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El acuerdo con la UE requiere una reconversión empresaria y estatal

El sistema productivo local debe adaptarse ante la apertura de nuevos mercados.Menor presión tributaria y más inversión, claves para aprovechar las oportunidades.
Martes, 09 de julio de 2019 02:21

Punto 1. El Gobierno deberá ser capaz de avanzar hacia una macroeconomía estable, con equilibrios sustentables, y de servir de apoyatura a la competitividad del sector privado, con menor presión tributaria y un gasto público más eficaz.

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Punto 1. El Gobierno deberá ser capaz de avanzar hacia una macroeconomía estable, con equilibrios sustentables, y de servir de apoyatura a la competitividad del sector privado, con menor presión tributaria y un gasto público más eficaz.

Punto 2. Las empresas deberán reenfocar la mira, con negocios e inversiones que serán testeados por parámetros de mayor exigencia.

Estos son los primeros desafíos que el sector público, en sus tres estadíos (Nación, provincias y municipios) y el sector privado deben encarar para aprovechar las oportunidades del reciente e histórico acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea (UE). El objetivo: lograr mayor competitividad.

Los puntos fueron expuestos en un informe del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) dependiente de la Fundación Mediterránea. El convenio, por cierto, generó temor en algunos sectores ante una posible invasión de productos industrializados desde Europa, contra los que el sector argentino no pueda competir. El documento marca que existen riesgos, pero destaca que las nuevas posibilidades que se abren con el acuerdo pueden ser provechosas si el Estado y el sector industrial trabajan conjuntamente para alcanzar la competitividad que las fábricas y empresas necesitan para medirse en iguales condiciones con competidores externos.

Desde Salta el punto de partida es mucho más lejano: el producto bruto geográfico per cápita representa apenas un tercio del PBI per cápita nacional. No es un dato menor la crisis económica que atraviesa el país, con una inflación todavía muy elevada en comparación a los países europeos.

El informe, elaborado por Jorge Vasconcelos, sostiene que "de prosperar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, la Argentina se enfrentará a un escenario inédito, pero no de un cambio de rumbo desconocido", porque "de un modo u otro, la globalización se estuvo filtrando por los poros de la economía argentina, pero hasta ahora de un modo errático".

Además, anticipó que el acuerdo genera la chance de encarar reformas con tiempo suficiente, ya que los plazos de adecuación para el Mercosur son, en promedio, del doble de los que obtuvieron España y Portugal a mediados de los '80 para ingresar a la UE.

Señalan que los desafíos para los sectores con mayores problemas de competitividad tampoco son nuevos, ya que este acuerdo llega quince años después de la irrupción de China en el mercado mundial de las manufacturas y cinco años después del comienzo del auge del comercio electrónico.

"En la Argentina, esos cambios que trajo el siglo XXI han estado obligando a muchas industrias a una reconversión silenciosa aun cuando, formalmente, nuestro país mantenía el grueso de los mecanismos de protección preexistentes. Ahora, aquellos sectores que necesiten reconversión podrán acceder a mecanismos que la faciliten. Al existir el horizonte de un mercado ampliado, pueden ocurrir casos en los que los puestos de trabajo se mantienen, pero cambia la composición accionaria de las empresas, ya que se amplían las opciones para los dueños originales", dijo Vasconcelos.

Consideró que "las firmas argentinas, en promedio, no están demasiado endeudadas, lo que puede ampliar el margen de acción de sus propietarios" y que "para este escenario de reconversión no traumática, sin embargo, es necesario que la política económica haga a conciencia su tarea, porque el valor de las empresas argentinas es inversamente proporcional al nivel de la inflación, de la presión tributaria y de la prima de riesgo país".

"Del lado positivo -agregó- hay que tener en cuenta que con un esquema de tipo de cambio flotante, la expectativa de eventuales desequilibrios comerciales habrá de reflejarse en ajustes más o menos automáticos de la paridad peso-

dólar, tal como ocurrió en España en los años '80, antes de que se formalizara su ingreso a la Unión Europea".

El economista jefe para el NOA de la Fundación Mediterránea, y decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Católica de Salta, Lucas Dapena, explicó que "el industrial argentino viene acostumbrado a "cazar en el zoológico', esto significa que hacen un producto que no es competitivo pero nos lo venden a nosotros, que no nos queda otra que comprarles porque no estamos abiertos a otros mercados".

Sin embargo, aclaró que “esta situación es así porque a los industriales les cobran impuestos altísimos y en Argentina tenemos unas leyes laborales muy complicadas que encarecen todos los costos de producción”. 
“Ahí empieza el eterno problema del huevo y la gallina: donde los industriales no están en condiciones de competir porque tenemos un Estado que pone trabas a través de los impuestos que les cobra, ya sea a nivel nacional, provincial e incluso de tasas municipales, sean tributos o cargas laborales”, advirtió.
En este sentido, Dapena resaltó que este nuevo acuerdo con la Unión Europea obliga al Estado nacional y a los empresarios a que den una discusión.
Al ser un acuerdo impulsado por el sector público, se hace necesaria una revisión por parte del Gobierno acerca de las condiciones que le dan y, sobre todo, las que no le dan al sector industrial para que pueda invertir y ser competitivo. “A partir de que el Estado cumpla con su cuota, si el empresario no aprovecha las oportunidades ya es un problema de él, pero el Gobierno nacional y los provinciales y municipales se tienen que plantear seriamente cómo hacer para volvernos un país competitivo, porque la carga tributaria y la laboral que tiene el país son tremendas”.
“Lo peor de todo -agregó Dapena- es que, con esa carga tributaria y laboral, aún tenés un Estado que no cumple con sus funciones. La gente paga por seguridad privada (los que viven en los barrios privados); por medicina privada, los que la pueden pagar; por colegios privados, entonces ahí empieza la problemática de fondo, cuando uno habla de problemáticas estructurales”. 
Puso el foco en que “entonces esto (el acuerdo) es bueno porque desde afuera nos están marcando la cancha y nos están diciendo: ‘Acá abrimos todo y hay que competir’”.
“No puede ser que la mitad del precio de un auto argentino sea impuestos. En Europa esa carga no la tenés”, criticó.
El economista afirmó que es posible ser un país competitivo: “Chile lo hizo, a pesar de ser un país que no tiene los recursos que tiene la Argentina y, sin embargo, tienen menos pobreza que nosotros y más desarrollo. Están muy bien”.
“Este acuerdo nos da la posibilidad de tener una discusión seria acerca de cómo ser competitivos, en la cual todos tienen que sacrificar algo: el Estado nacional tiene que aflojar la carga tributaria reduciendo algo de todos los impuestos internos que tenemos, como el impuesto al cheque o Ingresos Brutos, que nos dejan afuera del mercado, al igual que las cargas laborales”, dijo. 
Dapena sostuvo que “hay muchas cosas que podrían mejorarse para que tomar empleados no sea tan caro, porque si no, se termina precarizando el trabajo”, y que del lado de los empresarios deben “entender que hay que trabajar con una nueva modalidad y que si no se reconvierten y se vuelven competitivos van a estar en problemas”.
Finalmente, destacó que “Argentina es tremendamente competitiva en el campo, aunque a muchos sectores no les guste y lo critiquen. Una semilla de soja tiene un componente genético de avanzada tremendo, es decir que somos eficientes en eso, que es donde son débiles en Europa, y nosotros somos mucho más competitivos que ellos en este aspecto”, pero que “si hablamos de autos, estamos muy mal”.
“Esto demuestra que cuando los argentinos quieren desarrollar tecnología y ser eficientes lo pueden hacer muy bien. No solo la soja argentina tiene mucha tecnología encima, también la carne. El problema es que nos encerramos en una discusión estéril sobre la inconveniencia de exportar productos primarios, cuando en realidad, si somos buenos en eso, deberíamos aprovecharlo y dejar que el campo siga produciendo bien”, concluyó.
 

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