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Comercio en la tormenta

Jueves, 30 de julio de 2020 02:43

La organización que se dio el mundo para reglar el comercio global hace un cuarto de siglo, paralizada por la falta de consensos desde 2019, debe resolver ahora su nuevo liderazgo en medio del torbellino que revuelve todo el sistema multilateral y cuando la economía mundial atraviesa su peor crisis de la historia moderna.

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La organización que se dio el mundo para reglar el comercio global hace un cuarto de siglo, paralizada por la falta de consensos desde 2019, debe resolver ahora su nuevo liderazgo en medio del torbellino que revuelve todo el sistema multilateral y cuando la economía mundial atraviesa su peor crisis de la historia moderna.

La Organización Mundial de Comercio adelantó varios meses su proceso de recambio de autoridades, en un intento por superar la falta de mínimos consensos que paraliza su funcionamiento desde finales de 2019 y evidencia una crisis más profunda de legitimidad.

El brasileño Roberto Azevedo renunció anticipadamente como director general de la OMC.

La organización debe elegir su nuevo liderazgo en un contexto de lo más adverso: bajo la pandemia del COVID-19 que hundió al mundo en la peor recesión mundial de los registros modernos, frenó bruscamente el comercio internacional y puso en entredicho la creciente globalización de las últimas décadas.

Sin embargo, ambas crisis -la interna y la general, ambas de muy incierta resolución- dejan la puerta abierta a cambios que permitan recuperar un comercio fluido, bajo reglas consensuadas y respetadas, en las que la OMC juegue un rol constructivo, con participación equitativa de economías desarrolladas y emergentes.

En particular, América Latina necesita fortalecer a la OMC como una instancia de mínimas garantías para comerciar con el resto del mundo, sobre todo ahora que las distintas fuerzas mundiales -estatales y privadas- pugnan por ganar espacio en un futuro nuevo orden global con múltiples actores pero aún sin forma definida.

Un presente complicado

La sensible transición institucional de la OMC se desarrolla con un telón de fondo de crisis sin precedentes en la historia reciente y, por si fuera poco, al cabo de dos años consecutivos de retroceso en el intercambio comercial global.

Según los distintos escenarios de crisis contemplados por la OMC, el valor de las importaciones y exportaciones puede caer entre 13% y 32% en este 2020 de pandemia: es decir, para el peor pronóstico, tres veces la caída de 2008. Sólo que en este caso se trata de un frenazo inducido por razones extraeconómicas.

América del Norte venderá al mundo 17,1% menos, América del Sur y Central 12,9% y Europa otro 12%, según la OMC, que estima una caída general del comercio de 18,5% en 2020. En consonancia, según el pronóstico más reciente del Fondo Monetario Internacional, el PIB global bajará 4,9% este año, aunque repuntará 5,4% en 2021 de quedar atrás la pandemia. Pueden pasar dos cosas: o el comercio se diversifica y toma nuevas rutas para aliviar las consecuencias de la pandemia, o se cierran los mercados -al menos los más lejanos- y se buscan mercados internos o próximos, esto último factible para muy pocos países por características y volumen.

De hecho, ya en 2018 se reportaron 45 nuevas barreras y 425 medidas restrictivas. China tiene el mayor número de barreras para empresas europeas (37), seguido de Rusia (34), India e Indonesia (25, ambas) y EEUU (23), según el informe anual de 2019 de la Comisión Europea sobre barreras comerciales y de inversión.

La influencia de un director general de la OMC no depende tanto de sus competencias formales como del apoyo que reciba de las grandes potencias, hoy día tanto Estados Unidos, como la Unión Europea y China. De ese juego de intereses dependerá la elección del sucesor de Azevedo. Su éxito será determinado por su capacidad para reactivar el tribunal de apelaciones en caso de controversias.

 

 

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