¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

21°
4 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Sin crecimiento, la deuda y el déficit serán insolubles

Nota editorial
Domingo, 09 de febrero de 2020 00:48

La economía argentina atraviesa momentos complejos y amenazantes, frente a los cuales el presidente Alberto Fernández parece dispuesto a adoptar una actitud proactiva.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La economía argentina atraviesa momentos complejos y amenazantes, frente a los cuales el presidente Alberto Fernández parece dispuesto a adoptar una actitud proactiva.

Es cierto que la agenda económica y las relaciones internacionales están dominadas por el replanteo de la deuda externa, de manera de sortear el riesgo del default. Pero ninguna solución será duradera si la Argentina no es capaz de diseñar un plan de desarrollo a largo plazo, que contemple equilibrio en las cuentas públicas, eficiencia y competitividad productiva, y garantías jurídicas e institucionales para los acreedores.

El nuestro es un país endeudado porque gasta más de lo que ingresa; ese déficit se debe corregir con crecimiento, porque de lo contrario las soluciones serán aparentes y derivarán en más deuda, más inflación y más carga impositiva. Finalmente, en más recesión.

El apoyo del Congreso a la renegociación de la deuda contrasta con la declaración por aclamación del default, 18 años atrás, mientras el país se sumergía en una de sus crisis más dramáticas.

El déficit de la economía argentina debe ser resuelto por el país y la deuda hay que honrarla.

Según la Secretaría de Finanzas de la Nación, en el tercer trimestre del año pasado, el endeudamiento total del Estado era US$ 324.000 millones; la mitad US$ 154.400 millones es deuda externa, aplicando el criterio de residencia del acreedor. El gran problema lo plantean los plazos perentorios de vencimiento y la persistente caída de la recaudación.

En este punto, por una vez, el análisis debe incluir la dimensión mundial del endeudamiento. Según informes del Banco Mundial, la deuda de las economías emergentes y en desarrollo alcanzó un récord de US$ 55 billones en 2018, equivalente al 170% de su PBI; es el aumento más grande, rápido y generalizado en casi cinco décadas. A fines del año pasado, el Fondo Monetario Internacional, a su vez, estimó la deuda total global (pública y privada, incluyendo a economías desarrolladas) en US$ 188 billones, equivalentes al 230 % del PIB global.

La oscilación periódica de las tasas y el bajo crecimiento exponen a los países menos desarrollados a una severa vulnerabilidad financiera.

El Banco Mundial pasa revista a las economías de las últimas cinco décadas y señala cuatro oleadas de endeudamiento: a principios de los 80, que empezó en México y arrastró a Brasil y Argentina, entre otros países.

En los 90, la segunda oleada puso en crisis a las prósperas economías de Asia y arrastró a la devaluación a muchos otros países. En 2008, la quiebra de Lehman Brothers generó la peor crisis global en 80 años. Actualmente, la última oleada se expande por el mundo con nuevos acreedores, y con endeudamiento público y privado.

El crédito fue el instrumento que a partir de la modernidad hizo posible la empresa y el desarrollo económico y tecnológico. Cuando el sistema financiero hegemoniza la economía, todo el sistema productivo y comercial colapsa.

Por ese motivo, la situación actual es alarmante para la Argentina y para el planeta. Entre los apoyos que recibió el presidente Fernández para la negociación de la deuda se destacan el del presidente Donald Trump, los jefes de Estado de los países desarrollados y, especialmente, el del Papa Francisco.

Sin embargo, el gesto del Pontífice va más allá del respaldo a su país natal. Ante un auditorio compuesto por autoridades de los grandes organismos internacionales y académicos de todo el mundo, Francisco reclamó un cambio económico para que "los mercados estén al servicio de los pueblos y no los pueblos al servicio de los mercados".

La deuda que se toma para prorrogar el déficit fiscal solo multiplica la pobreza.

El acuerdo para el refinanciamiento debe ser sostenible y acompañado de un programa sólido de crecimiento productivo y reducción del gasto en función del PBI.

Hasta ahora, las experiencias del país en materia de endeudamiento fueron traumáticas. En una coyuntura compleja, el gobierno ha logrado un respaldo sumamente importante como para intentar cambiar ese curso de la historia.

.

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD