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El feminismo es signo de un cambio cultural irreversible

Domingo, 10 de marzo de 2019 00:35

Las multitudinarias marchas del viernes con motivo del Día Internacional de la Mujer son un indicio muy claro de un cambio cultural profundo en el mundo. Se trata de una transformación de fondo, en una sociedad que, progresivamente, va eliminando discriminaciones.

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Las multitudinarias marchas del viernes con motivo del Día Internacional de la Mujer son un indicio muy claro de un cambio cultural profundo en el mundo. Se trata de una transformación de fondo, en una sociedad que, progresivamente, va eliminando discriminaciones.

El machismo, la xenofobia, el racismo y la exclusión de los discapacitados son prácticas que aún perduran, con enorme influencia en las conductas de las personas, pero ya son vistas y juzgadas como anacrónicas e inaceptables.

El reconocimiento de los derechos de las mujeres es el resultado de un largo proceso de cambios en el sistema productivo, los hábitos familiares y la universalización de la participación política. El activismo de los grupos feministas, sostenido con constancia y profundizado a lo largo de décadas, ha logrado instalar esos derechos en la agenda pública. La aplicación de la Ley de Paridad de Género en las listas de candidatos a legisladores nacionales es un paso importante, aunque por ahora se limite a los cuerpos colegiados.

Si se analiza la legislación y la teoría política de Occidente a lo largo de los últimos cuatro siglos, los derechos de las mujeres no son otra cosa que los derechos de los seres humanos, aunque las mujeres hayan quedado relegadas por prejuicios y, también, porque los avances de la humanidad no tienen la velocidad que la teoría y las leyes supondrían.

Por eso, la igualdad de oportunidades laborales y económicas, para varones y mujeres se encamina a consolidarse en un futuro muy cercano. La lucha de las organizaciones feministas asegura que ese impulso no se detendrá.

Sin embargo, la violencia de género persiste, atraviesa la intimidad de la familia y se sostiene en conductas inadmisibles, a veces sutiles y otras, directamente aberrantes, que expresan una relación de dominación del varón sobre la mujer que la sociedad contemporánea no va a aceptar.

En los primeros 67 días de 2019, en el país se registraron 43 femicidios.

Dos casos trágicos de embarazos de niñas, en Tucumán y Jujuy, mostraron la incapacidad del Estado para actuar con eficiencia y de acuerdo a las normativas vigentes para estas situaciones, pero también son un indicio de relaciones sórdidas en el seno de muchos hogares.

La conmemoración puso en evidencia que está viva y vigente la denuncia de violación de la actriz Thelma Fardin contra el actor Juan Darthes, ocurrida hace diez años, cuando la víctima era una adolescente.

El abuso de menores, varones o mujeres, a manos de adultos, es una forma de dominación y está generalizado. Casos como el denunciado por la joven artista son el fruto de connivencias y complicidades colectivas.

Paradójicamente, la intolerancia ideológica va en aumento y altera la convivencia y los debates sobre los temas de interés público.

La ideologización de la lucha de las mujeres, muy extendida en la conducción de las agrupaciones feministas, puede conspirar contra los propios objetivos. Señalar a determinadas instituciones como matrices del machismo, no suma, sino que divide. Lo mismo ocurre con la reivindicación de la perspectiva de género, que no es compartida por un amplio espectro de la sociedad. De hecho, de no haberse impuesto la reivindicación del aborto como consigna, probablemente las movilizaciones del 8 de marzo en el país hubieran sido mucho más masivas. Y en este punto, es necesario señalar que el consenso amplio de la sociedad acerca de la despenalización del aborto se basa en la idea de que el Estado no puede obligar a una mujer a ser madre, pero esto no autoriza a nadie a ignorar la libertad de conciencia de los médicos que no están dispuestos a aplicarlo.

Más allá de las divergencias coyunturales en el seno del movimiento feminista, la sociedad se encamina a erradicar la violencia y el autoritarismo, de los que se nutre el machismo. Los derechos de las mujeres ya forman parte de los derechos universales, consagrados por las organizaciones internacionales y que son el cimiento de la humanidad futura. La tarea, difícil, consiste en asegurar que logren plena vigencia en la práctica.

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