¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16°
26 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Historias increíbles encerradas en una casa de muñecas

Edith Giménez tiene en su hogar un centenar de piezas. Muchas de ellas son reparadas y todas son antiguas.  
Domingo, 23 de septiembre de 2018 14:34

El gen del coleccionismo aparentemente no existe, pero se inocula de generación en generación, así como se adquieren ciertas habilidades para la cocina, la costura o la reparación de artefactos del hogar. Para comprobarlo basta con echarle un vistazo al living-comedor de Edith Giménez (39) y su mamá, Yolanda Rodríguez (60). 
Dispuestas sobre aparadores, bahiuts, sillas, sillones y vitrinas yacen sentadas o paradas en soportes unas cien muñecas de diversos tipos y épocas. Las hay de porcelana articuladas o rígidas, combinadas en porcelana y madera, pasta, goma dura articulada, celuloide, autómatas y musicales. Casi todas de ojos movibles y de vidrio, con cabello de plástico o peluca de pelo natural. No todas con sus atavíos originales, sino con prendas elaboradas por las manos de Yolanda, bajo estrictas indicaciones de Edith, que persigue que los muñecos se asemejen lo más posible al aspecto que tenían salidas de fábrica. 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El gen del coleccionismo aparentemente no existe, pero se inocula de generación en generación, así como se adquieren ciertas habilidades para la cocina, la costura o la reparación de artefactos del hogar. Para comprobarlo basta con echarle un vistazo al living-comedor de Edith Giménez (39) y su mamá, Yolanda Rodríguez (60). 
Dispuestas sobre aparadores, bahiuts, sillas, sillones y vitrinas yacen sentadas o paradas en soportes unas cien muñecas de diversos tipos y épocas. Las hay de porcelana articuladas o rígidas, combinadas en porcelana y madera, pasta, goma dura articulada, celuloide, autómatas y musicales. Casi todas de ojos movibles y de vidrio, con cabello de plástico o peluca de pelo natural. No todas con sus atavíos originales, sino con prendas elaboradas por las manos de Yolanda, bajo estrictas indicaciones de Edith, que persigue que los muñecos se asemejen lo más posible al aspecto que tenían salidas de fábrica. 


Esta casa, de ensueño o de pesadilla, dependiendo del ojo de quien la mire, se comenzó a poblar con estos habitantes en 2013. Hasta ese año Edith atesoraba latas de gaseosa y cerveza. Sus investigaciones para clasificarlas la fueron llevando por diversos sitios de compra y venta de objetos coleccionables. Allí trabó amistad con coleccionistas de muñecas antiguas y se quedó mirando fijo, quitándole los ojos de mala gana a una muñeca alemana de identidad desconocida por ella hasta hoy, pero que no dudó en comprar para fundar una hábito, un hobbie y un emprendimiento. “Sé que su fabricación es anterior a 1930, la pagué por más de $3.000”, recuerda hoy. 

Sabrina, "la terrible"

“La adquirí con miedo por Mercado Libre a un muy buen precio. El comprador advertía en la descripción del producto que presentaba actividad paranormal. Es creer o reventar, porque las muñecas que ponía cerca de ella se caían y se hacían pedazos. Pero le hablo, le hago mimos y ya no volvió a ocurrir ninguna tragedia. Acepta a todas”, contó Edith. 

 

Esta compra la introdujo en un universo nuevo e inconmensurable, que implicaría para ella un salto en el rango de costos. Después compró un lote de muñecos de pasta que exigían restauración. Se puso a fisgonear tutoriales y a prepararse para la experimentación con técnicas y materiales. Para ello, contó con la ayuda de la experiencia transitada por otros como la coleccionista y restauradora de La Plata Cecilia Marioni, que le cedió secretos generosamente. 
Esta tarea la conectó con un sentimiento que desconocía, pero que le tomó de una vez la mente y el corazón: el de poner al servicio algo que era basura. 
“Me encantó recuperarlas. Prefiero comprar una muñeca que esté rota y volverla a la vida. Aún estoy en pañales y todavía me falta aprender mucho. Mi mamá les hace la ropa. Miramos catálogos e intentamos que la vestimenta se asemeje el máximo posible”, detalla. Edith es estudiante de Agronomía en la UNSa y ya ha restaurado muñecas para casas de antigüedades locales. Acota que no aplica la palabra restauración para describir lo que hace porque si bien las repara del deterioro que han sufrido, concede que nunca van a quedar exactamente como se veían originalmente, un logro que sí alcanzan restauradores de renombre. 


“De niña tuve muy pocas muñecas, por eso me agarró de grande el amor por ellas, tal vez cuando debería haberme interesado por otras cosas. Las muñecas antiguas nunca fueron para jugar. La gente de la alta sociedad las conseguía para regalárselas a sus esposas e hijas. Las tenían en vitrina. Siempre fueron más un objeto de decoración”, comenta Edith. Añade que la apariencia humana y a la vez artificial, el pulido de la porcelana y las pestañas finamente cinceladas producen un efecto atemorizante en ciertas personas. “Mucha gente que visita mi casa me ha confesado que les tiene miedo, pero nosotras no. Y eso que soy aficionada al cine de terror como ‘El conjuro’ o ‘Anabelle’, pero nunca me pasó nada, salvo que Sabrina (ver recuadro) tiene su historia o a veces de noche se activa el mecanismo de la muñeca a cuerda titti marca Sebino italiana”, comenta, aunque siempre procura no atribuir actividad paranormal a sus tesoros, sino una combinación de efectos naturales. 

En la colección de Edith hay reliquias

Edith dice que para ella todas sus muñecas son especiales, incluso hay algunas que no tienen marca, aunque por sus características se percibe si son argentinas, alemanas o españolas. “Identificarlas demanda mucho conocimiento

 A las argentinas las hacían en talleres familiares y la mayoría de las que tengo son de las décadas del 40 y 50”, ilustra. Por ejemplo tiene algunas Marilú, la muñeca más popular de la historia de la Argentina, fabricada desde los años 40 y hoy ya desaparecida. Su popularidad se explica en que era muy moderna para su época, con ojos expresivos y párpados que se entornan, facciones muy suaves producidas al detalle, y brazos, piernas y cintura articulados. También dos Shirley Temple, que se comercializaron en estados Unidos durante los años 30.

Numerosas muñecas de Temple, vestidas con trajes de las películas, fueron el desvelo de las niñas. Además, algunas Mariquita Pérez, una muñeca española ideada por doña Leonor Coello de Portugal en 1938, y que se convirtió en la muñeca más célebre de los 40, 50 y principios de los 60. Considerada como la mejor muñeca que se haya fabricado en España por su factura artesanal, la calidad de los materiales empleados y la riqueza de vestuario y complementos. Asimismo, se destacan las Gracielita, lanzada en 1953 por Eduardo González, dueño de la fábrica de muñecas Eidema. Él estableció dos locales: en Florida 835, a pasos del de Marilú y del de Mariquita Pérez, y en Cabildo 1559. Había abundante publicidad en Billiken y en otras revistas infantiles, como Pepín Cascarón. Así, escuchar las historias que anidan en la casa de Edith y Yolanda insume más tiempo que una tarde de té.


Temas de la nota

PUBLICIDAD