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VIDEOS. Atletas con superpoderes: el valor de nunca rendirse

De jugar al tenis de mesa sin manos a superar las duras consecuencias de Chernobyl. Estos atletas no conocen de límites, a pesar se convivir con múltiples discapacidades físicas. 
Sabado, 28 de agosto de 2021 02:20

Con solo sentarse a ver un ratito de los Juegos Paralímpicos que se están desarrollando en Tokio nos damos cuenta de que la palabra limitación no siempre es esclava de su definición. Esa acción o efecto de limitarse no aplica a los más de 4.000 atletas de todo el mundo que nos están mostrando que las limitaciones solo existen en la imaginación y no en el terreno real de una cancha o de una pista.
Hay historias para destacar, guardar y volver a poner en relevancia cuando aparecen esos fantasmas que dicen que no podemos. Cada atleta paralímpico tiene su historia, vivió en carne propia el dolor de perder algún miembro u órgano de su cuerpo, superó ese obstáculo y ahora está compitiendo para intentar colocarse entre los mejores del mundo, tal vez, sin saber, que ya están en ese pedestal. 
Tokio 2020 nos ofrece la historia del atleta que sin manos y con la paleta en la boca juega al tenis de mesa; también de la chica que sufrió la radiación del accidente nuclear de Chernobyl en 1986 que la dejó con terrible secuelas. La del gigante iraní de 2,46 metros que juega al vóley sentado o la de aquella bebé que sufrió la locura de sus padres y ya tiene su medalla paralímpica.

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Con solo sentarse a ver un ratito de los Juegos Paralímpicos que se están desarrollando en Tokio nos damos cuenta de que la palabra limitación no siempre es esclava de su definición. Esa acción o efecto de limitarse no aplica a los más de 4.000 atletas de todo el mundo que nos están mostrando que las limitaciones solo existen en la imaginación y no en el terreno real de una cancha o de una pista.
Hay historias para destacar, guardar y volver a poner en relevancia cuando aparecen esos fantasmas que dicen que no podemos. Cada atleta paralímpico tiene su historia, vivió en carne propia el dolor de perder algún miembro u órgano de su cuerpo, superó ese obstáculo y ahora está compitiendo para intentar colocarse entre los mejores del mundo, tal vez, sin saber, que ya están en ese pedestal. 
Tokio 2020 nos ofrece la historia del atleta que sin manos y con la paleta en la boca juega al tenis de mesa; también de la chica que sufrió la radiación del accidente nuclear de Chernobyl en 1986 que la dejó con terrible secuelas. La del gigante iraní de 2,46 metros que juega al vóley sentado o la de aquella bebé que sufrió la locura de sus padres y ya tiene su medalla paralímpica.

Un lema como bandera

“Nunca te rindas en la vida”. Ese es el lema de Ibrahim El­ husseiny Hamadtou , deportista egipcio que, sin brazos, ha logrado convertirse en uno de los mejores jugadores de tenis de mesa paralímpico compitiendo con la paleta en la boca y disputando cada pelota con el movimiento de su cabeza.
Hamadtou (48) afronta en Tokio su segunda participación en unos Juegos Paralímpicos tras su concurso en Río de Janeiro. Allí, en la ciudad carioca, sorprendió al mundo con su manera de jugar. 


El tenismesista egipcio se pone la pelota en el pie, la eleva a media altura y, con el gesto de su cabeza, la manda al otro lado de la mesa para tratar de ganar a sus rivales. Es su forma de jugar y también su forma de mostrar al mundo que, pese a su discapacidad, no hay barreras que se lo impidan.
En 1983, a los diez años, tras un accidente de tren, perdió los dos brazos y su vida cambió, pero, lejos de venirse abajo, hizo frente a las adversidades para salir adelante.
“Un día cuando estaba viendo un partido de tenis de mesa con dos amigos, en un momento en el que no estaban de acuerdo, yo intercedí. Fue entonces cuando uno me dijo ‘cállate, que tú nunca podrás jugar’. Esa frase se revolvió en mí y fue la que me impulsó a jugar a este deporte”, confiesa Hamadtou.
Para comenzar probó diferentes formas usar la paleta “hasta dar con la tecla”, como relata. “Lo primero fue jugar con la paleta debajo de la axila pero me resultaba muy difícil. Tiempo después probé con la boca y ahí sí que mejoré”, comentó. Hamadtou siempre subraya que “la discapacidad no está en los brazos o las piernas, sino en no creer en lo que tú quieres hacer”.

Lo que no quitó Chernobyl

Oksana Masters nació en junio de 1989 en Ucrania, una nación que aún padecía los efectos adversos de la explosión que había destruido hacía ya tres años la central nuclear de Chernobyl. 
Fueron justamente las consecuencias de la radiación todavía presente en varias zonas las que afectaron su cuerpo: nació con un riñón, seis dedos en cada pie y, aunque en las manos tenía cinco, no tenía la parte de arriba del pulgar. Además, su pierna izquierda era 15 centímetros más corta que la derecha y no tenía tibias. 
Tras una serie de operaciones, tuvieron que amputarle las piernas por encima de la rodilla. Sus problemas físicos no eran su único obstáculo en la vida. Tras nacer, fue derivada a un orfanato, en donde estuvo siete años a la espera de ser adoptada. La institución era más bien una cárcel en donde sufrió todo tipo de abusos.
“En el orfanato, asociabas dormir con abuso, realmente era así de simple”, contó Oksana. Su vida cambió completamente cuando se cruzó en su vida la estadounidense Gay Masters. Su adopción y el traslado a Estados Unidos le cambiaron la vida.

Con el tiempo y la ayuda de su madre adoptiva Oksana comenzó a dejar atrás sus traumas. Se volcó al deporte cuando tenía 13 años y ahora es una de las deportistas más polifacéticas del mundo. Ha competido en los Juegos Paralímpicos de invierno y de verano en esquí de fondo, biatlón, remo y ciclismo y en Tokio volverá a hacerlo sobre las dos ruedas.
“Ser deportista ha cambiado mi vida para siempre. Pero no me metí en los deportes para ganar, exactamente. Me metí en ellos por lo que me han ayudado a entender sobre mí misma. El deporte me ha hecho ver cómo mi cuerpo tiene un poder que nunca debe ser subestimado”, dice Oksana. A sus 32 años ya tiene una medalla de bronce en remo en los Paralímpicos de Londres 2012, ganó cinco medallas en los Juegos de invierno Pieonchang 2018, dos de ellas fueron de oro y ganó nueve campeonatos mundiales paralímpicos. 

El gigante iraní

Sentado en el piso, los brazos de Morteza Mehrzadselakjani sobrepasan los 1,8 metros. De pie, el atleta paralímpico iraní mide 2,46 metros lo que lo hace el deportista más alto en la historia de los Paralímpicos y el segundo hombre más alto del mundo.
Pero la ventaja competitiva de Morteza vino con un precio muy alto. Sufre de acromegalia, una extraña condición causada por el exceso de la hormona de crecimiento.
A la edad de 16 años ya medía más de 1,87 m. Un año antes, una grave fractura de pelvis por un accidente de bicicleta detuvo el crecimiento de su pierna derecha, que es 15 centímetros más corta que la izquierda, lo que le dificulta caminar. El iraní normalmente usa una silla de ruedas o muletas para desplazarse.


Antes de descubrir el vóley sentado hace cinco años, la vida de Morteza era muy diferente. “Estaba solo, estaba deprimido. Pero mi vida ha cambiado por jugar voleibol sentado y ser un paralímpico”. En el deporte encontró la salida a la depresión y desde que comenzó a jugar vóley sentado ha ganado la medalla de oro en los Paralímpicos de Río de Janeiro y el Mundial de 2018. 

La niña milagro

Haven Shepherd llevará siempre consigo el apodo de “La niña milagro”. El trágico suceso que derivó en ese sobrenombre sucedió en Vietnam, cuando ella tenía apenas catorce meses de vida. Sus padres, que mantenían una relación extra matrimonial, se ataron una bomba al cuerpo y la sostuvieron en brazos en un intento de suicidio familiar. 
La bomba explotó, sus padres murieron, pero Haven no. Sobrevivió de milagro, pero debieron amputarle las dos piernas por debajo de las rodillas como consecuencia de las graves quemaduras y heridas. 
Seis meses después de ese terrible suceso fue adoptada por Shelly y Rob Sheperd, de Estados Unidos. “Siempre hay que mirar lo positivo de la vida, tuve una situación muy mala, pero salí. No entré en shock y solo perdí las piernas. Podría haber perdido la vida”, explicó Haven, que nació con el nombre vietnamita Do Thi Thuy Phuong en marzo de 2003.
A los nueve años comenzó a practicar la natación y hoy es una de las representantes que tuvo Estados Unidos en los Juegos Paralímpicos que se desarrollan en la capital japonesa. Ya compitió en los últimos Parapanamericanos donde obtuvo dos medallas de plata y otra de bronce. Su historia es inspiradora y se ha convertido en un icono del movimiento del deporte adaptado. 
“No puedes controlar la vida, solo puedes controlar cómo respondes a las cosas”, explica Haven con un mensa contundente. Estos atletas pudieron dar una buena respuesta al interrogante de la adversidad y disfrutan del mundo del deporte, sin límites. 
 

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