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Darío Sztajnszrajber: “El monopolio de la normalidad es de quien impone las normas”

Entrevista al filósofo. 
Sabado, 08 de septiembre de 2018 20:50

Tras una exitosa presentación, a sala llena en el Teatro del Huerto, de la propuesta en la que combina rock y filosofía en “Salir de la caverna”, el divulgador de filosofía Darío Sztajnszrajber dialogó con El Tribuno. Distendido y sin apuros, se aprestó a hablar del éxito de su último libro, “Filosofía en 11 frases”, y de la actualidad con una mirada crítica y analítica que no dejó nada en el tintero. 
Lograste lo impensado, un libro de filosofía best-seller, y agotar entradas con una propuesta sobre la materia. ¿A qué le atribuís tan buena respuesta?
Creo que hay un fenómeno de moda de la filosofía. Gran parte de lo que hicimos en Canal Encuentro fue generando esto y le sumaría el éxito de la serie “Merlí” (basada en un profesor de filosofía), que, aunque no trabaja específicamente los conceptos, genera un clima filosófico. Y realmente creo que, si se lleva la filosofía de una manera más entretenida, más accesible... a quién no le puede interesar las preguntas que genera la filosofía a nivel de ¿quién soy? o ¿cuáles son mis limitaciones? Para mí, siempre fue increíble, desde que comencé la docencia veía que la filosofía era una materia que tenía mala fama y me preguntaba cómo los chicos no se van a copar con las preguntas acerca del amor, de la felicidad, del bien. Todo depende de los formatos.

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Tras una exitosa presentación, a sala llena en el Teatro del Huerto, de la propuesta en la que combina rock y filosofía en “Salir de la caverna”, el divulgador de filosofía Darío Sztajnszrajber dialogó con El Tribuno. Distendido y sin apuros, se aprestó a hablar del éxito de su último libro, “Filosofía en 11 frases”, y de la actualidad con una mirada crítica y analítica que no dejó nada en el tintero. 
Lograste lo impensado, un libro de filosofía best-seller, y agotar entradas con una propuesta sobre la materia. ¿A qué le atribuís tan buena respuesta?
Creo que hay un fenómeno de moda de la filosofía. Gran parte de lo que hicimos en Canal Encuentro fue generando esto y le sumaría el éxito de la serie “Merlí” (basada en un profesor de filosofía), que, aunque no trabaja específicamente los conceptos, genera un clima filosófico. Y realmente creo que, si se lleva la filosofía de una manera más entretenida, más accesible... a quién no le puede interesar las preguntas que genera la filosofía a nivel de ¿quién soy? o ¿cuáles son mis limitaciones? Para mí, siempre fue increíble, desde que comencé la docencia veía que la filosofía era una materia que tenía mala fama y me preguntaba cómo los chicos no se van a copar con las preguntas acerca del amor, de la felicidad, del bien. Todo depende de los formatos.

Lo que lograste, ¿lo hiciste rompiendo estructuras?
Para mí, el primero en romper estructuras fue Canal Encuentro, yo lo pongo en un horizonte más institucional. Lo que se ve en el teatro es algo que vengo haciendo en el aula desde que tengo 25 años, desde que comencé como docente. Hubo un proyecto llamado Canal Encuentro que dijo “esto hay que hacerlo masivo”. Entonces, eso que hace el docente en el aula y que es convocante se trasladó a los medios para que la gente también se cope. Lo que hago sobre el escenario es el resultado de todo ese proceso.

Tu último libro, “Filosofía en 11 frases”, ¿tiene la misma lógica?
Sí, es con la misma lógica. Yo creo que hay mucho acceso a la filosofía a través de las frases, como la de Sócrates “Solo sé que no sé nada”, o alguna vez escucharon “Dios a muerto” de Nietzsche y es como que son frases remanidas; pero, sin embargo -para mí-, hay que partir de esas frases conocidas por todos para ver qué más nos dicen y no quedarte en el título. Lo que hice es trabajar 11 de las frases más conocidas de la filosofía, mostrando sus contradicciones, como nos sirven para pensar nuestra realidad. Y todo eso, entramado por una novela, que cuenta la historia de un joven que mata la policía en el subte de Buenos Aires y genera con eso que el gobierno de turno decrete el estado de sitio. El libro cuenta cómo sería el próximo golpe de Estado en Argentina. Desde una ficción de violencia política que a mí me sirvió para que todas las frases se enganchen a partir de ese esquema. 

Un best-seller y teatros colmados. ¿Es eso el éxito? 
Yo lo que siento más que éxito es cierta realización. Siento que cuando empecé a hacer filosofía y a ser docente, sentía que si la realización pasaba por algún lado era por ahí. Porque las cosas que yo hago inspirarán en el otro una transformación. Entonces, siempre sentí que podía realizarme en el aula, ya que siento ahora que eso mismo puede provocar un efecto a nivel más masivo, es como que esa realización se expande más. Tal vez llamado éxito en el sentido más tradicional. Sí la sensación de que hay algo en lo que yo creo que hago que genera efecto. 

Entonces, sí sos un filósofo y no solo un docente de filosofía, cómo decís en tu presentación teatral... 
Es muy interesante la discusión, entra dentro de lo ambiguo y conflictivo de estas categorías, porque a mí me parece que cualquiera es filósofo en el buen sentido y en la medida en que genere para sí mismo la posibilidad de pensar por fuera de lo establecido, cuestionar el sentido común, pelearse contra los mandatos, pensar por uno mismo, todo eso que te conecta con tu zona existencia, que es la que te hace que seas filósofo más allá que hayas estudiado o no. Ahora, también me parece que eso no quita que muchos abusen del término y digan “yo soy filósofo”, y ahí digo: “pará, qué estudiaste, qué conocimientos me dejes” (risas), es relacional el tema. Es un término conflictivo y que depende del uso. Pero yo apuntaría más a una democratización del término y a que cada uno pueda reconciliarse con su búsqueda existencial que tan dominada está en nuestros tiempos. 

Entre tantos temas de actualidad, los argentinos siempre nos convertimos en analistas de todo...
A mí la democratización de la opinión pública siempre me parece bienvenida. Lo que no me cierra es la violencia y el ensimismamiento de muchos en sus propias ideas y la denostación de la idea del otro. Entre estos temas, me encantó cómo se generó durante todo este año el debate sobre el aborto; me pareció fundamental que se debatan y se discutan temas, lamentablemente, en gran parte de la Argentina, tabúes. Lo negativo de todo esto es que se terminó formando una nueva grieta, donde de repente algo tan abierto y tan posible de pensar en su complejidad y en sus contradicciones se terminó circunscribiendo a dos posturas que, al final, más que discutir sobre el tema del aborto, discutían posicionamientos ideológicos macros acerca de la construcción de sentido de la sociedad en la que vivimos: terminó siendo una discusión entre conservadores y progresistas, donde detrás del aborto lo que se discutía era una forma más sesgada de relacionarnos con las cosas. 

En esos términos, ¿es posible llegar a un acuerdo? 
En lo que hay que estar de acuerdo es en qué sociedad libre queremos y podemos vivir, para que cada uno después pueda desarrollar su propia posición como quiera. Hoy en la Argentina -esta es la justificación de porque estoy a favor del aborto- las personas que quieren abortar no tienen esa posibilidad y yo creo que la ley debe permitir que cada uno haga de su propia vida privada lo que quiera. Hoy es al revés, hay una concepción del ser humano que rige como razón de Estado. Yo le sumaría que detrás de la discusión del aborto, más soterradamente, está el sostenimiento de una sociedad jerárquica porque lo que molesta es la emancipación de la mujer. Creo que no es casualidad que las grandes posiciones de defensa del aborto tengan que ver con la revuelta feminista. 
En esa sociedad jerárquica, ¿cuáles son las diferencias?
Lo que hay es un cuestionamiento acerca del carácter asimétrico en el que vive hoy la mujer en el mundo, no solo en Argentina. La mujer hoy no tiene los mismos derechos que el varón en relación sobre con su propio cuerpo, y eso la convierte en una ciudadana de segunda. Y eso es lo que más molesta en los sectores más conservadores que no quieren aceptar eso. Cuesta menos discutir sobre la existencia de Dios que discutir acerca de la transformación de esas jerarquías naturalizadas. 

Hablás de una revuelta de las mujeres. ¿Es esta una revolución histórica?
Creo que obviamente es una revuelta inédita que está logrando poner en una esfera pública los reclamos como formas de evidenciamiento de cierta asimetría con la que se vivió históricamente los vínculos identitarios. Creo que eso es lo que más duele y esa es la eficiencia de la revuelta feminista. Al varón le cuesta soltar muchas de las características con las que él se creía a sí mismo en posesión de ciertas verdades y que apropiaciones con respecto a la mujer empiecen a resquebrajarse. Pero que no tiene que ver con lo lineal o frontal, hay que pensarlo en términos de la adscripción a la mujer de ciertos sentimientos y emociones que la hacen como más pasional, mientras que el varón es más racional, más frío; entonces el varón tiene más capacidad para dirigir una empresa o un país porque la mujer siempre va a pensar antes con la emoción. Esas cuestiones filosóficas de fondo son las que terminan legitimando las asimetrías. 

¿Qué es lo que más molesta?
Lo que más molesta es el tema reproductivo, porque la clave de la asimetría es pensar que vino a este mundo para ser madre y punto. Y así la viene concibiendo nuestra cultura desde hace siglos. Entonces, la emancipación de la mujer de ese lugar, hoy ayudada por la tecnología que cada vez está generando experiencias nuevas, a partir de la cual la reproducción natural tiende a desaparecer, no me cabe duda que en unos años se va a masificar la idea de la concepción en términos de reproducción tecnológica. Estamos convencidos de que el amor tiene un sentido en su relación con la reproducción. Ahí hay que deconstruir. Eso lo que hace es llevar el amor por un lado, la sexualidad para otro y la reproducción, para otro. Hasta ahora las vivimos como que tienen algo en común. La deconstrucción genera formas de vivir más libres. 
También son tiempos en los que las minorías tienen voz y nombre.
Los casos limites son siempre los que nos hacen repensar nuestro lugar de supuestos seres normales, son los casos de frontera los que te hacen pensar qué es lo que regla el ordenamiento de un colectivo. El sentido común lo que hace es expeler, desterrar los casos supuestamente anómalos. Cuando, en realidad, todas las anomalías son las que evidencian hasta qué punto el que se cree normal no es también un anómalo. ¿Quién puede detentar el monopolio de la normalidad sino aquel que impone las normas que quiere? Normal viene de norma, y la norma no viene del cielo, no nace de la tierra. La norma alguien la puso, y lo hizo en función de un proyecto político de poder, en el sentido de instalar su propio interés como si fuese lo lógico, lo natural o del interés de todos. Foucault dice que tratás de sacarte de encima esos casos “anormales” porque en algún punto hablan de vos mismo. 

Sinopsis del último libro: Incómodo y complejo como su materia misma, este libro inclasificable -es ensayo filosófico, y es también novela- consagra a su autor como un explorador impertinente.
Sztajnszrajber lleva la filosofía a los lectores que quieren pensar sin ser subestimados. Y los desafía, socráticamente, con una convicción: todos podemos hacer filosofía.

¿Cómo ves la situación del país?
Evidentemente, la mitad más uno del país eligió el actual modelo de gobierno y el tema es pensar hasta qué punto lo que eligió se plasmó en estos tres años. Me imagino que todos los que votaron la alianza de gobierno están repensando en este momento si lo que eligieron en función de lo que se les propuso se está cumpliendo o no. Este gobierno si algo propuso permanentemente es un manejo muy eficiente de la economía, era fácil bajar la inflación, era fácil alcanzar la pobreza cero. Es increíble los eslóganes que se utilizaron en un gobierno que, además, se precia de estar diciendo siempre la verdad. Ahí es interesante visualizar esa contradicción. 

¿Crees que los eslóganes lo llevaron a ganar?
El voto supone un plexo de intereses varios, hay muchas variables que se ponen en juego en el voto, no es solo votar un modelo económico. Creo que mucha gente votó contra el gobierno anterior. La enseñanza es siempre aprender que la democracia supone siempre la posibilidad de que cuando visualizas que lo que elegiste no está funcionando tenés la opción de cambiar. Sin embargo, creo que cualquier gobierno, sea del sesgo que fuere, no puede sostenerse dejando a la mitad de la población afuera, hay una cuestión que aunque seas de derecha, izquierda, religioso o laico, tu propuesta tiene que representar a todos los ciudadanos. No puede haber ciudadanos en Argentina que no tengan acceso a sus necesidades básicas. Al macrismo lo entiendo como una reacción al kirchnerismo y que gran parte de sostenimiento de su idiosincrasia tiene que ver con esa diferenciación, por eso están recreando todo el tiempo el fantasma del enemigo, porque es la manera con la que ganaron y es la manera que saben que tienen posibilidades de volver a ganar. Lo veo más cómo un proyecto obsesionado con el marketing, con la comunicación con esa lógica de espectacularización de la política. Hay que ver si eso le da crédito para las próximas elecciones. 

Si a los 18 eras “muy trotsko”, ¿cómo te definís ahora?
Hay cosas del trostkismo que me encantan, me representan, también cuestiones del peronismo. Incluso del liberalismo. Los libros de John Locke o Adam Smith hoy parecen de izquierda. A mí me gusta mucho leer a Richard Rorty, Cornel West que son liberales de izquierda, pero si una filosofía me representa hoy es la deconstrucción, es un momento para ejercela en todo.
 

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