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“Salíamos a buscar la noticia, la mejor foto, una buena historia; éramos todo terreno”

Miércoles, 13 de octubre de 2021 22:48

Oscar “Cachito” Guaymás trabajó durante 41 años en el diario El Tribuno; tiene guardada en su retina buena parte de la historia del matutino de Salta.

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Oscar “Cachito” Guaymás trabajó durante 41 años en el diario El Tribuno; tiene guardada en su retina buena parte de la historia del matutino de Salta.

“Yo entré en el 76 al diario, un tiempo antes del golpe de Estado”, dijo levantando su dedo pequeñito. Cachito no mide más de 1.50 metros, pero es gigante en el cariño que le tienen todos sus excompañeros.

“Entré al diario de casualidad, casi como por accidente”, dijo y el relato es el siguiente: “Yo antes sacaba fotos a los turistas que venían a Balderrama y en la peña Gauchos de Güemes. A ese trabajo me lo consiguió Kike Martínez antes de ser La Voz del Carnaval y con él nos alternábamos. Uno iba una noche a lo de Juan (Balderrama) y otra noche a la Peña y así; éramos como socios. Una noche de verano a Balderrama llegó Graciela Alfano y se armó un descontrol de gente que quería verla; era hermosísima. Al rato llegaron el profe (Carlos) Vernazza, Emilio Cantarero y (Juan Antonio) Fito Abarzúa. Y no tenían fotógrafo. El diario no había mandado a un fotógrafo. Me pidieron que yo saque las fotos. Casi en el mismo momento llegaba un embajador de Chile al aeropuerto y ellos iban a recibirlo así que me pidieron que los acompañe y allí fui y nunca más pude salir de esa magia del diario”, dijo el hombre sonriendo en su casita de Castañares.

Hincha de Central Norte a muerte. Dijo que no se hizo, que es cuervo de nacimiento. El caso es que Cachito Guaymás entró como “hondazo en el barro” haciendo el trabajo de reportero gráfico. 
“Salíamos a buscar la noticia, la mejor foto, una buena historia. Había de todo entre los compañeros, pero muchos éramos todoterreno porque si teníamos que salir en bicicleta para cubrir una nota, lo hacíamos. Rescato y quiero hacer un reconocimiento al Petiso (Luis Benjamín) Arias que una vez perdió los zapatos por ir a buscar a unos que se habían perdido en los cerros de donde ahora está el Parque Industrial”, dijo con su mirada cristalizada.

Oscar Guaymás, hace unos 20 años, verificaba los colores de las ilustraciones y fotografías que se publicaban en diario El Tribuno. 

Por esos tiempos, los reporteros gráficos eran Luis y Richard Magna, el “Gordo” Parra y Cachito. Incursionó por ese campo el querido Fredy Minola que pasó muchos años “pagando derecho de piso” y entonces Cachito lo preparaba.

“En los 70 sólo había película blanco y negro. Don Luis compraba las latas de rollo y había que bobinarlas en las cámaras. Yo tenía una Asax Pentax K1000 y a Coquito le armábamos una muy elemental que apenas disparaba porque cubría desde los cebollitas hasta tatetí y payana. Él salía en bicicleta a hacer toda esa cobertura que era furor y por la cual todos querían comprar diarios. Cierto día don Luis le armó la máquina con muy poco rollo y Coqui se cansó de sacar fotos sin rollo”, recordó riendo.

Eran tiempos de revolución en todo sentido y en fotografía llegó el tiempo del color. Cachito trabajaba de fotoreportero por la mañana y por la tarde comenzó a incursionar en el laboratorio de revelado.
“Salíamos con dos o tres rollos por la mañana y teníamos que volver con noticias; es por eso que yo digo que antes buscábamos las notas. Y por las tardes revelábamos todo. Además teníamos que recibir las radiofotos”, recordó.

Las radiofotos eran las que se mandaban por medio de señales de radio que se convertían en fotos. Era una máquina que venía en una valija y eran mágicas, pero lentas. Los muchachos de Fotografía la llamaban “la manicera” porque a veces demoraba hasta 15 minutos para bajar una foto.

“Siempre fuimos los últimos en salir del diario, casi a la madrugada llegábamos a los asados, a las fiestas familiares; casi no teníamos vida social. Pero éramos felices con nuestro trabajo y con nuestros compañeros”, dijo

Por la década de los 80 don Luis Magna llevó el laboratorio de revelado a la redacción en Limache y Cachito era uno de los que con sólo mirar el negativo ya sabía si estaba movida o fuera de foco. Esa foto papel que sacaban del laboratorio iba a la sección Fotomecánica que era en donde se obtenían las transparencias negativas o positivas de las fotografías, los textos, los dibujos, infografías y todo lo que contienen las páginas del diario; es decir que hacían el negativo de la página completa. Trabajo artesanal de trincheta y regla.

Ahí se hizo amigo de otro inolvidable amigo, de Víctor Hugo “El Puma” Contreras. Uno de Central Norte y el otro de Juventud Antoniana se conformó con los años en un dúo indeleble.

El 28 de septiembre de 2019, Cachito se jubiló; ese día hubo un festejo en la redacción para despedirlo. Foto: Walter Echazú

 

Los cambios que vivió Cachito en la redacción

 

“Yo comencé por ir a husmear. Al Puma le gustaba decir: a viscachear, en esa sección y un cierto día me puse a armar las páginas y de ahí no salí nunca más. El Puma y Sergio “Cucú” Wierna me comenzaron a enseñar todos los secretos; especialmente cuando las páginas eran color que llevan tres negativos de los colores primarios y cómo se debía combinarlo para que salgan perfectos. Por supuesto que había jefes que sabían de todo y que tenían sus preferencias hasta en la impresión, como Alfonso “Chacho” Subelza, que siempre venía y nos pedía las páginas color con más azulito. Eso quería decir: con más cian”, ríe hoy Cachito.

Apodos para todos

En los recuerdos de esos personajes hacedores del diario se hace muy difícil recordar los nombres de los protagonistas. Todos tenían apodos y muchos tenían dos o tres formas de llamar. 
Entonces se usaba el apodo y el apellido. Ejemplo: El Flaco Álvarez, Willy Wilde, Gallego Zamora, Toti Daher, el Talo o Fatiga Giménez, Tucho Figueroa, Gringo Chavarría, el Suri Borelli, había Puma Ruiz y Puma Contreras, el Turco Medaa, etc. 

En algunos casos ni el apellido se le sabía al compañero como el caso de Macapillo, Yerba, Manteca, Tombolito y Soplabomba. Para el nuevo que llegaba el derecho de piso era muy duro y hasta los altos jefes como Sergio Gareca sufrieron las travesuras de los muchachos.

“Una vez vino uno de un banco no sé cuánto y nos preguntó si trabajaba con nosotros un tal Ricardo Paz. Le dijimos que no conocíamos a nadie con ese nombre. Al tiempo nos enteramos que a ese tal le decíamos Macapillo y que trabajaba todos los días con nosotros en Fotomecánica”, recordó a las carcajadas.

Cachito Guaymás siempre fue el ejemplo del buen compañero, tuvo y tiene siempre la palabra justa, la nostalgia le sale por los ojos y dice: “Yo siempre fui una persona puntual para entrar a trabajar y siempre salimos más tarde de lo que estipulaba el horario laboral. Ahora miro el Transversal en el horario que tomaba para llegar justo al diario y me da una nostalgia por encontrarme con mis compañeros, por mi trabajo, por los tiempos que ya no volverán. Quiero hacer un reconocimiento a todos ellos, a aquellas personas como el Petiso Arias que dieron su vida por el diario. A otros, mi agradecimiento como Richard Magna que me enseñaron tanto. Hoy no quiero volver a la Redacción porque esos recuerdos me hacen llorar”, dijo conmovido.

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