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Las tareas de cuidado se impusieron en la agenda pública y social. La organización social y comunitaria del cuidado tomaron el centro de escena como nunca antes en la historia del Estado moderno. Es en el marco del aislamiento social, preventivo y obligatorio, que toda la sociedad puede finalmente ver, observar y sopesar, que somos las mujeres quienes enfrentamos la mayor carga en materia de cuidados.
La primera gran tensión se manifiesta debido a que las tareas del hogar y de cuidado aumentaron, en primer lugar, por la suspensión de las clases presenciales (no me gusta plantear la suspensión de las clases, dado que el cuerpo docente de todo el país sigue trabajando) y la suspensión de la actividad de las trabajadoras de casas particulares. Esto, en un contexto de escasa distribución de las tareas del hogar y del cuidado, sobrecarga a las mujeres.
En los hogares “maparentales”, liderados por las mujeres, la situación se intensifica, dado que, en su mayoría pertenecen a estratos de menores ingresos y en término de mercado laboral representan en su mayoría alta tasa de desempleo e informalidad.
La primera gran tensión, robustece la situación que plantea la Encuesta de Uso del Tiempo y Trabajo No Remunerado, EAHU, de Indec de 2013: las mujeres como responsables casi exclusivas de la provisión de cuidado no remunerado dentro del hogar; no solo es mayor la cantidad de mujeres que realizan tareas de cuidado (8 de cada 10 frente a 5 de cada 10 varones), sino que también la intensidad de las horas dedicadas es casi el doble para ellas que para ellos.
La segunda tensión, esta vincula a los ingresos reales. El aislamiento, nuevamente, quita el velo sobre la informalidad incluso de quienes están dentro del mercado laboral. Las mujeres se insertan en puestos de trabajo vinculados con el empleo doméstico y el cuidado, el cual representa casi el 25% de todo el empleo femenino, (como decíamos afectado por la suspensión de actividades) y con una alta tasa de informalidad, el 75% aproximadamente.
Para esta situación, en Argentina, se implementó una política pública que atiende la urgencia: Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), algo similar a muchos países de la región, pero en términos comparativos en dólares es sustancialmente mayor. Es una transferencia directa de 10000 pesos (un equivalente al 75% del salario mínimo vital y móvil) que en Salta reciben más de 322000 personas, representando 3200 millones de pesos. Sin embargo, esta crisis nos lleva a reflexionar que el mundo tal cual lo conocemos, lo vivimos, lo habitamos, no sirve más. Un mundo que ha sido muy funcional al mercado, al consumo y al capital financiero, pero disfuncional a las personas.
Y la tercera tensión, nos viene a hablar de soberanía alimentaria, del hambre y la producción y distribución de alimentos. El concepto está vinculado directamente al “derecho de cada pueblo, comunidad y país a la alimentación y a la producción de alimentos, seguros, nutritivos y culturalmente apropiados; así como a la capacidad de mantenerse a sí mismos y a sus sociedades”.
En diciembre, una de las principales medidas del gobierno nacional fue “Argentina Contra el Hambre“, llevando adelante el primer paliativo: la Tarjeta Alimentaria. En abril, en Salta, se recibirán 640 millones de pesos, sumando el refuerzo extraordinario.
Antes del COVID-19, este tipo de reflexiones parecían algo muy lejano, casi utópico. Es sumamente necesario retomar este concepto en el marco actual de la crisis alimentaria, emergencia social y de género en nuestro país, a fin de fortalecer las economías sociales, locales, regionales en particular y el mercado interno en general.
La mirada comunitaria del cuidado implica pensar en la organización de una red y un entramado social que cuide: personas mayores que viven solos/as, personas con discapacidad, personas transitado una enfermadas que requiera asistencia y/o cuidado, personas con enfermedades mentales severas, cuidado de hijos/as en hogares (ma)parentales, mujeres y niños/as que transitan situaciones de violencia, trabajadores/as de la tierra, productores/as de alimentos, distribuidores/as de alimentos, recolección y tratamiento de la basura en particular, al medio ambiente y la tierra en general.
Es urgente reflexionar sobre el trabajo, el cuidado y rol de las mujeres en este contexto. ¿Qué es Cuidar en tiempos de COVID-19? ¿Qué es la organización social del cuidado en tiempos de aislamiento social obligatorio? ¿Dónde comienza y dónde termina lo doméstico, individual o personal en el marco de la construcción de una salida colectiva? ¿Qué posibilidad tenemos de construir una red territorial y local que tenga al cuidado como organizador social y comunitario? ¿Es momento de ampliar la definición de cuidado, por un concepto más vasto que incluya el cuidado del medio ambiente y la construcción de soberanía alimentaria?
Es momento de construir colectivamente una nueva forma de organización social; el cuidado de la vida en un sentido amplio, es decir, cuidado de personas y cuidado de la tierra, serán los organizadores de la sociedad del nuevo Proyecto Histórico, por el cual podemos comenzar a abordar la construcción del arraigo y la comunidad. Un nuevo mundo, un nuevo pacto social, con un nuevo proyecto histórico y político, también será cuidar y producir armónicamente la tierra, distribuir los alimentos equitativamente, consumir lo que es necesario para sostener la vida y tejer la red del entramado social y comunitario.
*Coordinadora regional para el NOA del Plan Argentina Contra el Hambre y magister en políticas públicas