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El dentista tarijeño que conoció a Ernesto “Che” Guevara

Hugo Lozano, estomatólogo
Domingo, 31 de marzo de 2019 00:34

Hugo Lozano hizo carne el comienzo de “Cien Años de Soledad” y vio pasar toda su vida en el instante en que pudo mirar de cerca ese muro de fusilamiento y observar las marcas de los balazos, la sangre desparramada en el revoque sepia y en el piso descascarado. Un agente cubano le apuntó con una pistola y fue un coronel boliviano quien lo salvó.

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Hugo Lozano hizo carne el comienzo de “Cien Años de Soledad” y vio pasar toda su vida en el instante en que pudo mirar de cerca ese muro de fusilamiento y observar las marcas de los balazos, la sangre desparramada en el revoque sepia y en el piso descascarado. Un agente cubano le apuntó con una pistola y fue un coronel boliviano quien lo salvó.

Como una casualidad continental, ese episodio coincidió también con el año de publicación de la novela de Gabriel García Márquez, en 1967.

El recurso literario es perfecto. Hugo Antonio Lozano Cazón hoy tiene 88 años y estuvo el fin de semana pasado en Salta para festejar los 80 años de su hermano Germán. 

El Tribuno llegó para entrevistarlo porque además de ser tarijeño, es un prestigioso dentista que tuvo la oportunidad de conocer a Ernesto Guevara De la Serna en La Paz y luego participar de la frustrada guerrilla de Ñancahuazú como informante. Como Hugo Lozano o como “Mariano”, estuvo nombrado en el “Diario del Che en Bolivia”. Sin posicionamientos, la idea fue la de dejar el registro de este estomatólogo que conoció al Che.

Don Hugo nació el 12 de enero de 1931, en Tarija. Sus padres fueron Eloy Lozano Cruz y Severa Berta Cazón. Es el cuarto de ocho hermanos (siete varones y una mujer).

El tarijeño inició sus estudios en la escuela Aniceto Arce y concluyó en la escuela Narciso Campero. La secundaria la hizo en el colegio Nacional San Luis. Sus estudios universitarios los realizó en la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier, de Chuquisaca. Cumplió el servicio militar obligatorio con el grado de subteniente honorífico en la Segunda División de Ejército con sede en Oruro.

Egresó como Cirujano Dentista en 1954 y tiene un certificado del 2 de abril de 1956 que dice que “los cinco años de estudio ocupó el primer lugar en su curso y en 1952 el primer lugar en la escuela, en 1953 el segundo lugar”.

Se puede decir también que estuvo exiliado en Colombia donde obtuvo el título de Magister en Salud Pública. Asistió a diversos congresos de odontología en Bolivia, Argentina y Colombia. 

En Colombia trabajó como odontólogo rural y se destacó por ofrecer servicios como la ortodoncia que estaba reservada para los sectores pudientes. Obtuvo el primer puesto por la Mesa Clínica presentada a nombre de la Secretaría de Salud de Cundinamarca en el Congreso Internacional de Odontopediatría. 

A pesar de su condición de extranjero en Colombia valoraron su profesionalismo y ocupó cargos directivos como jefe de Prevención y ocasionalmente como jefe interino de Odontología de la misma Secretaría de Salud. Al recuperarse la democracia en Bolivia, en 1983, fue nombrado jefe nacional de Odontología del Ministerio de Previsión Social y Salud Pública a cargo del Dr. Javier Tórrez Goitia y se destacó por su labor en los Comités Populares de Salud y en promover la prevención de salud dental, labor que reconoció UNICEF y la OMS-OPS.

Hugo tiene una carrera profesional impecable, sin embargo, una de las cosas que lo marcan fue su participación de la llegada del Che a Bolivia. Entonces su mirada se transforma en un misterio y sus recuerdos se vuelven valiosos. Se recurre a una síntesis pues lo detalles son para un libro.

Un desconocido

El 3 de noviembre de 1966 el “Che” Guevara llegó a Bolivia bajo la identidad falsa de un economista uruguayo llamado Adolfo Mena González con la idea de instalar un foco guerrillero en Sudamérica.

El 7 de noviembre, día en que comienza su Diario de Bolivia, se instaló con 24 hombres, 9 de ellos bolivianos, en una finca adquirida por Roberto Peredo.

Por esos tiempos, don Hugo tuvo un destacado discurso en una de las tantas sedes del Partido Comunista Boliviano (PCB), en La Paz. El hombre había entrado en la política en el año 45 y ya tenía cierto talento para exaltar los consensos. Atento escuchaba ese tal Roberto Peredo.

Tras esa reunión partidaria, Peredo le consultó de sus convicciones sobre la lucha armada y pasó el primer test. Luego lo convocaron a una reunión en la Plaza del Estudiante, en el lobby del hotel Copacabana. Hasta él llegaron unos hombres.

“Me acerqué a ellos y en ese momento salía una persona calva. Ellos me lo presentaron con absoluta formalidad. El hombre sólo me dio la mano, me miró sin decir nada y yo supuse que era un cubano amigo y paisano de Ricardo. Yo sentí esa mirada como un estudio profundo. Ignoraba el motivo de la presentación pues no se produjo charla alguna. Saludaron y se fueron”, dijo Hugo sentado en el viejo zaguán. Hoy todos sabemos que quien le dio la mano fue el médico hincha de Rosario Central; y que además le dio la venia para su inclusión.

“En ese momento me quedé con la duda por el cambio de actitud de Ricardo, no hubo tal charla y me presentó a una persona extraña de profesión ingeniero. Ricardo me dijo que se quedaba y al no producirse la conversación abandoné de inmediato el lobby del hotel. Yo tenía muchas dudas, pero luego supe que le había dado la mano al Che”, dijo Hugo.

Al tiempo lo llamaron para un viaje a Cuba. Hugo ya estaba dentro de la guerrilla y todavía no se había enterado. Su salida de Bolivia decían fue para ir a un congreso en París y luego dio vueltas por todo Europa del Este para llegar a la isla. “Llegué a Praga, donde un funcionario cubano me recibió en el aeropuerto, me llevó a un hotel donde me entregó un pasaporte con mi fotografía pero otros nombres y apellidos. Viajé a Cuba en diciembre de 1966 y permanecí hasta que comenzaron los enfrentamientos en Bolivia”, contó.

Sobre el trágico final de la guerrilla

“Los cubanos me instruyeron en el manejo de la radio y comunicaciones cifradas, manejo de armas, durante 2 meses. En Cuba me pusieron el seudónimo de Mariano. Retorné a Bolivia en marzo de 1967. En La Paz busqué a mis contacto para reportame en el PCB y me asignaron a dos camaradas para que les enseñara comunicación clandestina”, dijo.

Mientras tanto la guerrilla estaba ingresando en su trágico final. Hugo poco podía hacer. El contacto con los guerrilleros era casi imposible por el cerco que mantuvo el Ejército boliviano y la CIA. En septiembre del 67 el desmadre fue total. “Hallanaron la casa de Lozano” informaban y Hugo quedó en la clandestinidad. Quisieron armar un frente con sólo 27 hombres y entonces llegó la noticia del asesinato del Che, en octubre del mismo año.

Hugo escapó al Beni y estuvo dos meses clandestino hasta que decidió regresar por su familia. En La Paz lo detuvieron y “un cubano de la CIA, de apellido García, era el matón que torturaba. Como a mí no me sacó información me llevó al paredón de fusilamiento, desenfundó su arma y me apuntó.

En ese momento el coronel Quintanilla se interpuso y me salvó la vida”, relató el tarijeño que luego recuperó su libertad.

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