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A romper con la maldita sequía

Sabado, 15 de junio de 2019 17:57

Otra copa y un nuevo desafío. Nuevamente el sueño de millones de argentinos vuelve a ponerse en juego, y el mundo nos mira, esperando saber si finalmente se construye una base para los próximos compromisos mundiales.
Quizás esta vez, en sintonía con los recambios generacionales de las principales selecciones, lleguemos a terminar con una sequía de 26 años sin poder levantar una copa. Siempre allí. Siempre en las puertas del Olimpo.
Pero a la vez tal vez nuestro fanatismo condene a una Selección subcampeona del mundo en Brasil 2014 y también en Chile 2015 y Estados Unidos 2016. Queremos todo o nada. O la copa o la hoguera. En cualquier parte del mundo serían ídolos indiscutidos, pero estamos en la Argentina, un mundo al revés en el deporte, en la política o en la religión. Condenamos todo.
Es hora de que nuestro primer equipo se juegue por lo que es ahora y no por el pasado, sabiendo que tiene un excelente potencial y al mejor del mundo, aunque es hora también de no culpar del fracaso solo a uno. Es un equipo de combate, un cuerpo de elite, es argentino “hasta la muerte”.
Y vamos a Brasil, un terreno conocido para nuestros archienemigos, que las cuatro veces que organizaron una Copa América en su país, la ganaron (1919, 1922, 1949 y 1989), que no es un dato menor y que, aunque no tengan a un “cuco” como Neymar, no dejarán de ser un fantasma para cualquiera.
Pero también habrá una poderosa selección vinotinto como puntapié inicial para esta copa, en donde figuras como James Rodríguez, Radamel Falcao, Wilmar Barrios o Luis Muriel, intentarán amargarnos esta noche.
Después vamos por Paraguay y Qatar... y lo que se cruce en el camino.
Los Scaloni-boys deberán demostrar que se meten en el cambio y demostrar a una sociedad que cada día descree más de ellos que cambiaron el chip y que se terminó el “club de amigos”.
Esta vez la final tiene que volver a ser nuestra, y el próximo 7 de julio el estadio Maracaná tiene que reventar con los colores albicelestes en el pitazo final. Sí se puede.

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Otra copa y un nuevo desafío. Nuevamente el sueño de millones de argentinos vuelve a ponerse en juego, y el mundo nos mira, esperando saber si finalmente se construye una base para los próximos compromisos mundiales.
Quizás esta vez, en sintonía con los recambios generacionales de las principales selecciones, lleguemos a terminar con una sequía de 26 años sin poder levantar una copa. Siempre allí. Siempre en las puertas del Olimpo.
Pero a la vez tal vez nuestro fanatismo condene a una Selección subcampeona del mundo en Brasil 2014 y también en Chile 2015 y Estados Unidos 2016. Queremos todo o nada. O la copa o la hoguera. En cualquier parte del mundo serían ídolos indiscutidos, pero estamos en la Argentina, un mundo al revés en el deporte, en la política o en la religión. Condenamos todo.
Es hora de que nuestro primer equipo se juegue por lo que es ahora y no por el pasado, sabiendo que tiene un excelente potencial y al mejor del mundo, aunque es hora también de no culpar del fracaso solo a uno. Es un equipo de combate, un cuerpo de elite, es argentino “hasta la muerte”.
Y vamos a Brasil, un terreno conocido para nuestros archienemigos, que las cuatro veces que organizaron una Copa América en su país, la ganaron (1919, 1922, 1949 y 1989), que no es un dato menor y que, aunque no tengan a un “cuco” como Neymar, no dejarán de ser un fantasma para cualquiera.
Pero también habrá una poderosa selección vinotinto como puntapié inicial para esta copa, en donde figuras como James Rodríguez, Radamel Falcao, Wilmar Barrios o Luis Muriel, intentarán amargarnos esta noche.
Después vamos por Paraguay y Qatar... y lo que se cruce en el camino.
Los Scaloni-boys deberán demostrar que se meten en el cambio y demostrar a una sociedad que cada día descree más de ellos que cambiaron el chip y que se terminó el “club de amigos”.
Esta vez la final tiene que volver a ser nuestra, y el próximo 7 de julio el estadio Maracaná tiene que reventar con los colores albicelestes en el pitazo final. Sí se puede.

 

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