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El equinoccio de primavera mueve energías en las culturas del mundo

Los originarios andinos hacían la fiesta de las mujeres, en la que presentaban a las señoritas. También sembraban juntos, hombres y mujeres, entre cánticos y alegría.
Lunes, 21 de septiembre de 2020 16:55

Hoy es el comienzo de la primavera, una estación a la que la mayoría de las personas relaciona con connotaciones positivas como el reverdecer de los campos y flores, los efectos benéficos del clima, el enamoramiento, la voluntad para disfrutar de actividades sociales y recreativas o la ejercitación al aire libre. Este año en contexto de pandemia, por las restricciones impuestas para evitar una propagación del Covid-19 que comprometa la capacidad de respuesta del sistema de salud, los estudiantes no podrán celebrar su día en campings y diques o haciendo la elección de las reinas de los colegios en boliches, como acostumbraban. Por ello, es adecuado volver la mirada a la cosmovisión de las culturas andina y celta en torno del equinoccio de primavera, que, en sincronía, coinciden en agradecer, celebrar y ritualizar. 
Así, Katia Gibaja, presidenta de la Fundación Ecos de la Patria Grande y directora de la Academia de Quechua Qollasuyo Salta, señaló que este tiempo para la comunidad andina es relevante porque luego de haber preparado la tierra y venerar a la Pachamama en agosto comienza el denominado “tarpuy pacha” o tiempo de siembra, que consiste tanto en elegir los mejores productos para tener una buena cosecha, como en “sembrar” la sociedad. “El equinoccio de primavera está muy relacionado con la mujer. En el calendario andino teníamos trece meses de 28 días y con el calendario gregoriano nos han sacado el ‘kamay’, el mes de la creación, que se hallaba en diciembre antes de enero. Los 28 días se relacionan con el ciclo femenino y los calendarios lunares donde se pueden ver las 13 lunas con la semiótica precolombina, se encuentran, por ejemplo, en Purana Wasi, en Waykan, situado en Cieneguilla, a unos kilómetros de Lima (Perú). También en Chankillo en Ancash (Perú), que es muy antiguo y pertenece a la cultura sechin contemporánea con la caral, aunque esta es más antigua (unos 5.000 años) y que le calculan más de 3.000 años”, detalló. 

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Hoy es el comienzo de la primavera, una estación a la que la mayoría de las personas relaciona con connotaciones positivas como el reverdecer de los campos y flores, los efectos benéficos del clima, el enamoramiento, la voluntad para disfrutar de actividades sociales y recreativas o la ejercitación al aire libre. Este año en contexto de pandemia, por las restricciones impuestas para evitar una propagación del Covid-19 que comprometa la capacidad de respuesta del sistema de salud, los estudiantes no podrán celebrar su día en campings y diques o haciendo la elección de las reinas de los colegios en boliches, como acostumbraban. Por ello, es adecuado volver la mirada a la cosmovisión de las culturas andina y celta en torno del equinoccio de primavera, que, en sincronía, coinciden en agradecer, celebrar y ritualizar. 
Así, Katia Gibaja, presidenta de la Fundación Ecos de la Patria Grande y directora de la Academia de Quechua Qollasuyo Salta, señaló que este tiempo para la comunidad andina es relevante porque luego de haber preparado la tierra y venerar a la Pachamama en agosto comienza el denominado “tarpuy pacha” o tiempo de siembra, que consiste tanto en elegir los mejores productos para tener una buena cosecha, como en “sembrar” la sociedad. “El equinoccio de primavera está muy relacionado con la mujer. En el calendario andino teníamos trece meses de 28 días y con el calendario gregoriano nos han sacado el ‘kamay’, el mes de la creación, que se hallaba en diciembre antes de enero. Los 28 días se relacionan con el ciclo femenino y los calendarios lunares donde se pueden ver las 13 lunas con la semiótica precolombina, se encuentran, por ejemplo, en Purana Wasi, en Waykan, situado en Cieneguilla, a unos kilómetros de Lima (Perú). También en Chankillo en Ancash (Perú), que es muy antiguo y pertenece a la cultura sechin contemporánea con la caral, aunque esta es más antigua (unos 5.000 años) y que le calculan más de 3.000 años”, detalló. 

Katia Gibaja, presidenta de la Fundación Ecos de la Patria Grande y directora de la Academia de Quechua Qollasuyo Salta

Añadió que estas bibliotecas pétreas indican que el equinoccio dota de equilibro al sol y en consecuencia provee de la armonía que permite dar la vida, porque en los solsticios el astro rey va a estar muy próximo o muy alejado de la Tierra.
“La luna está representando a la mujer, por eso se realizaba la fiesta de la esposa del inca, la ‘qoya raymi’. La qoya era la elegida del inca, una mandataria”, definió. Luego describió que en esta fiesta hacían el pasaje de niñas a mujeres con una manifestación social entre mujeres, en las que se las presentaba a las niñas que habían tenido su menarca o primera menstruación. “La sexualidad en la comunidad andina no tiene que ver con la actual. Las mujeres andinas no usan bombacha, sino pollera porque toman la energía de la Pachamama y retribuyen con los residuos de la menstruación y esto hacían porque creían en una sociedad en equilibrio, mientras hoy en día puede parecer un acto de seducción al varón”, advirtió.

La mujer, el ser capaz de gestar vida, era quien ponía las semillas en los surcos para que luego se cosecharan los frutos. 

Asimismo, se refirió a las parejas complementarias de la cosmovisión andina, entre las que se contaban Inti, el sol, y Killa, la luna. “Se sabía en la comunidad andina que la mujer tenía fases como la luna, que a veces estamos más cariñosas, otras más calladas, a veces entramos en introspección para resolver un problema. Esto lo conocía el varón andino, que respetaba esas diferencias. La luna llena eleva hasta el agua de los mares, por eso ellas elevan el reclamo y a los hombres de esta sociedad eso los saca de quicio, en cambio el hombre andino sabía que cuando la mujer estaba en esa forma de expresión -que no era tan estable- debía tener más comprensión”, precisó Katia.
Otro aspecto de dualidad es la madre mar, la Mama Qhocha, y el arcoíris, K’uychi; y la Pachamama con el rayo, Illapa, que es “gritón, luminoso, la fertiliza cuando la toca a la tierra y cuando se va caen las lluvias”. 
“En el portal de Tiahuanaco (ubicada 15 kilómetros al sudeste del lago Titicaca en el departamento de La Paz, Bolivia) existe una portada de sol importante, por donde entra el sol y está Wiraqhocha, el ser creador, a ambos lados de él están los 23 cromosomas masculinos y los 23 femeninos en igualdad de condiciones. Por eso se dice que la mujer tiene un lugar importante, distinto del cristianismo donde era originada de una costilla sacada del varón. Son ambas manos y ambos pies, que no solo pueden llegar a caminar juntos, sino también a correr, un pensamiento diferente al que tenemos”, instruyó Katia. 
Asimismo, dijo, que en los equinoccios se reeditan los principios axiológicos andino-incanos como la reciprocidad, el trabajo compartido, la hermandad y la solidaridad, en los Andes, por ello el varón y la mujer comparten los trabajos agrarios. “Cuando se tiene que hacer la siembra y como los terrenos son muy grandes se hace entre los hombres y las mujeres de las panakas, es decir, muchas familias que se reunían para trabajar las diferentes tierras. Allá no hay llanuras, sino que hay que hacerlas do

Los rituales de la cultura nórdica que festeja a Ostara 

El vocablo equinoccio proviene de la voz latina “aequinoctium” (“aequus nocte”), que significa “la noche igual”. Se trata del momento del año en el que el Sol alcanza el punto más alto en el cielo, lo que deviene en que la noche sea igual al día, por lo que se genera ese equilibrio.
Este evento, con un cariz terrenal y otro celeste, sucede en dos oportunidades al año: en el hemisferio Sur en otoño, 20 o 21 de marzo, y en primavera, entre el 22 o 23 de septiembre de cada año.
Carolina Fernández, facilitadora de Gestalt, wiccana e intérprete de runas, señaló que en esta época se realiza en estas latitudes la celebración de Ostara, una antigua divinidad germánica de la primavera. Ostara como diosa de la fertilidad estaba asociada al comienzo de la primavera, por ello es una deidad del amanecer o del despertar de las fuerzas germinativas y es representada como una mujer bella y joven de imagen brillante. 

Carolina Fernández, facilitadora de Gestalt, wiccana e intérprete de runas

“Esto da pie a un momento del año cuando empieza a hablarse de la fertilidad, por lo que está bien aspectado para hacer rituales que se relacionen con la abundancia, fecundidad y proliferación”, sintetizó Carolina. 
Añadió que en esta fiesta también se puede entrever el resultado del sincretismo originado por la cristianización de los pueblos paganos. “Cuando el cristianismo tomaba contacto modificaba rituales celtas para avanzar en su poderío conquistador. Cuando llega a las regiones paganas lo que quería era tomar rituales del lugar, algo parecido a lo que hacían los incas, y sincretizarlos con rituales cristianos de aquel momento”, detalló. 
Pero a este caso se suma una confusión dada por la diferencia entre los hemisferios. “Acá es ahora cuando debieran aparecer los huevos y el conejo. El catolicismo los toma después como el conejo y el huevo de Pascua, cuando no tienen que ver con la pasión y la resurrección de Cristo. Toman el ritual y siguen el calendario lunar, porque no tiene una fecha fija sino que cae a fines de marzo o principios de abril. Por eso, vamos corriendo al supermercado a buscar los huevos y conejos de chocolate”, explicitó.

 

Los ritos de Ostara se relacionan con el conejo y los huevos mal llamados de Pascua. 

Añadió que a los rituales de Ostara se los puede hacer dos días antes del 21, esa fecha y dos días después. “El 21 de septiembre es el cenit de la primavera, no cuando comienza. La mejor época para sembrar. Los rituales tienen que ver con sembrar semillas grandes como alubias, porotos, habas, envolverlas con un papelito que contenga la intención de lo que quiero conseguir, plantarlas y después cuidarlas durante un mes para que echen raíces y germinen para darle la posibilidad simbólicamente al proyecto, ya sea emocional, espiritual, religioso o físico, de que se concrete”, se explayó Carolina. Añadió que la realización de rituales tiene como fin concretar algo que está en el plano de lo intangible, porque todavía no ha ocurrido. 
También, en horario diurno, hay que vaciar huevos haciéndoles dos agujeritos en los polos con una aguja o un clavo. Luego se sopla por un lado para que el contenido salga por el otro y se les pinta la cáscara. “Es mejor si se los pinta entre amigos y familia, porque la energía grupal es más fuerte que la individual. El huevo representa la simiente, el semen, la semilla pura en su totalidad, algo más fuerte que cualquier simiente natural. Lo que uno vaya a pedir se va a dar en el término de nueve meses, el tiempo de la gestación de un ser humano. Entonces adentro se pone el papelito con el decreto de lo que lo que quiero conseguir y la intención se abre al cabo de un año”, señaló. A estos huevos se los pone en una canasta y en un lugar de la casa. Además, se puede “dibujar un conejo y tener esa imagen en un cuadro si quiero intencionar un proyecto que quiero que sea prolífico o un papel pegado en la heladera”, indicó. Por último, dijo que el ritual es muy adecuado para pedir que se concrete un embarazo. 

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