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Alemania: el legado de Ángela Merkel

Miércoles, 15 de diciembre de 2021 02:02

La estruendosa ovación con que el Parlamento alemán despidió a la jefa de gobierno Ángela Merkel simboliza la dimensión de su legado histórico. La prensa alemana y europea tampoco escatimaron elogios, que rubrican el prestigio ganado en la opinión pública internacional por un liderazgo que, especialmente después del Brexit, se proyectó a la Unión Europea, sacudida por una honda crisis política, e hizo que Merkel pasara a ser "Frau Europa", hasta el punto que una pregunta generalizada en el Viejo Continente es si alguien podrá cubrir ese vacío.

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La estruendosa ovación con que el Parlamento alemán despidió a la jefa de gobierno Ángela Merkel simboliza la dimensión de su legado histórico. La prensa alemana y europea tampoco escatimaron elogios, que rubrican el prestigio ganado en la opinión pública internacional por un liderazgo que, especialmente después del Brexit, se proyectó a la Unión Europea, sacudida por una honda crisis política, e hizo que Merkel pasara a ser "Frau Europa", hasta el punto que una pregunta generalizada en el Viejo Continente es si alguien podrá cubrir ese vacío.

Tras dieciséis años y cinco períodos consecutivos al frente del gobierno, Merkel inscribe su nombre en la tradición inaugurada por Konrad Adenauer, cofundador de la democracia cristiana germana y arquitecto de la reconstrucción de un país devastado por la segunda guerra mundial, que ejerció el poder durante catorce años entre 1949 y 1963, y continuada por su correligionario Helmut Kohl (a quien la excanciller reconoce como su mentor político), que gobernó durante otros dieciséis años entre 1982 y 1998 y fue el artífice de la reunificación nacional tras la caída del muro de Berlín en 1989.

La imagen de austeridad de Merkel cautivó a sus compatriotas. Las fotos la mostraban con su marido en el supermercado. Cuando una periodista le preguntó por qué solía usar siempre los mismos vestidos, respondió: "soy una empleada del gobierno, no una modelo". Al interrogante sobre si tenía empleada doméstica, contestó que "mi marido y yo hacemos el trabajo en casa todos los días". Ante la inquietud sobre quién lavaba la ropa, dijo: "yo arreglo la ropa y mi marido opera la lavadora y suele ser de noche, porque la electricidad es más económica y hay presión de agua. Lo más importante a esa hora es tener en cuenta no causar molestias a los vecinos. Por suerte, la pared que separa nuestros departamento es muy gruesa".

Pero más allá de las características de su personalidad, el liderazgo regional de Merkel reconoce bases estructurales. Alemania es la locomotora de la Unión Europea, la primera potencia económica del viejo continente y la cuarta potencia económica mundial. Tiene un extraordinario superávit de cuenta corriente (balance de ingreso y egreso de divisas), el segundo atrás de China. Hay una diferencia cualitativa, de orden demográfico: Alemania tiene 83 millones de habitantes y China 1450 millones. Esta performance económica surge de su capacidad exportadora. Alemania es la tercera potencia exportadora mundial, atrás de China y Estados Unidos y antes que Japón.

Un tercio del enorme superávit comercial germano es producto de la competitividad de sus exportaciones de alta tecnología de bienes de equipo y de capital. Dos tercios de esas exportaciones industriales se realizan hacia afuera de la Unión Europea, primordialmente a Estados Unidos y el mercado asiático, en especial a China, erigida en su principal socio comercial en la última década. Ese sector industrial atraviesa un proceso de creciente transnacionalización productiva. Más de la mitad de sus insumos son importados. En su mayor parte provienen de las filiales de las compañías alemanas radicadas en Europa Oriental, donde los costos laborales son significativamente más bajos.

El éxito de la industria germana no obedece a ninguna práctica proteccionista, sino a que, junto a Estados Unidos, Alemania lidera la Cuarta Revolución Industrial. Ese avance tecnológico, que incrementa sus índices de productividad fabril, está centrado en la "Internet de las cosas" (interconexión digital directa entre objetos). Merkel puso también en marcha un programa de subsidios para la venta de automóviles eléctricos y un ambicioso plan de inversiones para sustituir el empleo de combustibles fósiles por energías renovables. El objetivo es transformar a Alemania en una "economía verde".

Sin miedo al futuro

Pero lo de Merkel no es un meteorito caído del cielo. Es consecuencia del "modelo alemán", basado en lo que Adenauer y su Ministro de Economía, Ludwig Erhard, definieron como "economía social de mercado", concebido como un camino diferente al modelo anglosajón y también al "Estado de Bienestar" promovido por la socialdemocracia europea. Reint Gropp, titular del Instituto Halle para la Investigación Económica de Alemania, lo caracteriza como "un sistema basado en la cooperación y el consenso más que en la competencia y abarca al conjunto del entramado socio - económico desde el sistema financiero al industrial o al Estado".

Sebastián Dullien, economista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, describe que "en el centro se encuentran los sindicatos y la patronal, que coordinan el salario y la productividad teniendo como meta el aumento del salario y el mantenimiento del empleo. La integración es tal que por ley los sindicatos están representados en la junta directiva de la compañía a cargo de las decisiones estratégicas".

El sistema financiero, en el que tienen relevancia las cooperativas de crédito y los bancos públicos, está regulado para garantizar el desenvolvimiento de las "mittelstand" (pequeñas y medianas empresas), que conforman más del 90% de la economía alemana. Se diferencia del modelo anglosajón, centrado en el objetivo de corto plazo de la maximización de la rentabilidad de los accionistas de las compañías.

La mayoría de estas pequeñas y medianas empresas alemanas son estructuras de base familiar con planes a largo plazo y fuerte inversión en la capacitación del personal. Dullien destaca que “Alemania es especialmente fuerte en empresas que tienen una cien o doscientas personas. Con una característica adicional: a pesar de su tamaño, muchas de ellas compiten en el mercado mundial”. Mientras el comercio internacional está dominado en sus dos terceras partes por las corporaciones transnacionales, las pequeñas y medianas empresas alemanas conforman más del 65% de las exportaciones.
Otro signo distintivo del modelo germano, que adquiere hoy más importancia que nunca, es su original sistema de capacitación profesional continua de la fuerza laboral, basado en un sistema de “formación dual”, un mecanismo de interacción entre educación y trabajo que combina el aprendizaje con la práctica profesional en las empresas. Este énfasis en la formación permanente de la población económicamente activa, sustentado en la acción conjunta entre el Estado, los sindicatos y las organizaciones empresarias, permite su adecuación permanente a los cambios tecnológicos. 
El resultado de esta política es que Alemania tiene la economía tecnológicamente más adelantada de la Unión Europea y una tasa de desempleo del 6%, la menor del viejo continente. Con este “hándicap” que les otorga una educación que les garantiza el acceso a un empleo digno, y a diferencia de lo que sucede en la mayor parte de Europa Occidental, la sociedad alemana no le teme a ni la inmigración ni al futuro.
El futuro personal de Merkel, quien en julio cumplió 67 años, es una incógnita. Algunos analistas creen que terminará al frente de un organismo internacional. Otros quisieran que asuma la jefatura de la Internacional Demócrata de Centro, actual denominación de la antigua organización internacional de la democracia cristiana. Su amistosa relación con Francisco hace que también sea imaginada como una posible promotora de la campaña lanzada por el Papa a favor de un “capitalismo inclusivo”. En cambio, y aunque ella no lo descarta, nadie la imagina como una apacible jubilada.

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico
 
 
 

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