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La recordada finca de los hermanos Payo y su ejemplo

El norte sigue siendo un lugar de oportunidades para quienes quieran trabajar, como estos hermanos que llegaron en la primera década del siglo pasado desde España.
Domingo, 15 de marzo de 2020 01:27

Muchos norteños se preguntan cuál es la razón por la que las frutas, las verduras, los cítricos y las legumbres que se consumen en todo el norte provienen de otros lugares como la provincia de Jujuy, y en menor medida de la Colonia Santa Rosa, departamento Orán. Hubo varios intentos de implementar diversos proyectos productivos, pero todos terminaron en fracaso. Y los únicos que producen para el autoconsumo y para la venta en los pueblos cercanos son los guaraníes, que se ubican al costado de la ruta nacional 34, y proveen sobre todo choclo, maíz, maní, anco, mandioca y otras exquisiteses que tienen la ventaja de no estar contaminados con agroquímicos, porque afortunadamente los originarios mantienen inalterables las costumbres ancestrales en el trabajo de la tierra.

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Muchos norteños se preguntan cuál es la razón por la que las frutas, las verduras, los cítricos y las legumbres que se consumen en todo el norte provienen de otros lugares como la provincia de Jujuy, y en menor medida de la Colonia Santa Rosa, departamento Orán. Hubo varios intentos de implementar diversos proyectos productivos, pero todos terminaron en fracaso. Y los únicos que producen para el autoconsumo y para la venta en los pueblos cercanos son los guaraníes, que se ubican al costado de la ruta nacional 34, y proveen sobre todo choclo, maíz, maní, anco, mandioca y otras exquisiteses que tienen la ventaja de no estar contaminados con agroquímicos, porque afortunadamente los originarios mantienen inalterables las costumbres ancestrales en el trabajo de la tierra.

Cuando se implementaron los Planes Trabajar, hace más de 20 años, o cuando comenzaron a entregarse recursos para microemprendimientos siempre se mencionó la posibilidad de que cientos de desocupados pudieran dedicarse al trabajo de la tierra para asegurar, al menos, una parte importante en la alimentación familiar. Se entregaron herramientas, mangueras, tinacos, se brindaron capacitaciones pero fue inútil; la iniciativa nunca prendió.

Pero la posibilidad está siempre latente porque el norte, con sus dificultades y sus grandes problemas estructurales, sigue siendo un lugar de oportunidades para quienes quieran verlo como tal. Si no lo habrán sabido dos hermanos que llegaron en la primera década del siglo pasado desde España y que hicieron de un barrio de Tartagal que hoy lleva su apellido, un verdadero vergel.

Eran 14 hectáreas que se extendían desde la calle 12 de Octubre hasta la margen norte del río Tartagal. Si pudiéramos verla hoy, eran cientos de plantas cargadas de frutas que en hileras se perdían de la vista y que apenas soportaban el peso de las naranjas, seguidas por plantas de mandarinas, pomelos, limas y, por último, las quintas. Surcos en el suelo de tierra negra y recién regada dibujados de verduras frescas y abundantes; tomates rojos de una redondez casi perfecta. Cuando caía la noche cuadrillas de obreros dejaban los surcos para volver a sus casas con las bolsas al hombro cargadas de frutas y verduras para sus familias que los patrones les obsequiaban.

En el centro de la plantación, una casa amplia construída en madera con sus puertas cubiertas -nótese el detalle- con telas mosqueras, seguramente para evitar el ingreso de mosquitos como los que hoy tienen a maltraer a todo el norte.

Esa era la quinta de los hermanos José y Fernando Payo, nacidos en Orense, un pueblo de España donde aprendieron el trabajo de la tierra y que trajeron consigo hacia el agreste norte argentino. Llegaron en el año 1910 y dos años más tarde arribaban a ese caserío que era Tartagal. Tomaron como posesión esas 14 hectáreas y pusieron manos a la obra. Hoy ese lugar se transformó en el Barrio Los Payos, y si bien los ocupó un largo litigio con la firma Milanesi -propietaria de la finca Ñancahuasu donde se levantó el pueblo de Tartagal- la Justicia terminó por darle la razón a los dos españoles.

Fernando Payo

Un trabajo de sol a sol

La quinta de los Payo proveía de frutas, verduras, legumbres, cítricos y hortalizas al mercado central de Buenos Aires y la ciudad de Rosario, quedando el resto para el consumo local. Pero lógico, esto no fue así de la noche a la mañana. Requirió de mucho, muchísimo empeño, porque el día de los hermanos Payo comenzaba a las 4 de la mañana y finalizaba bien entrada la noche. Los asistía el conocimiento que tenían del oficio, por lo que comenzaron haciendo plantines, luego injertos usando las plantas de naranja agria, porque eran las más resistentes a las plagas y además -como el encanto de lo que se consume como alimento primero entra por los ojos- esas especies producían naranjas de cáscara brillosa que son una tentación.

Se decía que los Payo vendían la producción "parada", lo que significaba que el comprador cosechaba, encajonaba y trasladaba toda la producción. En aquellos tiempos tampoco se utilizaban pesticidas, por lo que lo que más se le ponía a la tierra era el esfuerzo, el trabajo que no conocía de fines de semanas largos, recesos ni nada parecido.

Con los años, Fernando se casó con Josefina Laura Barroso, una joven lugareña; su hermano quedó soltero, aunque con otra joven de la zona fue padre de mellizos. Décadas más tarde -alrededor de 1960 -iniciaron un loteo, donde muchas de sus plantas quedaron para quienes adquirieron esos terrenos. Pero habían transcurrido casi 50 años produciendo, dando trabajo y proveyendo a los grandes mercados concentradores, casi una quimera para estos tiempos a pesar de tantas posibilidades que antes no se tení an.

Ojalá que el recuerdo de La quinta de los Payo sirva de inspiración y ejemplo a los norteños, para ver que con esfuerzo, empeño y dedicación, se puede emprender y tener éxito.

 

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