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Viejas tradiciones y significados de los festejos de carnaval y los corsos

Los juegos de agua con los vecinos, los bailes en l as carpas, los disfraces y el crecimiento de las primeras agrupaciones que se formaron en Salta. Es el momento para recordar.   
Lunes, 15 de febrero de 2021 16:27

“El agua y el humo purifican. Es por eso que en carnaval se juega con agua”. Con esta definición tan sencilla, el historiador Miguel Ángel Cáseres da el puntapié de la conversación que llevó a recorrer el origen del carnaval en Salta, las veces que se suspendió el corso, cómo surgió el Carnaval de las Flores en Cerrillos y las tradicionales carpas. 

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“El agua y el humo purifican. Es por eso que en carnaval se juega con agua”. Con esta definición tan sencilla, el historiador Miguel Ángel Cáseres da el puntapié de la conversación que llevó a recorrer el origen del carnaval en Salta, las veces que se suspendió el corso, cómo surgió el Carnaval de las Flores en Cerrillos y las tradicionales carpas. 

Durante las celebraciones, el ritual central se ubica en la “mulluna”. Se trata de la apertura del pozo en la tierra para dar gracias a la Pachamama por todo los recibido. 

“En este lugar se le rinde homenaje a al Tierra y no tiene nada que ver con al diablo. El carnaval forma parte de la vida”, explicó el profesor Cáseres. 
Este año, que no será el primero, por cuestiones de pandemia no se podrá vivir las fiestas de carnaval ni los corsos. Pero como bien recordó este historiador, “no es la primera vez que Salta no tiene carnavales”. 

Para algunos que ya superan, los 60, los corsos y el carnaval tienen un significado diferente. Entre los 50 y los 60, los salteños vivieron el florecer de esta festividad desde las calles de sus barrios, con los vecinos, con la familia y con tardes de remojones y bailes. 

Acompañado de Luis Vaca y Nolberto Choque, ambos de 64 años y miembros de la Sociedad de Agrupaciones Carnestolendas y de la Agrupación Los Siancas, Cáseres advirtió que estas fiestas, muy en la intimidad de la familia se siguen disfrutando. “Todavía hay alguna nieta que no duda en remojar a los abuelos y la nuera que se suma con una jarrita y la abuela que ahí nomás deja de lavar los platos y sale con una olla de agua”, describió, pintando las memorias de quienes también disfrutaron en otras épocas los bailes en los salones de Gimnasia y Tiro, la Sociedad Española o la Sirio Libanesa y que vivieron los juegos con agua en las calles del barrio, las fiestas en las carpas de Cerrillos. 

Luis Vaca se suma a los recuerdos, de cuando tenía 13 años, y junto a su familia cargaban la caja del camión de su padre con tachos llenos de agua y bombuchas. “La diversión era salir a la siesta a recorrer el barrio y mojar al que se cruce”, recordó Vaca, presidente de la Asociación Carnestolenda y miembro de la formación Murga Variedades. 

Vaca recuerda que los primeros corsos de los que participó con la murga fueron en 1968. Luego, durante dos años se presentó en los corsos que se hacían en la plaza Alvarado. En 1971 se hicieron en la avenida Virrey Toledo y al año siguiente, a causa de inundaciones, la fiesta del carnaval se concretó en la pista de ciclismo que tenía el Club Gimnasia y Tiro, sin el acompañamiento municipal, como era por aquellas épocas. Avanzados los 70, los corsos volvieron a la avenida Belgrano.

“La fiesta era todo el día, porque se jugaba, después se iba a los desfiles de los barrios y finalmente al corso grande, donde además de presentar la murga se presentaban carrozas”, agregó Vaca. 

 

 

La producción de las carrozas llevaba varios meses. Los temas se definían en agosto, le seguía realizar el diseño y definir las medidas de las figuras, que no se hacía con papel sino con telas, engrudo y pintura. Además, se debía conseguir espacios para guardarlas. 
Las carrozas iban acompañadas por bandas de música y las agrupaciones no tenían más de 50 miembros que, en su mayoría, eran vecinos y parientes. 

Vivir los corsos no tenía edad ni límites de trabajo, ya que en aquel momento el municipio entregaba premios en dinero que las agrupaciones usaban para la compra de instrumentos y elementos para poder construir bombos y otros instrumentos que les permitían hacer las “chiroleadas”. 

Las “chiroleadas” y juntada de monedas eran clave para los chicos de las murgas del barrio. Con los instrumentos nuevos -ya sea armados o donados- los miembros de la murga ofrecían sus primeros bailes, cantos y danzas para los vecinos que les dejaban unas monedas en forma de pago por la distracción, la alegría y el ingenio. “Con las chiroleadas teníamos para pagar el viaje a la avenida Belgrano donde se hacían los corsos grandes, y además comprar algo para comer, mientras estábamos varias horas allí”, explicó Vaca, quien por estos días solo está ejerciendo su profesión. Es ingeniero agrimensor, carrera que le costó terminar “por culpa de los carnavales”, dice. “En cada carnaval me volvía y preparaba una sola materia para rendir, así que la carrera me tomó un par de añitos más”, contó entre risas. 

 


La fiesta por el interior 


En la década de los 60, la fiesta del carnaval daba sus primeros pasos en Cerrillos. Ahí, las agrupaciones del Valle de Lerma y la Ciudad de Salta, se reunían para desfilar en el Corso de las Flores. que además se acompañaba con los bailes de las carpas, que se ubicaban a lo largo de toda la ruta que atravesaba el pueblo. La agenda de la fiesta de febrero seguía con los corsos grandes en la capital y después se enterraba el carnaval en Campo Quijano. En los 80 la fiesta cambió, y por razones de organización, las agrupaciones dejaron de llevar la fiesta de la familia al corso. 


Luis Vaca todavía recuerda que después que desfilaba la murga, pasaba la familia jugando en plena calle. “Después todo eso cambió, ya no dejaron que las familias jueguen y se convirtió más en un show que una fiesta compartida”, analizó el murguero. 

Eso también hizo que la cantidad de miembros también comience a cambiar. Un ejemplo fue la comparsa de Los Siancas, que pasó de 50 a 300 miembros. “Las familias fueron creciendo y ahora son los nietos de los primeros comparseros los que quieren sumarse”, contó Nolberto Choque. 
 

 

 De la plaza 9, a Villa Cristina, por la Belgrano
                                                          

“Sale la comparsa de Villa Cristina, y hasta Valderrama no quiere parar”...dice una párrafo de la estrofa de Vino Nochero, escrita por Hugo Alcoba y Héctor Schmunk y que hicieron famosa Los Nocheros. Pero quién mejor para contar la historia de los comparseros de este barrio salteño que un miembro de estas agrupaciones. Nolberto Choque, recorre sus 64 y es parte de Los Siancas, una agrupación que nació y se desarrolló en este barrio. En el barrio donde Josecito Herrera en 1949 armó los primeros grupos de vecinos barriales que salían a disfrutar de la fiesta del carnaval, armando y construyendo sus disfraces.

Así fueron pasando las agrupaciones, una de las primeras fueron Los Quilmes, que luego cambió de nombre y se disolvió. Ya en el 1987, cuando la organización de los corsos deja de ser responsabilidad del municipio de la Ciudad de Salta y queda en manos de las agrupaciones, Los Siancas se presentaron para ser un éxito y no dejar de crecer. 

La raíz sigue estando en Villa Cristina, pero sus miembros se acercan de todos los puntos de la ciudad. “Los padres fueron los fundadores, te diría que los abuelos, pero ahora ya están los nietos e hijos que se acercan preguntando por los roles que tuvieron sus familiares en la agrupación y quieren seguir con la tradición”, contó Nolberto a El Tribuno. 

Este año, sin corso, las agrupaciones como Los Siancas, dejaron guardados sus gorros y cajas, y solo se presentan con muy pocos integrantes. La celebración del desentierro, incluso, fue suspendida este año. 

Miguel Cáseres advierte que esto pasará y cuando la pandemia lo permita, la fiesta volverá como ya ocurrió en otras épocas. 

Recorriendo la historia, el profesor recordó que el primer corso en Salta fue el 8 febrero de 1891. No se volvieron a concretar hasta el 27 de febrero de 1898. En 1904, las obras de cloacas en el casco céntrico, específicamente en la plaza 9 de Julio, hicieron que se volviera a suspender este festejo. 

En 1906, esta situación generó que el carnaval tome como sede a Cerrillos, en la plaza Serapio Gallegos, organizado por los comerciantes del pueblo. 
El cólera también frenó el festejo del carnaval y ahora el COVID-19. 
“El carnaval es parte de una agenda universal y parte de la necesidad del ser humano de afirmar la vida porque eso es el carnaval. Nada tiene que ver con la muerte ni con el diablo, que son versiones que tienen que ver más con cuestiones religiosas, llegadas incluso de otras regiones, donde esta fiesta tiene otro simbolismo”, expresó el profesor de Historia, Miguel Ángel Cáseres, que también describió esta fiesta en su poesía. 
 

 

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