¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

13°
20 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Una vida que se sobrepuso a la violencia

María Pía Ceballos, subsecretaria de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad
Domingo, 01 de marzo de 2020 01:19

María Pía Ceballos es una luz especial que brilla gracias a un trabajo colectivo. No se puede pensar solo en ella sin saber que tiene a todo un colectivo apuntalando su tarea.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

María Pía Ceballos es una luz especial que brilla gracias a un trabajo colectivo. No se puede pensar solo en ella sin saber que tiene a todo un colectivo apuntalando su tarea.

Ella es una mujer trans, que viene del interior, de una familia atormentada por el patriarcado y con toda la genética afroindígena del Chaco salteño. Está claro que tiene a todo un mundo a contramano y sin embargo hoy, a sus 36 años, llegó a un alto cargo político en el que deberá seguir demostrando que la lucha se construye desde abajo, desde las calles y con las banderas en alto. 

Desde el primero de febrero María Pía se desempeña en la Subsecretaría de Igualdad y Diversidad del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación. 

Pero el camino hasta hoy fue más largo si se lo mira desde su perspectiva.

Cuando habla de su mamá, el relato se vuelve dolor y reconocimiento. Graciela se escapó de un matrimonio tormentoso, desde Tartagal a Salta, con sus tres hijas. María Pía es la más grande y Patricia e Ivonne las más chicas.

“Yo admiro la valentía de mi mamá para huir con nosotras que éramos muy chicas, venir a la ciudad sin nada y así criarnos en la honestidad como una premisa fundamental. Como mi mamá alquilaba andábamos por todos lados. Yo tengo el recuerdo de una pieza muy pobre en Villa Primavera cuidando a mis hermanitas y mi mamá saliendo a trabajar de lo que sea. Ya cuando tenía siete años mi mamá juntó plata y pudo armar una verdulería en la vereda en donde yo también ayudaba en el trabajo. Así comenzamos a salir adelante. Graciela es mi heroína”, dijo anudada en el llanto.

Hizo su primaria en la escuela Juan Carlos Dávalos, de Villa Primavera. Luego fue a un colegio secundario en donde comenzó a sentir el rigor de la discriminación; solo duró tres meses. “Me golpeaban por mi gestualidad, me pegaban por puto, por maricón, me lo decían y pensaban que podían cambiarme a golpes”, dijo con crudeza.

Pasó entonces al nocturno Mariano Cabezón y cambió todo; comenzó a expresar lo que sentía en lo más profundo. Cuando pasó a cuarto año tuvieron que mudarse al barrio de Limache y María Pía también emigró al secundario Juan Carlos Saravia. De ahí, como casi en todas nuestras vidas, no se olvidará jamás de sus compañeras/amigas del secundario.

“El grado de empoderamiento fue grande. Fue la primera vez que me pude poner tacos altos y pollera. Salir a bailar con mis amigas, disfrutar de la noche y reír; ir a un boliche. No me olvido más de esas noches”, dijo plena de recuerdos alegres.

Sin embargo también comenzó a ver las cosas de otras manera, las otras realidades. Sin saber cómo comenzó su militancia por la educación sexual integral. Algunas compañeras eran las afectadas y comenzó también a experimentar la lucha colectiva como método.

Pasó luego a Historia, en la Facultad de Humanidades, en la Universidad Nacional de Salta en donde la academia le ganó a la realidad. Fueron sólo tres años de cursado y la picadora de carne hizo su negocio de expulsar a María Pía. “Era una historia medieval en la actualidad. Comencé a descubrir las diferentes formas de violencias hasta que ya no di más y me di por expulsada”, aseguró y dejó abierta la reflexión sobre la discriminación en una facultad que debería ser mucho más inclusiva.

Ese abandono fue la bisagra para comenzar a trabajar en la militancia como activista trans organizando talleres y encuentros para aquellas compañeras que estaban en situación de calle, en la prostitución, afectadas por la falta de trabajo. Ella nunca ganó ni un peso. 

El camino le fue enseñando 

Cuando emigró a la ciudad de Rosario de Santa Fe experimentó en carne propia lo que es el desarraigo, la violencia, la soledad, la crudeza de las historia de las trabajadoras sexuales. “A nadie le importa ‘las cuerpas’ (SIC) que se convierten en simples objetos que se utilizan y luego se tiran. La violencia sexual es hacia todo, es amplia”, dijo.

En esa amplitud aprendió a tejer alianzas y se volvió a Salta. Una tecnicatura en Trabajo Social le dio las herramientas teóricas. “Yo intentaba conseguir trabajo y no podía. No llegaba ni a las entrevistas laborales. Cuando quise entrar a la entrevista para técnica del Programa de Relevamiento de Comunidades Indígenas del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas me sacaron antes de entrar. Yo presenté un reclamo, en el año 2013, y finalmente ingresé como relevadora y comencé a trabajar en las comunidades originarias de los valles Calchaquíes y Lerma. Ese trabajo y todo lo leído me demostraban que hay que luchar por todos los colectivos y comunidades. Por las mujeres, por la comunidad trans, las aborígenes, les pobres; todas las banderas deben ir juntas”, dijo abandonada de todo prejuicio.

Paralelamente trabajó por la diversidad sexual mano a mano con ATTA (Asociación de Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina) y de la MTA (Mujeres Trans Argentina) e ingresa como parte del Ministerio de Derechos Humanos de la Provincia. “Entonces nombres como Mary Robles, Pamela Calletti o Rosaura Gareca empiezan a trazar políticas de género en Salta, a programar una agenda de actividades, capacitaciones, campañas. En 2017 organizamos un gran encuentro de la diversidad, de las disidencias y los traemos a Sudor Marica, las primeras intervenciones en el HPMI (Hospital Público Materno Infantil), y tantas otras acciones concretas que realizamos en esos tiempos”, dijo con un aire de nostalgia.

En el 2018 ingresa al Observatorio de Violencia contra las Mujeres integrando el directorio por concurso. Ya es cuando se puede decir que es un cuadro fuerte de militancia.

Al día de hoy, junto a la ministra Elizabeth Gómez Alcorta tendrá la dura tarea de que sea el Estado quien finalmente busque las respuestas para comenzar a transitar un camino que luche contra las desigualdades y a toda forma de violencia machista por sobre mujeres y todas las diversidades o disi dencias sexuales.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD