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No debemos admitir bases militares de ninguna bandera

Domingo, 17 de febrero de 2019 01:08

Hace pocos días, el Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos manifestó su inquietud por la presencia militar china en el territorio de Neuquén. Se trata de la base para investigación espacial instalada en la localidad de Bajada del Agrio, cerca de Las Lajas, donde el Estado argentino cedió por cincuenta años a Beijin el uso de un predio de 200 hectáreas. Allí se construye un observatorio, dotado de una antena de alta tecnología para estudiar el espacio exterior.

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Hace pocos días, el Comando Sur del Ejército de los Estados Unidos manifestó su inquietud por la presencia militar china en el territorio de Neuquén. Se trata de la base para investigación espacial instalada en la localidad de Bajada del Agrio, cerca de Las Lajas, donde el Estado argentino cedió por cincuenta años a Beijin el uso de un predio de 200 hectáreas. Allí se construye un observatorio, dotado de una antena de alta tecnología para estudiar el espacio exterior.

Esta "base china" que ya está operando en suelo argentino, introduce un cono de sombras sobre el real ejercicio de nuestra soberanía en ese lugar. Argentina no debe admitir bases militares extranjeras de ningún país.

El "Acuerdo de Cooperación" desarrollado entre el gobierno de Cristina Kirchner y el presidente Xi Jinping, y rubricado por la gestión de Mauricio Macri, cede al Ejército Revolucionario de China el manejo discrecional de esa parte de territorio nacional. Ninguna cláusula garantiza un control seguro de las actividades de parte del Estado argentino.

Para Estados Unidos no hay dudas: se trata de un capítulo más de la expansión China en Latinoamérica.

En los hechos: es una base militar, con tecnología de punta que la convierte en estratégica para el acopio de información y actividades de espionaje satelital. Argentina garantiza protección para evitar interferencias y el absoluto secreto de la actividad en un radio de cien kilómetros, además del uso de redes y frecuencias nacionales, y la total desgravación impositiva para la unidad militar china.

El texto del acuerdo informa que se propone tareas de seguimiento terrestre, comando y adquisición de datos para la investigación del espacio lejano. A simple vista, se trata de una concesión que ningún país poderoso ofrecería a otra potencia, ni siquiera a un aliado.

Para Estados Unidos, y para el mundo, la alarma tiene fundamentos. La Guerra Fría duró 45 años; en ese período, Estados Unidos y la Unión Soviética se enfrentaron a través de terceros. La única confrontación directa se produjo en 1962, cuando Cuba ofreció su territorio para instalar una base misilística soviética. Y el final de la guerra, favorable a Estados Unidos, se produjo cuando la carrera espacial y el proyecto norteamericano de crear un sistema de seguridad satelital antimisilístico (llamado popularmente Guerra de las Galaxias) provocó la implosión de la economía socialista.

En las relaciones internacionales, las alianzas y los acuerdos sirven a cada una de las partes cuando se respeta la soberanía y los intereses de ambos. Y cuando se contempla el escenario internacional.

El Estado chino compite abiertamente con Estados Unidos. El poderío militar de este último país triplica al de Pekín, diferencia que se profundiza si se contempla el poder de los aliados potenciales de uno y otro. Sin embargo, China apuesta fuertemente al desarrollo de la tecnología más avanzada y disputa con su adversario el liderazgo estratégico a nivel mundial.

China ha dado muestras muy claras de que aspira al control comercial y territorial en todo el planeta, y la base de Neuquén no se desliga del anuncio de su quinta base científico militar en la Antártida

El acuerdo que inquieta a los Estados Unidos se originó en la vulnerabilidad financiera de la Argentina. El interés coyuntural que lo facilitó fue la oferta de un Swap por 11.000 millones de dólares, pero en yuanes, no dolarizable, que nos impuso obligaciones comerciales desventajosas.

La fragilidad financiera y el acuerdo se mantienen con el actual gobierno. La soberanía sigue siendo la única garantía para que el país pueda sostener su independencia en el tiempo y exige otras condiciones para cualquier acuerdo. La Argentina no debería sumarse a ninguna guerra, comercial ni militar, porque no está en condiciones de imponer sus propias condiciones. Por ese motivo, no debería admitir la presencia de ninguna base militar extranjera, cualquiera fuera la ideología o la bandera.

En las relaciones internacionales, el interés nacional y la soberanía deben quedar por encima de las ideologías. Desde hace décadas, por cierto, a nuestro país le cuesta mucho incorporar este principio.

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