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Experiencias en India, Vietnam: recompensas que descompensan

La historia nos muestra varios ejemplos de soluciones diseñadas para combatir problemas y que al ser implementadas terminaron por agudizarlos. 
Sabado, 22 de mayo de 2021 18:54

Por Israel Cinman, consultor estratégico motivacional

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Por Israel Cinman, consultor estratégico motivacional

“Oh pintor, tenga cuidado de que la codicia por la ganancia no sea un incentivo más fuerte que la fama en el arte, ya que ganar esta fama es mucho más importante que la fama de las riquezas”, dijo en una ocasión Leonardo da Vinci.

¿Te pasó que tenías una gran solución, la implementaste y agudizaste el problema?

Mi querida Vietnam (“Viet” significa “gente tranquila” y “Nam”, “sur”) es un laboratorio socioeconómico magistral que pone en juego cualquier domesticación lineal.

Caminar por sus calles es una odisea y cruzar en una esquina pone a prueba la teoría de la incertidumbre como en pocos lugares del planeta. 

En esos casos es mejor confiar en sus choferes, que con la habilidad de las ratas esquivan lo que sea y a quien sea a una velocidad única. 

Justamente de las ratas, los vietnamitas y los franceses va esta entrada... acompáñenme.

En la floreada y húmeda Hanoi (“entre ríos”), hacia principios del 1900 los colonialistas franceses, en su afán de vivir como en sus tierras, generaron avenidas robustas y servicio de cloacas exclusivas para sus casas de estilo parisino. 

Esto los obligó a generar un alcantarillado de kilómetros en la perla asiática. 

En estos soterramientos las ratas encontraron un hábitat espectacular para salvarse de otros depredadores de superficie. Luego la reproducción fue exponencial y se generó la peste bubónica.

Los gobernantes franceses, agobiados, decidieron utilizar un incentivo económico como estrategia de solución. 

Pagarían un céntimo por cada cola de rata que se entregara a las autoridades. Inmediatamente, se armaron batallones de cazadores y se llegó a una cifra récord el 21 de junio de 1902: en un solo día se pagó por 21.000 colas de rata.

Todo parecía ir bien, pero mientras pasaba el tiempo más ratas había, pues el ingenio humano siempre encuentra una alternativa para seguir cobrando cuando solo se interviene y se quiere resolver con estímulos monetarios.

¿Que sucedió? Los tranquilos del sur, fieles a su agudeza a prueba de colonialismos, cumplían entregando las colas de los roedores, y en el afán de prosperar generaron granjas de ratas para cobrar sustentablemente.

O sea, las ratas seguían vivitas, pero no coleando... momentáneamente.

La arrogancia de la modernidad y su gran bandera de que todo tiene un valor económico hace que se realicen intervenciones sin medir que las decisiones racionales tienen un límite infranqueable sobre las emociones y la vocación disruptiva de las sociedades marginalizadas, donde la agudeza del hambre encuentra salidas impensadas.

La India enseña en cada metro cuadrado que lo espiritual es solo una parte de ella.

Por aquí siguen vivas todavía centenares de miles de cobras, que fueron recicladas de aquel viejo fracaso colonial inglés por exterminarlas.

Aquí también utilizaron recompensas y se dedicaron a criarlas para venderlas. 

Cuando los gobernantes se percataron del ardid, desmantelaron el decreto y pasó algo peor: los “cobreros” ante la cobra que no cobra, las soltaron y generaron con ello un caos absoluto. 

Esta situación hasta es un icono de estudio en el mundo de la economía: El efecto cobra.

¿Otros ejemplos?

Al pagar por guerrilleros muertos en Colombia algunos empezaron a matar civiles para cobrar.

Los trabajadores recompensados por cantidad de tornillos empezaron a fabricarlos más livianos y cuando cobraron por peso, los hacían más pesados. En Estados Unidos los agentes inmobiliarios que ganaban por cantidad de hipotecas registraban deliberadamente a personas sin condiciones crediticias válidas, lo que derivó en la gran crisis subprime, etcétera.

Es de fundamental importancia revisar las decisiones -en cualquier ámbito- exclusivamente económicas, pues en el máximo de los efectos puede lograrse la retención, pero nunca la fidelidad.

Así, las recompensas deben tener como mínimo cinco enmarques para evitar noticias desagradables.

Lo mismo pasa en una pareja o con cualquier ser de nuestro entorno si el vínculo está cimentado en lo monetario, prepárate para que crezcan las “ratas” y las “cobras”.

Tus recompensas/estímulos, ¿cuántos enmarques tienen?

¿Cuáles son?

Reflexiona en ello.

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