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La pandemia altera al mundo e impone nuevas conductas

Nota editorial
Domingo, 15 de marzo de 2020 01:27

La pandemia de coronavirus es un problema internacional de salud pública, de enorme gravedad debido a que el virus que la produce es una mutación contra la que el organismo humano no tiene anticuerpos y la ciencia no tuvo tiempo aún para generar la vacuna.

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La pandemia de coronavirus es un problema internacional de salud pública, de enorme gravedad debido a que el virus que la produce es una mutación contra la que el organismo humano no tiene anticuerpos y la ciencia no tuvo tiempo aún para generar la vacuna.

Pero además de la emergencia sanitaria, que ya se cobró más de 5.000 vidas, la pandemia parece encaminar al mundo a una catástrofe económica.

Hasta ayer, unas 150 mil personas habían sufrido el contagio por coronavirus COVID-19 en más de 140 países desde que en diciembre pasado en China se detectaran los primeros casos. En la segunda potencia económica del mundo, la pandemia hizo estragos en las primeras semanas y allí se registraron más de 80.000 casos y unas 3.200 muertes.

El COVID 19 circula a enorme velocidad y se transmite por contacto directo, cuando las personas comparten espacios cerrados. Las gotitas de Flgge son partículas diminutas expelidas al hablar, toser, estornudar; diseminan los gérmenes y contaminan mesas, utensilios picaportes y pasamanos. El virus es implacable con las personas mayores, los inmunodeprimidos o quienes presentan patologías previas.

Al desplazarse por vía respiratoria y no haberse desarrollado aún una vacuna, la epidemia requiere que se adopten medidas extremas de parte de las autoridades del Estado y que millones de personas modifiquen sus conductas.

La decisión de suspender espectáculos o reuniones de carácter masivo no son caprichos. Los países más castigados debieron paralizar gran parte de sus actividades para frenar el contagio. China, Corea y Singapur lograron sobreponerse al primer impacto; Italia, Irán y España atraviesan momentos muy difíciles aún ahora. En tanto, Alemania ha actuado con realismo y su presidenta Angela Merkel, ya advirtió que el 60 % de los residentes va a sufrir la infección. La contracara de esta actitud la mostró el presidente estadounidense Donald Trump, que en un primer momento minimizó la epidemia y desoyó los consejos médicos, aunque finalmente suspendió los vuelos procedentes de Europa.

Una emergencia como esta requiere decisiones que se ajusten a los criterios médicos. Cuando se avizora una catástrofe, hay que eliminar la improvisación, y las opiniones sin base científica pueden tener efectos nefastos.

La Organización Mundial de la Salud aconseja no prestar atención a las versiones que circulan por las redes digitales, que pueden nacer de la desinformación, las noticias falsas, el miedo o la mala fe; al mismo tiempo, convoca a la ciudadanía a acatar las indicaciones oficiales, porque si no se modifican las conductas, la pandemia puede ser imparable.

Es necesario comprender que si las entidades deportivas mundiales suspenden o postergan torneos y toman especiales recaudos para la atención de los atletas; si se limita al extremo el desplazamiento de personas, se aconseja evitar las reuniones y las empresas y universidades analizan la instrumentación de sistemas para el trabajo y el estudio a distancia, es porque la crisis es muy severa.

Si el contagio no se frena, los afectados serían miles de millones de personas, con riesgos de mortandad equivalentes a los de una guerra planetaria. China y Corea ya han demostrado que, con disciplina, se puede evitar el Apocalipsis.

Por eso, no debería sorprender si las autoridades sanitarias resuelven suspender las clases en todos o algunos niveles de enseñanza.

La incertidumbre condiciona la vida en todo el planeta. Los principales mercados bursátiles, que marcan el pulso de la economía mundial sufrieron caídas comparables a las de 1929 y 2008. La economía global crecerá apenas 2,4% este año, la tasa más baja desde 2009. China, que en noviembre proyectaba un crecimiento del 5,7% para 2020, hoy espera apenas 2,9%. La caída de la gran potencia asiática reducirá el movimiento comercial y, especialmente, el volumen de sus importaciones, que son vitales para muchos países.

Estamos en emergencia y es de esperar que las autoridades de todo el país actúen como corresponde. Y es aconsejable escuchar con atención al director de la OMS, Tedros Adhanom: "Es tiempo para los hechos, no para el miedo; para la ciencia, no para rumores; para la solidaridad, no para el estig ma".

 

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