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15 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Fernando Farías: “Este periodo nos pone a prueba y nos dejará mucho aprendizaje”

Jueves, 07 de mayo de 2020 10:02

Marita Simón

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Marita Simón

El Tribuno

Paulatinamente la cuarentena va cediendo paso a la normalidad, en un marco caracterizado por las particularidades de cada provincia y del resto del mundo. Es en este contexto que nuestras reacciones también van atravesando etapas, cada una con sus peculiaridades, y dejando atrás un punto en común: la sensación de encierro y falta de libertad. Es lo que el coach ontológico y especialista en emociones, relaciones y vínculos personales, Fernando Farías, llama “vivir en un mundo monoambiente”. Esto porque, según el experto radicado en Salta, “estamos todos en un mismo espacio y, a la vez, cada uno en el suyo o en el que puede”, por lo que las reacciones son diferentes tanto como lo somos como personas. Farías, autor de los libros “Mente emocional Mente”, “Poné la pava y hagamos el amor” y “Palabras culpables”, remarca que “Nos iguala una situación externa, pero internamente no somos iguales. Ahí se pone de manifiesto el proceso de reacción frente a este hecho externo que nos obliga a cambios de hábitos y de comportamiento sin estar preparados para eso”.
Las formas de asumir el aislamiento social y el “quedate en casa” sacó a la superficie todo tipo de reacciones...
Es que nadie estaba preparado para cambiar, de un día para otro, sus hábitos de vida. Nos vimos obligados a modificar algo que no estaba planificado hacerlo.
Y se suman normas a cumplir establecidas por el Estado y un “bombardeo” informativo...
Esto reflejó, primero, la resistencia a cambiar, que es natural en el ser humano porque nos cuesta salir de nuestra zona de confort, y mucho más cuando es obligado. Estamos todos atravesando una etapa de duelo, porque hemos perdido libertades, acciones, ingresos, trabajo, familia, amigos y seres queridos, entre tantas otras cosas. Para entender esto hay que conocer las cuatro etapas muy marcadas que tiene el duelo: primero, la negación. Todos dijimos “no, esto ya va a pasar, no es para tanto...”. Luego entramos a la segunda etapa: el enojo. Cuestionamos el tiempo de restricciones, nos enojamos con el virus, con el entorno, con las decisiones, con todo. Pero también empezamos a manifestar nuestros enojos ante determinadas situaciones con las personas que compartimos, quienes también están pasando por su propio duelo y frustraciones. Y todo eso impacta en cada uno de manera negativa. La tercera etapa es la tristeza, la única emoción que nos quita toda la energía para poder hacer un proceso de introspección, atravesarla, amigarnos con eso, transitarla y salir. Y la cuarta es el dolor: asimilar lo que hemos perdido, rehacernos y aceptar la situación tal como es. Esto te permite trascenderla con actitudes que solo nosotros, como únicos dueños, podemos modificar.
Este proceso inevitable, ¿nos acerca o nos separa más entre personas? 
Esto nos desigualó internamente. Mostró que los tiempos compartidos son breves, pocos, preestablecidos en horarios de comidas o al terminar el trabajo. Hoy esto se modificó y nos obliga ahora a cambiar también nuestro “mapa mental”. Todos tenemos un mapa mental que coincide con el territorio en el que circulamos día a día. Pero nos cambiaron el territorio, y aunque vayamos estirando los límites, se impone cambiar nuestro mapa mental y adaptarnos.
Sin embargo hay gente que no sufrió el aislamiento o no le pesa el cambio de su mapa mental...
Mucha gente lo afirma, y hasta observamos un común denominador cuando dicen que “la verdad, no la pasé tan mal”. O “la verdad, esto me acercó a mi pareja”, o “yo siempre pensaba cuándo tendría un día para mí, para no salir de la cama, o no vestirme o no peinarme, ver una película...”, o “aprendí a compartir más con mis hijos”, y más. Empezó a aparecer algo que es amigarnos con lo que es una realidad y tenemos que trascenderla. 
¿Cómo cree que será lo que viene? Porque aún falta para la normalidad total.
Quedamos privados de nuestra libertad, y encima nos taparon la sonrisa con el barbijo. Pero nada nos tiene que callar el corazón, el amor. Hay que reflexionar que el amor es lo que nos une, nos hace humanos, y nos moviliza hacia adelante. Tenemos que ponernos metas, objetivos y sueños, porque esto va a pasar. 
Eso sería entonces lo positivo que nos deja la pandemia...
Empezamos a darle valor a cosas pequeñas que antes eran habituales, básicamente el contacto con nuestros afectos. Transformarnos hacia adelante significa fundamentalmente vencer nuestro miedos, como el de abrazarnos o compartir una mesa de café. Esos temores van a tardar en irse, pero tenemos que readaptarnos a una nueva comunicación social del mismo modo que los comercios se están adaptando a un nuevo sistema de ventas y las empresas a una nueva forma de trabajo.
¿Y cuál es el efecto en las parejas, que tuvieron que convivir prácticamente 24 horas cada día de la semana?
En general, un 70% de las parejas afianzó su separación, y un 30% volvió a encontrarse. Tenemos una gran predisposición a relacionarnos con nuestras diferencias y no con nuestras coincidencias. Esto porque desde el lugar de las diferencias lo que buscamos en el otro es satisfacer nuestras carencias. Pero como somos seres completos, nadie “hace” feliz al otro y es allí donde empezamos a buscar, de manera inconsciente, la parte negativa. Así empezamos a totalizar, a agrandar pequeñas cosas o hechos puntuales. Esto nos pasa a todos, por eso en una relación cada uno debe ceder una parte de sí. Hoy, con lo que vivimos, nos ubicamos en un lugar de prueba. Es decir que vamos a ver quién sale con aprendizaje y quién sale con el enojo a cuestas por lo que quedó atrás. Así nos vamos a diferenciar y pongo una metáfora: nos llovió a todos, pero cada uno mira qué parte de su vida se mojó. Todo es una decisión personal.
¿Y qué hacemos con el miedo, cómo lo gestionamos?
De todas las emociones que tenemos, la mejor es el miedo, porque es la única que nos cuida, nos preserva. El miedo es una señal, una advertencia ante lo que consideramos podría ser un peligro inminente. Querer vencer el miedo es una locura, porque no se vence. Se trata de hacer las cosas con el miedo, lo llevo a cuestas y hago las cosas. Hay que salir a la calle, aun con miedo, pero atentos. Aprendamos a ver qué pasa afuera y mirar cómo el planeta emitió su mensaje en este tiempo. La pregunta que recomiendo hacernos es “¿para qué enojarnos? No preguntarnos el por qué sino el para qué, porque esa respuesta me mostrará el beneficio de esta situación. Y si no hay un beneficio, entonces para qué enojarnos. Esta realidad tiene que ser un proceso maravilloso por el cual, ante lo inevitable, aprendamos algo. La mayor causa de sufrimiento del ser humano es luchar contra lo inevitable, por lo que es bueno que analicemos el enojo, regulemos su intensidad, nos reencontremos y valoremos nuestra vulnerabilidad. Un virus diminuto vino a cambiarnos la vida y hasta se cobra vidas, por eso hay que valorar los detalles.
 

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