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“Vivo de esto por elección, no me imaginé nunca sentado en un escritorio en un trabajo formal”

El pintor y artesano oranense Irineo Benítez tuvo un mano a mano con El Tribuno.
Martes, 22 de enero de 2019 01:55

Irineo Benítez es un artista oranense, cuyas obras actualmente dan vuelta al mundo. 
Trabaja como pintor y artesano para los Corsos de Orán desde hace treinta años. Irineo es una marca registrada, aunque su humildad y sencillez no le permiten ver que se convirtió en un profeta en su tierra, a pesar de que sus trabajos ya traspasaron las fronteras de la ciudad de Orán.
Aunque en la actualidad todos lo reconocen como un verdadero artista que es capaz de transformar un lienzo o una pared en un retrato o un paisaje, él mismo se define como un pintor y artesano.
Trabaja sobre cualquier textura o superficie, placas de madera, telgopor, tela o pared que le permita hacer despliegue de su creatividad.

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Irineo Benítez es un artista oranense, cuyas obras actualmente dan vuelta al mundo. 
Trabaja como pintor y artesano para los Corsos de Orán desde hace treinta años. Irineo es una marca registrada, aunque su humildad y sencillez no le permiten ver que se convirtió en un profeta en su tierra, a pesar de que sus trabajos ya traspasaron las fronteras de la ciudad de Orán.
Aunque en la actualidad todos lo reconocen como un verdadero artista que es capaz de transformar un lienzo o una pared en un retrato o un paisaje, él mismo se define como un pintor y artesano.
Trabaja sobre cualquier textura o superficie, placas de madera, telgopor, tela o pared que le permita hacer despliegue de su creatividad.

¿Cuándo nació su amor por el dibujo?
Siempre me destacaba en las carteleras del colegio, pero en quinto año había asumido mi rol de ser letrista y dibujante, que lo heredé de mis tíos maternos, eran excelentes dibujantes, vivíamos todos en la misma casa y, sin duda, ellos fueron marcando el que luego sería mi rumbo. Si bien intenté estudiar arte, no lo concreté, así que me considero básicamente un autodidacta.

¿Cuál era su objetivo cuando comenzó a incursionar en el mundo de los colores?
A los 18 años, más o menos, yo quería llegar a ser un buen letrista y apostaba a la eficacia y a la calidad de materiales, pero noté que la demanda de las grandes empresas gaseosas o cerveceras hacía que la esencia del arte se fuera perdiendo poco a poco. Deambulé por el arte de las letras y el diseño con la intención de ser filetero. Pero hoy me defino como pintor artesano.

¿Por qué se define de esa manera?
Porque en la artesanía hay muchísimas ramas que por suerte las puedo ejercer y aplicar. 
Artesano porque no utilizo ninguna máquina en el medio, la paleta de colores la determino con seis o siete colores, utilizo trincheta y pegamos todo a mano, realmente es un trabajo artesanal.

¿Puede darse el lujo de vivir del arte?
Vivo de esto por elección, no me imaginé nunca sentado en un escritorio en un trabajo formal, porque sentía que me coartaba la creatividad. Esta forma de vida la voy a seguir eligiendo siempre.

¿En qué rama del arte se siente más cómodo?
Hubo un tiempo que quería volcar todo lo que sentía internamente en murales, hoy lo remplazo de alguna manera pintando banderas de las promociones, son murales en telas. Hoy siento un cosquilleo interior que me pide volver a los cuadros. Entre el 2007 y el 2010 hice una serie de 20 cuadros a los que llamé “Alma pim pim”. Por primera vez quise hacer una muestra y, sin querer, vendí mis obras, no solo en el país sino que también vendí a coleccionistas de España y Alemania,
¿Cuáles son las historias o imágenes que inspiran sus obras?
Me inspira todo lo que tiene que ver con imágenes de la Orán de antaño, imágenes de los lotes, comunidades originarias que tengo grabadas en mi retina, ya que de niño acompañaba a mi papá a cobrar cuentas a esos lugares, donde compartía con otros niños. Así empecé a hacer escenas de personas con paisajes

¿Cuál considera que es su obra maestra?
El mural que pinté en la iglesia San Antonio de Padua, en el 2005, es mi obra maestra, es mi “Sixtina”, por el tiempo que le dediqué y por la libertad que me dieron para expresar.
Una iglesia con mucha historia, tuve que retratar a los obispos y, de algunos, no tenía registros, fue un diseño a birome que luego plasmé en una pared de diez por nueve metros.

¿Cómo empezó a trabajar como pintor artesano en los corsos de la ciudad?
A los 18 años me trajeron un cúmulo de trabajos para pintar sobre cartones y papel afiche para pegar sobre los gorros mayores de los Indios Massay. Al principio empecé a armar los gorros, pero luego descubrí que no era lo que más me gustaba. Hoy me dedico a diseñar y pintar gorros, tumbadoras y a realizar algunos disfraces individuales de distintas agrupaciones, priorizando generalmente los diseños que son autóctonos. A días del inicio de los corsos estoy trabajando en seis hachas y dos tumbadoras, pintándolas y personalizándolas y armando un traje individual.
Este año, a mis 48 años, estoy feliz de ver muchas de mis creaciones obtener primeros premios, aunque todos los años me propongo salir como participante, solo me quedo como espectador haciendo autocríticas de mis trabajos que desfilan en el corsódromo.

¿Qué le quedo pendiente en el rubro del arte?
A nivel artístico me quedó pendiente esculpir, porque siempre me llamó la atención lo que uno pueda transmitir a través de una piedra o una masa y que quede con forma y a cada persona le deje un mensaje. Pero quizás voy viviendo esta experiencia con mi hijo más chico, Adriel, que ocupa su tiempo en la escultura y el dibujo

¿Cuál es su cuadro pendiente?
Mi cuadro pendiente es no haber pintado nunca un retrato de mi mamá, que falleció cuando yo tenía 23 años, ella era una mujer de pocas fotos, solo tengo tres y aún no la retraté.
 

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