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El futuro del lenguaje inclusivo

Martes, 04 de febrero de 2020 02:03

El llamado hoy "lenguaje inclusivo", decir "todes" en lugar de "todos" o, "amigues" en lugar de "amigos" o "amigas", tiene el valor sociológico de despertar conciencia sobre las desigualdades todavía existentes entre los hombres y las mujeres, alertar sobre los restos de patriarcado aún vigentes, etc. En ese sentido el "lenguaje inclusivo" es bienvenido y necesario, aunque difícilmente logre (esto dependerá de sus alcances futuros), instalarse en el tiempo como un real hecho lingístico, por varias razones:

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El llamado hoy "lenguaje inclusivo", decir "todes" en lugar de "todos" o, "amigues" en lugar de "amigos" o "amigas", tiene el valor sociológico de despertar conciencia sobre las desigualdades todavía existentes entre los hombres y las mujeres, alertar sobre los restos de patriarcado aún vigentes, etc. En ese sentido el "lenguaje inclusivo" es bienvenido y necesario, aunque difícilmente logre (esto dependerá de sus alcances futuros), instalarse en el tiempo como un real hecho lingístico, por varias razones:

- La lengua no es un listado o suma de palabras sueltas, sino un sistema donde todos los términos son solidarios entre sí, de manera tal que si cambiamos, agregamos o sacamos, una palabra, lo que se modifica no es sólo esa palabra sino todo el sistema. Esos cambios y alteraciones son incalculables e impredecibles, pudiendo producirse, por ejemplo, modificaciones en la economía verbal que obliguen a la utilización de mayores circunloquios, elipsis, aclaraciones, etc., para decir las cosas.

- La significación de una palabra no depende de ella misma sino de las otras palabras que la rodean, que le anteceden o le siguen, en la frase u oración, es decir, el verdadero significado de una palabra no está en la palabra misma, que como tal está vacía, sino en la articulación con los otros significantes.

- El valor de una palabra está fuera de ella. Lo dice muy claramente De Saussure, quien aún cuando haya sido "superado", en parte, por lingistas posteriores, sentó las bases de la lingística como ciencia y enunció preceptos irrefutables: "La lengua es una forma, no una sustancia".

Muchos de quienes pregonan el lenguaje inclusivo saben perfectamente todo esto y su intencionalidad por consiguiente se reduce a despertar conciencia y alertar sobre los prejuicios machistas, segregacionistas, la inequidad, etc. Otros en cambio creen, erróneamente, que podría implicar en lo inmediato un verdadero cambio lingístico.

Como todo sistema, la lengua está regida por leyes que en su caso son complejísimas e inmanejables voluntariamente, de manera tal que la alteración deliberada de las palabras, el cambio de las vocales o la supresión, por ejemplo, de los acentos (como propuso en algún momento García Márquez) ocasionarían a la vez corrimientos y modificaciones en las leyes gramaticales, sintácticas, fonéticas, fonológicas, semánticas, que rigen el sistema en su totalidad.

Sabemos, por Ferdinand De Saussure, que nadie (ningún hablante o grupo, salvo algunos contados artistas) puede realizar cambios en la lengua aunque se lo proponga, dado que la lengua es inmutable y no está completa sino en el conjunto de la comunidad de hablantes, aunque a la vez la lengua sea mutable y no deje de cambiar todo el tiempo, no a causa de las decisiones de un sujeto en particular o un grupo de personas interesadas en cambiar las palabras, sino por los múltiples factores, influencias y aportes que la lengua recibe a cada momento (factores sociales, económicos, migratorios, políticos, históricos, tecnológicos, etc.).

Los desplazamientos

Son conocidos los cambios deliberados en el léxico, donde la carga semántica repudiada termina yendo a parar a las nuevas palabras que pretendían suprimirla.

Pasó con palabras como "idiocia", cambiada por "debilidad mental" que a la vez no tardó en revestirse de una significación peyorativa que obligó a cambiarla por la de "capacidades diferentes" y así sucesivamente. No sería de extrañar que vocablos como "todes" o "amigues", puestos a andar en el habla cotidiana, acaben paradójicamente, en oposición a los fines para los que fueron creados, deslizándose y expresando posiciones machistas y paternalistas que obliguen a sustituirlas por "todus" o "todis" y así por el estilo. Nadie está en condiciones de calcular ni manejar los cambios que se operan en la lengua.

En síntesis, para lograr una modificación ("inclusiva" en este caso) de la lengua, en relación con cuestiones de género, el cambio de algunas palabras no sería suficiente y la modificación podría no ir más allá de decir "todes" o "amigues" durante algún corto tiempo para después desplazarse semánticamente o caer en el olvido.

Para un efectivo cambio habría que intervenir en la estructura misma del sistema y tocar no sólo los vocablos sino más bien las leyes internas de la lengua que hacen a su funcionamiento, cosa por demás imposible.

Nadie puede imponer en la práctica cuáles palabras deben utilizarse y cuáles no. Ni siquiera la institución de la Real Academia de la Lengua posee una efectiva determinación sobre la evolución o el uso de las palabras.

Más bien es al revés, los usos del habla corriente terminan imponiéndose y siendo aceptados por la Real Academia. Además esos cambios en el uso corriente de la lengua son involuntarios y no se dan de un día para otro, sino lentamente a través de desplazamientos casi imperceptibles, aun cuando hoy en día sean más acelerados. El éxito o el fracaso del llamado "lenguaje inclusivo" dependerán, en definitiva, no de las decisiones reivindicativas y justas de quienes lo promueven, sino de la inserción que, en el tiempo, los nuevos usos pudieren llegar a tener en el sistema de la lengua.

De todos modos el intento ya vale. Cuestionar la colonización que se ejerce a través de la lengua es necesario y urgente, pero sin que ello implique que cada cual pretenda crear su propia lengua, porque en ese caso nos salimos de la convención y del lazo social, tal como ocurre en la psicosis. Algo de ello pareciera estar ya sucediendo en estos días.

Inclusión

Por otra parte, decir "lenguaje inclusivo" suena a un pleonasmo o redundancia. Podríamos decir que toda lengua es inclusiva desde el momento en que no hay un sujeto anterior al significante.

La lengua se corporiza, se hace carne, luego adviene de allí un sujeto que deberá posicionarse en ella de algún modo, con mayor o menor suerte. O sea, hay que desterrar la idea de que la lengua es una mera herramienta o un instrumento para la comunicación, que primero hay pensamientos y que después el lenguaje permite expresarlos.

El sujeto humano no es sólo un ser hablante, sino fundamentalmente un ser hablado por el lenguaje, sujetado por el significante.

Más allá de estas disquisiciones, lo importante es la lucha contra el machismo, la segregación, la exclusión, la violencia.

Queda para otro artículo señalar las diferencias entre patriarcado, función paterna y machismo.

 

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