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Daniela Seggiaro: “Trabajamos en la zona de contacto entre lo occidental y lo indígena”

La realizadora salteña habló con El Tribuno sobre su última película, "Husek", y sobre lo que el cine puede producir en una provincia multicultural.
Sabado, 24 de julio de 2021 20:24

Daniela Seggiaro es salteña, estudió Cine en la UBA, y sus primeros trabajos audiovisuales, cuando aún era estudiante, tuvieron que ver con el Chaco salteño. 

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Daniela Seggiaro es salteña, estudió Cine en la UBA, y sus primeros trabajos audiovisuales, cuando aún era estudiante, tuvieron que ver con el Chaco salteño. 

En 2012 estrenó “Nosilatiaj/ Belleza”, un largometraje que presenta una historia simple y a la vez compleja desde las pertenencias y las identidades. 

“Husek” es su segundo largometraje de ficción. Es bilingüe, wichí lhämtès-castellano, y fue escrito por Seggiaro y Osvaldo Villagra, de La Puntana. Verónica Gerez, el maestro wichí Juan Rivero, Leonel Gutiérrez y la actriz de teatro under Carla Crespo son parte del elenco. Vista Sur Films en asociación con Maravillacine producen el proyecto.

El Tribuno dialogó con Daniela a propósito del estreno internacional de “Husek” y de la dimensión multicultural de la película.

¿Qué significa “husek”?
Es una palabra muy importante que, de alguna forma, concentra toda una idea de vida wichí, una filosofía de vida y no sé si es correcto decir “filosofía de vida”, y decidimos con Osvaldo Villagra dejarla sin traducción, porque en realidad es un concepto muy grande que tiene que ver con lo que hay que alimentar para ser persona, para ser buena persona. Sería algo vinculado al don de gente. John Palmer le dedica todo un libro a esta palabra; él la traduce como “la buena voluntad wichí”. Es algo que está, que subyace y que nos pareció lindo poner como título inicial de la película y no traducirlo. Pensamos que era algo que había que percibir de alguna manera. Es la invitación a interesarse por esa palabra y tratar de encontrarle el significado todos juntos. Esa fue la intención de no traducirla.

A propósito de esta palabra, el trabajo de traducir en imágenes y dar cuenta de un mundo que no es el habitual es un doble desafío.
Nosotros trabajamos desde “Nosilatiaj” en la zona de contacto entre el mundo occidental y el mundo indígena; tratar de observar qué pasa en esa relación. No es “hacer una película sobre el mundo wichí”, sino hacer una película, un relato, algo que nos permita observar esa relación. Dónde está ese diálogo un poco roto, qué está pasando allí. En “Husek”, ese es el punto de la película. Y siempre es un placer trabajar con Osvaldo (Villagra), porque la idea es que la película tenga la perspectiva indígena. Que tenga la perspectiva occidental y también tenga la perspectiva indígena; y entonces allí hay una ventana cruzada, de un lado para el otro, como una ventilación cruzada, digamos. Encarándolo desde ese lugar, el trabajo es muy rico porque el aporte de todas las personas involucradas, wichí y no indígenas, es lo que va construyendo el relato. Así trabajamos con Osvaldo, pensando en ese pasaje.

Si tendrías que orientar con respecto a qué cuenta la película, ¿cómo lo harías?
Es la historia de un proyecto de desarrollo que llega a la comunidad. Ana, una de las protagonistas, es la encargada y Valentino es el nijat (cacique) de la comunidad, y con su nieto Leonel van a tratar de dar su perspectiva acerca de esto que está llegando al territorio y que plantea un nuevo orden territorial, precisamente. Y la comunidad no está de acuerdo. Ahí está el eje de la historia: cómo se comunica, qué lugar se le da a la escucha, a la conversación, cómo juega la cuestión lingüística cuando uno habla un idioma y otros hablan otro. Qué pasa en ese encuentro y, sobre todo, cuando se está hablando del territorio, de la forma de vida, de las ideas de habitarlo.

Se estrena estos días en el Festival Internacional de Cine de Marsella...
El mundo del cine es así. Siempre se empieza en algún estreno internacional, es lo que le marca el camino a la película internacionalmente, y después también la recepción del mundo del cine más al interior de cómo funciona la legitimidad cinéfila, digamos. Es una buena noticia que haya empezado en el Festival de Marsella, un festival muy interesante que apuesta por cines diversos. Quizás no va para el lado de lo comercial sino del contenido y de la forma cinematográfica y defienden fuertemente la diversidad en el cine. Entonces creo que es muy interesante empezar ahí, y espero que pronto podamos terminar de organizar el estreno nacional y local. Primero se hace el circuito por festivales y después se hace el estreno en salas. Que ojalá sea en salas, y si no, también se llega por streaming a muchos y está bueno. Esa combinación estaría genial, si nos toca apertura de salas. Sala más que se pueda ver en las casas... sería maravilloso.

En la Bienalsur, en el Museo de Bellas Artes, se puede ver algo del proceso creativo de la película, contanos qué se encuentra en esa muestra.
Es una muestra colectiva muy linda, donde se muestra, justamente, el trabajo en colaboración, vinculado al Gran Chaco. Hay obras hechas por artistas, activistas, todo en colaboración indígena y no indígena, en trabajo conjunto. Y nos invitaron a mostrar algo vinculado a la película; entonces, hay una instalación relacionada a la idea del cine y de estas colaboraciones que se hicieron. Hay una serie de bolsas, de yicas tejidas a partir de palabras que hay en la película. Hay todo un trabajo que hicieron. Están las tradicionales de chaguar, pero también estas que se están haciendo ahora, con hilos de plástico y hay otras a crochet. Se hizo como todo un gran trabajo vinculado a eso en la película. Es como una gran idea del lenguaje y la traducción, y después esos motivos hechos por las tejedoras wichí fueron tomados para hacer una especie de tejido digital en el afiche de la película. Hay una pequeña muestra de un área de la película en la que también se trabajó en colaboración. Ese fue el espíritu de todo, pero acá elegimos hacer un homenaje a la lengua wichí, a las formas de traducir y una reflexión acerca de todo eso. La lengua wichí ahora se declaró oficial en Salta. Entonces, fue mostrar algo sobre la película y también hacer un homenaje a esa lucha y a eso muy importante que se logró con el idioma justo ahora.

¿Por qué la temática del Chaco en tu trabajo?
Desde que era estudiante de Cine, los primeros trabajos que me salieron en Salta fueron en el Chaco. Estudiaba Cine en la UBA, yo soy de acá, tengo a toda mi familia acá. Mi mamá es antropóloga, Catalina Buliubasich, y trabaja en el Chaco desde hace mucho tiempo. Y a través de ella me salieron trabajos para hacer documentales en el Chaco salteño, como estudiante. Yo iba sola con mi cámara. Bueno, hay algo allí que me atrajo mucho, que me fascinó y, sobre todo, que no logro entender todavía: por qué -y ahora estoy estudiando una maestría en Antropología-, cuál es el origen y cómo se puede subsanar un poco el desencuentro que hay entre el mundo indígena y el mundo occidental. Eso me fue motivando. Primero hice unos cortometrajes de animación cuando volví de uno de esos viajes; después me contaron la historia de “Nosilatiaj” y armamos esa ficción. Hay algo en ese espacio que me parece muy poderoso y hay algo que no se comunica. Hay como una distancia entre lo que se percibe desde el mundo occidental desde allá y lo que allá sucede; creo que en el cine hay una obsesión de rastrear dónde está ese conflicto, cuál es el origen y cómo se puede subsanar. El Chaco tiene cosas maravillosas y gente maravillosa, de las cuales me fui haciendo muy amiga y es un espacio al que siempre me gusta volver. Por ahora, también hacer películas. Después ya veremos adonde nos lleva todo este trabajo. Me parece que abrir espacios en nuestra narrativa para que la perspectiva indígena se manifieste es fundamental y muy necesario. Y trato de hacer eso desde el cine. No es una idea de extractivismo, de observación foránea sino como de búsqueda de esta interrelación.

La diversidad de lenguas y culturas de Salta es importante...
Sobre todo, eso. Abrir un espacio para que eso se ponga de manifiesto y aparezca esa perspectiva cultural. Hay una diversidad tan grande, es una provincia tan grande. Por lo menos yo creo que ahora se está hablando mucho más de esas cosas. Cuando yo era chica, me impresionaba la idea de que pareciera que hay una sola forma de ser salteño, hay una construcción -y también se da a nivel país-: “esto es salteño, esto no es muy salteño”. Hasta a uno, si no pertenecías a los cánones, te decían “no parecés salteña, no sos salteña, no pertenecés”. Una especie de obsesión para definir qué es salteño y qué no, cuando en realidad hay una diversidad tan grande en la provincia y es necesario, desde todas las narrativas, dar cuenta de eso.

¿Quiénes te acompañaron en el proyecto?
Fue un equipo muy diverso. Gente de las comunidades formaron parte del equipo, trabajaron. Y también gente de cine y se incorporaron personas que vienen de otras artes. Y eso fue muy rico, muy poderoso, muy lindo. Guido Yannitto fue director de Arte junto a Bruno Alfarano, Macarena Fuentes, en vestuario; María Margarita Pérez, en casting. También hubo trabajadoras audiovisuales salteñas que hicieron sus primeras jefaturas, como Maira Juárez que hizo su primera jefatura de Producción, Agustina “Colo” Soutullo que también estuvo en dirección. Fue un equipo muy diverso y también vino gente de Buenos Aires, volví a trabajar con Vista Sur Films, una productora que está emplazada en Buenos Aires. Fue todo una gran experiencia interdisciplinaria, interprovincial e intercultural. 


 

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