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¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? La pregunta parece bizantina. Sin embargo, de acuerdo con los cosmólogos, parecería que primero fue el "huevo" que habría detonado a través de una "gran explosión" (el famoso "big bang"), de la cual surgieron "algún" tiempo después, o sea unos 14.000 millones de años más tarde- las gallinas y nosotros mismos. Aún así, en el caso de la Argentina, las cosas como siempre- no son tan simples.
Del mismo modo que todavía discutimos si fue el huevo o la gallina, también confrontamos respecto a si nuestra porfiada vocación de hacer siempre lo mismo y con idénticos resultados nos dará esta vez los beneficios que todos esperamos: menos inflación, crecimiento de la economía y un poco más de equidad en la distribución del ingreso, o sea, menos pobreza extrema.
La versión actualizada
En la Argentina de hoy, la versión actualizada del huevo y la gallina es la discusión de si primero debemos disponer de un plan estratégico de crecimiento dentro del cual se inscribiría la forma de pagar la deuda, o si, por el contrario, primero deberíamos ver cómo pagamos la deuda y luego definimos (o damos a conocer) el plan.
Dicho de otra forma, la discusión pasa por establecer si primero decidimos dónde pasar nuestras vacaciones de acuerdo con nuestras posibilidades y luego analizamos en qué medio viajar al destino elegido, o si, por el contrario, nos jugamos por un medio de transporte y después establecemos a dónde queremos viajar, aunque el destino que se acomoda al medio de transporte elegido no concilie con nuestras posibilidades económicas, con nuestras apetencias paisajísticas y climáticas, o con nada en definitiva.
Trasladado a los problemas de la Argentina de hoy, que son la inflación, la deuda externa e interna, el estancamiento y un larguísimo y patético etcétera, el debate "gallináceo" tiene, de un lado, al gobierno que "pone toda la carne en el asador" en la cuestión de la deuda, y del otro a un variopinto abanico de opiniones coincidentes en que los problemas de la Argentina no incluyen únicamente la deuda justamente sino y además, el ya mencionado "etcétera" junto a sus precedentes.
Cambio de pose
Del "soy heavy!" a "una quita, por favor". El presidente Fernández, cuando estaba en campaña, sostenía que "volveremos para ser mejores" y una promesa cumplida podría ser el hecho de que, en la anterior reestructuración de la deuda de los primeros Kirchner de 2003 en adelante se apeló al ingenioso mecanismo de pagar la deuda en dólares "como si" el 1 a 1 de la convertibilidad siguiera vigente; vale decir, se efectuó una quita unilateral del 75%, y como el dólar entonces estaba a 4 pesos, eso equivalía a "igualar" la deuda que se había multiplicado por cuatro en pesos, a la deuda en dólares expresada en pesos del 1 a 1.
Sin duda, de esa decisión unilateral que nos significó la pelea perdida con los fondos buitres y la necesidad de completar la renegociación anterior, se ha logrado un progreso, porque ahora se propone obtener una quita voluntaria que habrá que ver si se consigue, lo que no sería del todo probable habida cuenta de que no es muy razonable prestar 100 y que nos devuelvan algo menos y menos probable es que el acreedor simpatice con esta idea, más allá de que resulta menos probable todavía que nuevos acreedores nos presten ahora 100 para terminar cobrando "con quita" en la en este caso, no probable sino segura- próxima debacle de la economía argentina.
No obstante, aparentemente las "mejorías" se habrían agotado con los acreedores externos, porque en el frente interno, por ejemplo, las promesas de aumentos a los jubilados que cualquiera interpreta como "a todos los jubilados"- no fueron tales y, si se las analiza descontando la inflación, excepto para algunas categorías los "aumentos" fueron reducciones porque ahora se puede comprar menos que en tiempos de "promesas". Sin duda, al campo no le está yendo mejor, porque las retenciones van a volver a aumentar, a la vez que las perspectivas para la obra pública son bastante desalentadoras y ni hablar de la generación de energía con las tarifas congeladas.
¿Crecimiento? ¿inflación?
Desde estas líneas se planteó oportunamente que las economías elevan su PBI, principalmente de la mano de la inversión y las exportaciones, toda vez que el consumo es ""pasivo" al depender del ingreso que se conecta con el PBI, a la vez que otro "motor" del crecimiento que es el gasto, está absolutamente agotado por el nivel abrumadoramente elevado de su participación justamente en el PBI, lo que impide una mayor expansión.
Ahora bien, ¿cuánto pueden aportar la exportaciones si la política del gobierno es profundizar su asfixia económica al elevarle los impuestos?
Y en el caso de las inversiones, ¿quién invertiría, al menos en energía y transporte, con tarifas congeladas?
Pero, además, si no se respetan los derechos adquiridos, como es el caso de los jubilados con quienes el gobierno se ensaña al no poder estos, por su propia condición, hacer "piquetes" o cortes, a la vez que se arremete contra
la Justicia con proyectos de ley de impunidad y se pretende amordazar a la prensa para que no denuncie obviamente, nuevos o actuales- hechos de corrupción, ¿cuáles son las garantías que el Gobierno ofrece para una rápida corriente inversora y una, al menos, “llovizna” de dólares de la mano de mayores exportaciones?
Por su parte, el Gobierno puede ufanarse de haber logrado reducir la tasa mensual de inflación, pero claramente ello se está logrando con las ya mencionadas tarifas y precio del combustible congelados, algunos acuerdos y “precios cuidados” junto a un dólar “planchado” y salarios que no se han corregido aún. ¿Qué pasará cuando estos valores se corrijan? ¿Cuál será la nueva estrategia antiinflacionaria?
Lo primero es el huevo...
Como se decía al principio, la discusión entre el huevo y la gallina hace rato que se zanjó a favor del huevo, y en el caso de la economía argentina, “el huevo” es un plan que enfoque las causas reales y completas de la inflación, que se basa en el déficit fiscal, pero también en las formaciones cerradas de precios, ahora más concentradas con nuevos aranceles a la importación. Por su parte, el estancamiento de la economía obedece a decisiones erradas de ahora y antes respecto al endeudamiento y el desempeño del dólar, que tiene que estar menos supeditado a la deuda y más a una sólida corriente exportadora basada en incentivos genuinos, principalmente impositivos (bajar impuestos y retenciones) y a una salida lo más rápida posible del cepo cambiario y demás cortapisas.
A lo anterior y sin agotar naturalmente el conjunto de iniciativas ubicadas en las antípodas del “plan” del gobierno- es necesario añadir un también giro copernicano en las expectativas que debe transmitir el gobierno a los agentes económicos: apego a las libertades en sentido completo, suspender la conculcación de derechos adquiridos y una sostenida apertura de la economía junto a una transformación de las estructuras sindicales, redefiniendo las negociaciones colectivas a los niveles más descentralizados posibles, tanto en el sentido sectorial como regional.
Si el gobierno se adentrara en al menos una porción mayoritaria de las propuestas efectuadas, podría decirse que, entonces sí, este nuevo gobierno es “mejor”. ¿Será posible? Ojalá; pero probable, no parece ¿verdad?
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