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Con la madera del Libertador

Martes, 10 de marzo de 2020 00:00

Josefa Dominga Balcarce y San Martín, a la que llamaban cariñosamente "Pepita", nació en Grand Bourg, muy cerca de París, el 14 de julio de 1836, día en que se conmemora la Revolución Francesa. Y, por cierto, su vida fue un ejemplo de los ideales que embanderaron a Francia en 1789: Liberté, Egalité, Fraternité.

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Josefa Dominga Balcarce y San Martín, a la que llamaban cariñosamente "Pepita", nació en Grand Bourg, muy cerca de París, el 14 de julio de 1836, día en que se conmemora la Revolución Francesa. Y, por cierto, su vida fue un ejemplo de los ideales que embanderaron a Francia en 1789: Liberté, Egalité, Fraternité.

Sus padres, Mercedes Tomasa de San Martín y Escalada, la querida hija del general San Martín,y Mariano Severo Balcarce, médico y diplomático argentino, hijo del general Antonio González Balcarce, vivían en la gran casa de tres plantas que el libertador había comprado en Grand Bourg, un lugar tranquilo y cercano a Petit Bourg, la mansión del Marqués Alejandro Aguado, su antiguo compañero de armas en el ejército del Rey y que se había convertido en un hombre de gran fortuna.

En la mansión de Aguado se realizaban tertulias y los días jueves se almorzaba con artistas, escritores e intelectuales de París. Así, San Martín conoció y trabó amistad con Honoré de Balzac y Giachino Rossini. Curiosamente, Balzac, murió al día siguiente de San Martín, el 18 de agosto de 1850. La familia San Martín y Balcarce alternaba la casa de Grand Bourg con una propiedad que el libertador había comprado (con los sueldos acumulados por sus servicios en la Argentina, Chile y el Perú y auxiliado por Aguado) en París, en la Rue Saint Georges N§ 1. Pasaban muchos meses al año en Grand Bourg, la confortable casa con salones, escritorio, despensa, cochera para carruajes y un bello jardín donde el prócer cultivaba rosas y dalias. Alberdi y Sarmiento lo visitaron en esa "casa de campo", como él la llamaba (en Buenos Aires, en Palermo, hay una réplica de esta bella casa en donde funciona el Instituto Nacional Sanmartiniano).

Josefa Dominga tenía una hermana tres años mayor, María Mercedes, quien había nacido en Buenos Aires, cuando Mercedes y Mariano viajaron a la Argentina para realizar trámites y ordenar papeles y propiedades de la familia. María Mercedes falleció a los 27 años por una mala praxis médica, lo que sumió a su madre en un gran dolor.

María Mercedes y Josefa Dominga eran adolescentes cuando murió su abuelo en Boulogne-Sur-Mer, una ciudad marítima alejada de la agitación de París y a donde la familia se trasladó en 1848, precisamente a causa de las revueltas que depusieron al rey Luis Felipe.

Mercedes y Mariano entonces vendieron la casa de Grand Bourg (donde hasta el presente funciona una orden religiosa) y compraron el llamado castillo de Brunoy o le Petit Chateau, una antigua construcción en esa ciudad vecina a París y que había pertenecido al conde de Provenza, el futuro Luis XVIII. Allí se mudaron con sus hijas. Cuando falleció María Mercedes, construyeron en esa propiedad una bóveda y llevaron a Brunoy los restos del general San Martín que habían permanecido en la capilla de Boulogne-Sur-Mer. En ese lugar estuvieron, en especial por voluntad de su hija que no deseaba separarse del padre al que tanto había reverenciado y querido, hasta su traslado a Buenos Aires. Luego de la muerte de Mercedes, en 1875, Josefa Dominga, su marido Fernando Gutiérrez de Estrada y Mariano Balcarce, aceptaron el pedido del gobierno argentino para que los restos fueran repatriados, lo que ocurrió en 1880.

La joven Josefa había sido testigo del sufrimiento de sus padres por la muerte de María Mercedes y la partida de su abuelo. Siempre recordaba sus anécdotas y los paseos en carruaje o a pie por Grand Bourg o París. Y recordaría los viajes en tren desde Boulogne-Sur-Mer. También evocaba a su abuelo en el taller de carpintería de la gran casa, en la huerta o en el jardín, o, silencioso, recorriendo con la mirada los cuadros marinos de la sala y que él mismo había pintado cuando la vista todavía no se le nublaba por las cataratas. El general estaba casi ciego y su hija Mercedes solía leerle la correspondencia, los diarios y los libros que él amaba.

Josefa Dominga se había casado en 1861 (al año siguiente de la muerte de su hermana) con el diplomático mexicano Fernando María de los Dolores Gutiérrez de Estrada, hijo de José María de Gutiérrez de Estrada, el célebre político monárquico propiciador del Imperio de México con las figuras de Maximiliano de Austria y Carlota de Bélgica en el trono.

La nieta del héroe

Luego de la muerte de Mariano Balcarce, el matrimonio Gutiérrez de Estrada prosiguió viviendo en el castillo de Brunoy.

Josefa Dominga se convirtió en la señora de la gran casa y tomó a su cargo las decisiones sobre los bienes y el legado de su abuelo.

Comenzó una importante correspondencia con Bartolomé Mitre y con las autoridades de la Argentina para hacer cumplir la voluntad de San Martín. De este modo, el abundante y rico material epistolar del libertador, documentos y testimonios fueron enviados a Mitre con el propósito de que se escribiera la primera gran historia sobre el héroe.

En 1895, Josefa Dominga donó todo el mobiliario que había pertenecido a su abuelo al Museo Histórico Nacional con un croquis de la ubicación de los muebles tal como habían estado en la habitación de San Martín para que fueran contemplados por todos los argentinos.

El matrimonio Gutiérrez de Estrada alternaba París con Brunoy.

 Cuando falleció Eduardo en 1904, Josefa decidió llevar adelante una obra que tenía que ver con la solidaridad y la fraternidad que le había inculcado su abuelo. Así nació la Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada para atender a los necesitados, en especial a los ancianos. La mansión de Brunoy sería la sede de este establecimiento, con sus habitaciones, patios y huerta y un agregado, de hospital, enfermería y sala de operaciones. La Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada se mantiene hasta nuestros días como un hogar de ancianos.

Mujer enormemente culta, Josefa Dominga, hablaba perfectamente el castellano y el francés, las dos lenguas que se usaban en la casa San Martín y Balcarce. Algunos sobrinos por línea materna, solían visitarla en Brunoy y le transmitían los cambios y avances de la Argentina, país al que tanto amó pero que nunca llegó a conocer.

 Coraje de mujer

París era ya la ciudad luz, con su torre Eiffel, sus artistas, sus avenidas, sus cafés y sus teatros transitados por pintores y poetas como Manet, Renoir, Degas y pronto por Picasso, Juan Gris y Apollinaire... Durante la Primera Guerra Mundial, la Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada brindó sus servicios como hospital.

En una oportunidad, ante la presencia de heridos alemanes, Josefa Dominga ordenó que las puertas se abrieran para que los soldados enemigos fueran asistidos. Cuando finalizó la guerra, Francia reconoció su generosidad y heroísmo y le otorgó la Legión de Honor. A finales de la guerra, en 1918, ante la inminencia de un terrible ataque alemán, el gobierno ordenó la retirada de los habitantes de Brunoy, pero Josefa Dominga no obedeció y su hospital permaneció abierto para atender a los heridos.

Este acto heroico le valió la condecoración de la Cruz Roja. Continuó con su trabajo solidario hasta sus últimos días. Murió en Brunoy el 17 de abril de 1924, a los 87 años. Había legado en su testamento todos sus bienes al Patronato de la Infancia y a la Sociedad Filantrópica de París. Los franceses bautizaron a una importante calle de Brunoy con su nombre.
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