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La casa de la Deán Funes: otro legado de Roberto Romero

Lunes, 17 de agosto de 2020 01:20

Hoy, la familia de mi inolvidable amigo y compañero, Roberto Romero, concreta otro de sus legados a esta su Salta inspiradora de su vida.

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Hoy, la familia de mi inolvidable amigo y compañero, Roberto Romero, concreta otro de sus legados a esta su Salta inspiradora de su vida.

Vida que consagró su figura en las páginas de la historia honrándolo con la más alta distinción de ser el primer gobernador constitucional en la epopeya de la recuperación democrática, cuando en la Nación la reivindicaba otro líder político de estatura moral y ética inconmensurables, Raúl Alfonsín.

Me refiero a la entrega al patrimonio de la Provincia de la casa que fuera su vivienda familiar y que refaccionara con su prodigiosa visión imaginándola en los tiempos futuros, como residencia oficial de los gobernadores constitucionales de Salta.

Trabajo magnifico en esa señorial casona que -de no fallarme la memoria- adquirió años antes desde su intenso y creativo quehacer empresario y periodístico a una distinguida familia, la del doctor Abrevanel. Y que en cuyo proyecto y ejecución trabajó con especial empeño y sin duda inspirado en el objetivo del legado, el recordado arquitecto amigo Mariano Sepúlveda.

En un pestañeo, y sabedor del acompañamiento de sus herederos para hacerlo, evoco entonces hoy desde la memoria de los hechos trascendentes vividos, la génesis, el debate de ideas y la feliz resolución final de ese legado.

Este instante significa revivir a Roberto Romero en su tan particular forma de convocarnos y mirarnos, que ahorraba palabras pero que claramente expresaba la voz de aliento de un verdadero líder y conductor. La voz del que concibe y guía.

Insisto: consciente de que (por razones de tiempo para escribir esta evocación pletórica de emoción, máxime estando ausente de la ciudad hoy) seguramente cometeré la injusticia de no citar todos los nombres de ese círculo privilegiado e íntimo de amigos y compañeros en quienes Roberto Romero confió siempre sus ideas y proyectos. Como el de este legado.

Recuerdo y naturalmente lo veo abrazado por su excepcional esposa y compañera Nena, sus hijos y hoy su heredad en nietos y bisnietos que fue su mejor y mayor siembra.

Recuerdo en este pantallazo por este acto a amigos y compañeros como el talentoso Luis Adolfo "Obiche" Saravia; el inseparable "Ñato" Roberto Adán Galli; el vital empuje de Daniel Isa; el porte y presencia del escribano Ricardo "el Pájaro" Cabrera; de Jorge Nelson Montoya y su firmeza doctrinaria; la calma de Alfredo Pérez Vidal; el aporte intelectual de Luis Victorio Giacosa; de Emilio Cantarero; del Gogo y Silvia Troyano y un etcétera que ruego me justifique en mis omisiones.

Me honra hoy nuevamente la familia de Roberto Romero al preguntarme desde El Tribuno (que fue mi embajada, mi trabajo y es mi casa por siempre) qué registra mi memoria de aquella idea que hoy ilumina un título como noticia que no dudo en calificar de hecho histórico.

Y se potencia mi interés en expresarme el entender que en el marco de la política actual no son pocos los protagonistas que ignoran estas crónicas sobre hechos que por su valor siempre resultan vigentes y ejemplares.

Y que así como hoy este legado, constituye un refrescante brote verde en el irrenunciable compromiso particularmente de la política de avanzar en la reconstrucción de la democracia con la plenitud de sus valores éticos y morales.

Estoy mirando al Roberto Romero de aquel día de la firma de aquel nuevo y enésimo compromiso con Salta y los salteños. Lo evoco fundido en sus abrazos que vibraban de emoción y lealtades.

Él, mejor que nadie, había pensado en cómo sería este lunes 17 de agosto que el destino quiso sea en el 2020, coincidente para su mayor brillo en el día del Padre de la Patria, el general José de San Martín.

Imagine usted caro lector de estas líneas que aquel año (1985) en tiempos de recién reconquistada la democracia después la trágica dictadura era imposible no tenerla en cuenta y por ello entendíamos que el legado debía contener en forma expresa que la residencia debía tener como destinatarios exclusivamente a gobernadores constitucionales.

Eso era la clara valoración del Nunca Más.

Va de suyo que es destino será siempre honrado por los hombres y mujeres a quienes el pueblo libre, soberano y en las urnas distinguirá como gobernantes plenos de probidad y patriotismo.

Los salteños tienen en este legado de Roberto Romero y su familia una nueva referencia histórica expresada materialmente en una residencia, pero habitada por siempre por los más altos valores del compromiso de un gobernante democrático, probadamente popular con su pueblo y su tierra.

En buena hora.

Palabra cumplida.

Hay esperanza.

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