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Una muestra convida a descubrir el diálogo entre el pincel y la cámara 

Se trata de imágenes intervenidas por el arte plástico, de Silvina Pirola y Juan Martín Roldán, que estarán expuestas hasta el 20 de septiembre en el Espacio de Arte Fundación OSDE.
Miércoles, 28 de agosto de 2019 10:34

 

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María de los Ángeles Rojas
El Tribuno

Hasta el 20 de septiembre en el Espacio de Arte Fundación OSDE (Vicente López 585) se puede visitar la muestra “Pictofotos: diálogo y deconstrucción”, de Juan Martín Roldán y Silvina Pirola. Roldán (46) es periodista, fotógrafo y artista. Pirola (54), profesora de Educación Preescolar, técnica en Producción Agropecuaria y artista plástica. Hace un año ella vio un paisaje de los Valles Calchaquíes, cerca de Colomé, que había retratado y posteado en Instagram Juan Martín. Ella lo copió en óleo sobre tela y se lo enseñó a él, que no dudó en proponerle un trabajo conjunto. Se reunieron para hallar puntos de contacto entre sus obras y así erigir una plataforma desde la cual poder retroalimentarse. Esa primera aproximación evidenció una simetría temática entre los cardones captados por la lente de él y los obeliscos producto de la mano de ella. Pero la senda de los trazos del lápiz, el pincel y la espátula recreando los paisajes propuestos les pareció muy lineal a ambos. “Era imitar lo inimitable”, definió ella. Así surgieron las pictofotos. 
Pirola venía de desarrollar diversas etapas previas: el tango, los prostíbulos, el obelisco, el campo y el puerto de Buenos Aires. “Por más que hace veinte años vivía acá en Salta no podía hacer ningún cerro, ni una ondulación, porque no era mi horizonte, pero cuando fui a correr en el cerro como hábito, ahí lo descubrí y no me lo pude sacar de encima hasta que lo empecé a dibujar, porque mi pintura tiene que ver con la experiencia vivida. Hasta lo que invento pasó por mi cuerpo primero”, describe. Antes de conocer a Juan Martín ella ya pintaba cerros, pero la deconstrucción e intervención le demandó cambiar de materiales y buscar otros recursos. También destaca que la base hecha supuso un desafío particular. 
Las pictofotos son para Pirola y Roldán “capturas fotográficas que se desdibujan y, al mismo tiempo, se continúan con manchas, salpicaduras, trazos que juegan con las formas plasmadas en la foto”. 
La fotografía intervenida con pintura no es nueva, dice Roldán y cita al alemán Gerhard Richter (37), cuyo estilo de fotografía-pintura a principios de los 60 fundía la iconografía periodística y retratos de familia con un realismo austero; pero este, como otro puñado de artistas, se desdobla y se reintegra a sí mismo. “Lo diferente en nosotros es que seamos dos artistas que confluyen en una misma obra y así se ve más enriquecida en estas dos miradas que terminan ofreciendo una realidad”, acota Juan Martín. 

 


Del diálogo que mantuvieron durante un año y que derivó en la muestra se puede distinguir una evolución en tres etapas que va desde la imitación o continuidad del paisaje hasta el desarme que lo hace estallar y luego lo rearma en otra obra. 
“Ella tenía cierto miedo y me decía: ‘Te voy a destruir la foto’”, comenta Roldán y la vacilación de Pirola se justifica en la tensión entre el fotógrafo y el artista cuando media una cortina entre ambos cuya materialidad (humo, agua o cemento) dependerá de la generosidad del primero. “Me considero un comunicador: periodista, fotógrafo y artista. Sabía que había que crear algo nuevo. Si yo le decía a Silvina: ‘Esa parte de la foto no la toques porque a mí me gusta lo que logré con ese matiz’” y me ponía celoso no tenía sentido embarcarnos en esto”, asegura él.
“Esta búsqueda terminó en algo que aún no pudimos mostrar: en un proyecto. Hay una profundización de ese camino. Hay tres o cuatro obras que representan aquello a lo que queríamos llegar”, reconoce ella y deja abierta la puerta a un concepto continuo. De estas más logradas destacan “Iruya imaginada”, una foto impresa sobre papel de algodón y celulosa (ver imagen), que fue intervenida con óleo, tintas, témperas y acrílico. “A partir de un plano clásico de la capilla de Iruya con los cerros atrás, Silvina creó una Iruya completamente diferente, loca y alucinada”, evalúa él, y el elemento más onírico tal vez sea el Arco de Triunfo de París, trasplantado al pueblo colgado de la montaña, al que también dotó de puentes. O “El faro del fin del Norte”, un plano de lejos desde la Loma Balcón hacia San Lorenzo, donde Silvina dibujó un faro que remite al existente en la ciudad de la costa atlántica donde nació su papá. Así fue sacando elementos de distintos lugares como la pirámide de vidrio y aluminio del Museo del Louvre, diseñada por el arquitecto Ieoh Ming Pei. A través de su mirada interior se trascuelan experiencias, y símbolos y fragmentos de lo más insospechados pueblan los Andes, las yungas, la Puna.
A la foto en toma directa en blanco y negro de Florentina Tolaba -sacada por Roldán durante una incursión para el programa televisivo “Los Nadies”, del que él es director, conductor y guionista- la rodean rostros de Pirola -óleos sobre papel- en pinceladas por momentos desmigajadas y por momentos frenéticas, cuyos títulos constituyen por sí mismos microrrelatos como “Te engrupieron los otarios” o “Corazón cerrado por derribo”.
O donde Roldán vio en unas dunas ondulantes un ombligo femenino dispuesto a volverse cicatriz redonda en medio del vientre, después de romperse y secarse el cordón umbilical, Pirola entrevió otro maternar: una ruta de bola de hockey, femenina pero colectiva, aquella herramienta para fijar estructuras y pequeñas combinaciones entre jugadoras de un equipo. Por eso la raya rabiosa del lápiz y el marcador que sobre la foto la convierten en una superficie quebrada, pero con el riesgo de los siete años de dolor desactivado. Y luego él se las compuso para que en el texto que acompaña la pictofoto los tránsitos se conciliaran: “Líneas. Marcadas, finas, delicadas. Un cuerpo que descansa luego del acto creador. Piel de arena, en un juego. Una pelota se desliza, dinámica de lo impensado”.
 

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