar verdaderamente a una persona mayor sin preparación y sin altas excelencias intelectuales.

En una sociedad como la actual, fragmentada, de cambios acelerados, de puntos de referencia desdibujados, con coordenadas de sentido específico y acotado en términos de especialización en el campo científico, tecnológico y cultural que erosionan y confunden la cosmovisión de la globalización; la presencia de los mayores es un antídoto.

Los eméritos de la vida, del trabajo, de la inteligencia, de la sabiduría de la vida, suelen hablar desde una visión del mundo que, por lo general, conserva una estructura que puede servir, en un momento dado, para no perder el rumbo.

No se trata de que los mayores, por el sólo hecho de serlo, posean el monopolio de la sabiduría de la vida; es cierto que su situación, los libera del engranaje tecnoeconómico que aprisiona más y más al mundo más joven; el tráfago de la vida actual, el enervante activismo, no ayuda a percibir; la realidad reposada y profunda de los mayores y su protagonismo en la "intrahistoria" permiten una visión de conjunto de las cosas y el hallazgo de su sentido. La presencia de estos eméritos de la vida en los espacios socioculturales contribuye a su expansión y crecimiento y permite rescatar a los adultos mayores de nuestra tierra para que puedan continuar con su actividad cultural y científica o incursionar en ellas, más allá de los límites que imponen inconsultas decisiones administrativas; favorecerá la aproximación de la inteligencia y la experiencia de los mayores a la gente joven y estimulará en los mayores su participación, la actividad, el protagonismo y la sensación que hasta ahora tienen de ser extraños al mundo de hoy, de no ser necesarios y útiles, de ser marginados y excluidos.

La calidad de vida

Así las cosas, hay que tomar la sabia decisión de apostar por la calidad de vida de nuestros viejos y no sólo intentar "reparar" enfermedades,

Los servicios sociosanitarios acotados que se brindan a las personas mayores y en que, la hegemonía biomédica ha descuidado y sigue soslayando las propuestas de actuación psicosociales, culturales, educativas y del tiempo de ocio en sus aplicaciones y efectos terapéuticos y dinamizadores.

En la realidad de los viejos, distintos y especiales, pertenecientes e identificados con una historia sociocultural multiétnica, diferente en cada región del país, sanos o enfermos, viven aislados, inmersos en su vejez llena de necesidades complejas no resueltas por ellos mismos porque no pueden, por sus familiares, por las obras sociales, el Estado y la sociedad misma.
Nuestros viejos se han quedado “sin lenguaje” expresivo y receptivo, no se comunican, no comparten, no se asocian, no participan, no se dinamizan, no son activos, sufren el ostracismo generacional que nadie escucha y mitiga; esto se torna peor y más grave cuando hay enfermedades y pobreza, falta de educación y carencia de un instrumento básico de comunicación y pertenencia social como es una adecuada alfabetización,
La expresión corporal, el lenguaje gestual, el movimiento, el ritmo, el canto, la simulación de la lucha por la vida a través de la actividad teatral (escenificación de la propia vida y la de los actores sociales) son, efectivamente, propuestas terapéuticas basadas en la refuncionalización de las aptitudes adormecidas de los viejos.
El canto coral y el teatro es un vehículo inapreciable de cultura y expresión comunitaria; integra, asocia, identifica, activa y aglutina el esfuerzo común.

Los aprendizajes

Estas actividades, sobre todo en mayores, proporciona aprendizajes que intervienen en la regulación de la relajación, vocalización, respiración, dicción, cognición.
También, son un “producto cultural” que se exhibe y que dinamiza socialmente “hacia fuera”, que recrea y señala posibilidades hacia los viejos de las diversas comunidades.
La actividad músico-coral y el teatro crea y recrea espacios sociales de participación, recreación, integración, contención psicosocial y es manifestación expresiva; es disfrute y logro.
Está demostrado, biomédicamente hablando, que las personas mayores pueden aprender siempre cuando no medien procesos de enfermedad neurológica desestructurante que afecten especialmente la memoria, la ideación, la representación simbólica, el esquema corporal, es decir, la cognición en general.
 

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