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Somos argentinos, puede fallar

Sabado, 21 de marzo de 2020 23:02
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Estuvimos en la platea observando el espanto, lo miramos masticando pochoclos desde nuestro verano latino como algo lejano y propio del frío. “Pobres los chinos”, decíamos en diciembre. “Es que los chinos comen cualquier cosa, ¿cómo van a comer murciélagos?”. El total de casos confirmados en toda China continental se elevó a 81.008 y el de muertos a 3.255 desde el comienzo del brote. Desde entonces se ha vigilado a 685.866 contactos cercanos de los contagiados, de los que 9.371 permanecen aún hoy en observación médica. En medio de ese caos afloraron todas las miserias y se cometieron todo tipo de injusticias: El médico Li Wenliang murió después de contraer el virus mientras trataba a pacientes en Wuhan. Apenas surgió el brote, él intentó alertar a sus colegas médicos sobre un virus que se parecía al SARS, otro coronavirus mortal, pero la policía le dijo que “dejara de hacer comentarios falsos” y fue investigado por “propagar rumores”. 

Pero eso de no querer ver la realidad, no solo es cosa de chinos... 

En un parpadeo, la escena que mirábamos desde la platea comenzó a representarse en Norteamérica y la gira ultraveloz del Covid-19 no tardó en pasar por México y llegar al sur, donde los brasileños, por ejemplo, gobernados por un irresponsable que le llamó “simple gripe” a este monstruo, recién ayer comenzaron a desalojar de turistas los hoteles y las playas; pero ya “la tienen adentro”, como todos los países de uno y otro lado del Atlántico. 

En Europa, ya no el turismo, ya no la historia, la comida, los palacios, los museos ni las catedrales... En Europa hoy, la vida o la muerte. En todos los países diezmados por el ataque del virus se homenajea cada tarde a los médicos y trabajadores de la salud con encendidos aplausos que hacen llorar de emoción. Porque lo urgente es lo importante, y los hospitales con su gente son la última trinchera de la lucha contra la pandemia. Hasta última hora de ayer, España superaba los 25.000 contagiados; Italia registró 793 muertos en un día; en Francia se reportaron 14459 casos de infectados y 562 muertos... y así todos los países. Entonces, “con el diario del lunes” en la mano, los gobernantes iluminados de la Argentina, cuando eran tres los muertos por coronavirus y noventa y pico los infectados en nuestro país, decretaron la cuarentena total para intentar cortar el ciclo de un virus cuyo comportamiento es hasta ahora indescifrable. Adelantarnos era la idea... tendría que ser todo más dinámico y efectivo, salvo por un detalle: los argentinos. 

Por exceso de optimismo, por ignorancia, por sensación de inmunidad o impunidad, muchos argentinos quieren seguir, a pesar de la cuarentena, con sus planes del “finde largo”. Visitan otras casas, salen de compras y hasta se animan a amontonarse en la cola de un cajero desconociendo por completo el hábil comportamiento de este virus que no ha mostrado aún su peor cara en nuestro territorio. ¿Hay que enfermar y morir para creer? Como Tomás, el apóstol que no creyó en Jesús resucitado hasta que metió el dedo en sus llagas... así de tercos, así de incrédulos, así de ingenuos con lo que está frente a los ojos.

Ayer se diagnosticaron 67 nuevos infectados por el virus en el país y son 225 en total los contagiados, mientras el Instituto Malbran trabaja a destajo para comprobar otras miles de muestras que serán las nuevas cifras de mañana. 

Ignorando todo, haciendo oídos sordos a las noticias “apocalípticas” dadas por los periodistas que se llevan los insultos de los negadores de la realidad, muchos siguen pensando que se viene la Semana Santa: “¿humitas o merluza?”... “mejor vamos a dar una vuelta por ahí así nos despejamos de tanta mala onda que tiran los medios”... “ya ni la radio se puede escuchar, hasta Rial habla del coronavirus en la tele”... “¿No será mucho?: Oriana Sabatini y Paulo Dybala con coronavirus, pero dicen que están bien”... 

En fin, también hay muchos argentinos, aunque son los menos, que no pueden evadir la realidad angustiante que provoca esta guerra inesperada que plantea el Covid-19. Nos preguntamos si estamos preparados, y sabemos que no estamos preparados. Por eso #quedarteencasa es la mejor vacuna para prevenir este mal inevitable del que ya no somos espectadores, sino que nos tiene atados, en el centro de la es cena. 

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