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Siempre fresca, la frutilla

Se consiguen a buen precio, están sabrosas y son ideales para comer solas o en preparaciones. Si están en su punto, no necesitan nada que opaque el placer al morderlas: un sabor dulce y ácido único. Una porción de 100 gramos aporta solo 33 calorías. Brindan saciedad gracias al aporte de fibra y favorecen la eliminación de líquidos.
Viernes, 17 de septiembre de 2021 19:28

Estos días, en los mercados municipales, en la zona del San Miguel, en los carros de los fruteros en el centro y, por supuesto, en las verdulerías del barrio, se destaca el rojo furioso, irresistible, de las frutillas. Están sabrosas y son ideales para comer solas o en preparaciones y se consiguen, en esta época, a muy buen precio. 

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Estos días, en los mercados municipales, en la zona del San Miguel, en los carros de los fruteros en el centro y, por supuesto, en las verdulerías del barrio, se destaca el rojo furioso, irresistible, de las frutillas. Están sabrosas y son ideales para comer solas o en preparaciones y se consiguen, en esta época, a muy buen precio. 

Además, sus propiedades las vuelven excelentes aliadas de la salud: ayudan a contrarrestar los radicales libres, responsables del envejecimiento y deterioro de la piel y los tejidos. Una porción de 100 gramos aporta solo 33 calorías. Brindan saciedad gracias al aporte de fibra (2,6 g cada 100 g) y favorecen la eliminación de líquidos debido a su alto aporte de agua. Son ricas en vitaminas C, A (carotenos) y E (antioxidantes), B1, B2, B3, B6 y K. Y también en minerales como calcio, potasio, yodo, silicio, fósforo, magnesio. 

Y más allá de tantos datos, si elegís consumirlas solas, 8 a 10 unidades equivalen a una ración (las Guías Alimentarias para la Población Argentina recomiendan consumir entre dos y tres porciones de fruta al día). 

El origen

Las frutillas europeas Fragaria vesca y Fragaria moschata tienen mucho sabor, color rojo fuerte y son redondas y muy chicas. En el siglo XIV, aparecen en el arte como símbolo de la naturaleza floreciente. Los joyeros tomaban sus hojas, que significaban pureza, para copiarlas en oro y adornar las coronas de duques y príncipes. También, fueron muy queridas por Luis XIV. Los historiadores dicen que este monarca mandó a espiar los puertos de los españoles en Chile en 1712.

De regreso, el teniente Amédée Frézier llevó mapas y planos, pero lo más importante es que llevaba en su equipaje cinco plantas de frutilla encontradas en la Patagonia: la Fragaria chiloensis, que crece desde las playas del Pacífico hasta los 1.500 metros en la cordillera, cruzando hasta Neuquén, Río Negro y Chubut, cultivada por siglos por los mapuches. Es una fruta muy grande -del tamaño de un huevo de gallina, reportaba Frézier- con forma de corazón alargado, pero blanca o rosa pálido, con poco sabor.

Lamentablemente, el teniente no sabía que algunas de las variedades de frutillas son dioicas (sexos en distintas plantas) y sus cinco plantas eran hembras: producían flores, pero nada de fruta. Hasta que en Brest -cuentan- algunas fueron plantadas al lado de una planta de frutilla procedente del norte de las Américas, y se unieron. De este modo, en Europa, la F. chiloensis se cruzó con la F. virginiana y produjeron la F. x ananassa: roja y dulce como el padre, grande y suculenta como la madre.

Las frutillas que se consumen en la actualidad son casi todas descendientes de esta pareja de americanas, que por suerte se autopolinizan y producen prolíficamente. 

En la cocina

Son deliciosas para comerlas solas, pero si les falta algo de dulzor se le puede agregar jugo de naranja o azúcar. Si están en su punto no necesitan nada que opaque el placer al morderlas: un sabor dulce y ácido único.

La tarta de frutillas con base de pastelera es un clásico. Y también la mermelada. Se prepara con 600 g de frutilla; 300 g de azúcar; jugo de medio limón y dos hojas de menta.

El procedimiento: lavar las frutillas y sacarles las hojas, cortarlas en cuartos y colocarlas en un bol junto con el azúcar. Taparlo y llevar a la heladera por 6 horas. Colocar las frutillas maceradas en una cacerola junto con el jugo de limón y las hojas de menta. Llevar la olla destapada a fuego medio por media hora. Aplastarlas para que se una al almíbar. Retirar la espuma y sacar la menta. Envasar la mermelada caliente en los frascos recién higienizados; una vez cerrados, dejarlos enfriar con la tapa para abajo. 

 

Tarta de frutillas, con dulce de leche

Ingredientes

100 g de manteca
2 cucharadas de azúcar 
Una yema 
2 cucharadas de agua fría
1 cucharadas de vinagre
2 tazas de harina; 
3/4 kilo de frutillas
500 g de crema chantillí 
200 g de dulce de leche
 

Preparación

Poner la harina sobre la mesa y hacer un hueco en el centro. Colocar la manteca blanda, la yema, el azúcar y el vinagre. Unir los ingredientes hasta lograr una masa tierna, que no se pegue.
Forrar una tartera y terminar el borde en forma prolija, la masa debe quedar fina.
Cocinar en horno caliente, apoyando primero en el piso del horno por 5 minutos, y luego, pasándola al centro hasta que se note cocida. Dejar enfriar. Untar la base con dulce de leche. Cubrir con crema chantillí (puede ser crema pastelera) y disponer frutillas cortadas al medio encima. Si se desea, abrillantar la superficie con mermelada de frutillas.

 

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