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Del resentimiento al atropello

Sabado, 19 de noviembre de 2022 02:25

El mundo debe agradecer al científico británico James Smithson el haber superado el resentimiento que probablemente padeció por ser hijo natural en la Inglaterra siempre clasista del S.XVIII, antes de heredar fortuna, amasar otra, ser miembro de la Royal Society y convertirse en candidato para madres casaderas que antes ni lo saludaban. Amén de haberse graduado en Oxford, descubierto la hemimorfita y de que un carbonato fuera bautizado smithsonita en su honor; de vivir en París durante la Revolución Francesa, ir preso durante las Guerras Napoleónicas y temiendo que su heredero pudiera (como él) morir sin descendencia y, si así ocurriese, donó toda su fortuna a los Estados Unidos de América para "aumentar y difundir el conocimiento entre los hombres".

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El mundo debe agradecer al científico británico James Smithson el haber superado el resentimiento que probablemente padeció por ser hijo natural en la Inglaterra siempre clasista del S.XVIII, antes de heredar fortuna, amasar otra, ser miembro de la Royal Society y convertirse en candidato para madres casaderas que antes ni lo saludaban. Amén de haberse graduado en Oxford, descubierto la hemimorfita y de que un carbonato fuera bautizado smithsonita en su honor; de vivir en París durante la Revolución Francesa, ir preso durante las Guerras Napoleónicas y temiendo que su heredero pudiera (como él) morir sin descendencia y, si así ocurriese, donó toda su fortuna a los Estados Unidos de América para "aumentar y difundir el conocimiento entre los hombres".

El resultado de esta decisión surge al doblar la Curva de Arlington, dejando atrás los mil reflejos del Potomac y la nebulosa inmaculada de los cerezos en flor de Washington D.C. Desde allí puede vislumbrarse el (para algunos) mejor museo del mundo: los Smithsonians, un enclave de museos y edificios que incluyen 9 centros de investigación, 16 museos (3 más fuera de DC), un zoológico en los que admirar un panda, salas con Rodin y Miró, naves de primitivas a espaciales, réplicas de Apolo y de la maquinaria que pisó la luna (donde un cráter fue bautizado Smithson), drones de última generación o el mayor museo del mundo de historia natural con elefantes disecados.

Otelo y su odio

Este magnífico ejemplo enseña que desembarazarse del pasado y construir algo positivo es posible, aunque, a veces, el poder del resentimiento sea infinito. Sea por dolor ante una ofensa, por enojo ante algo que se considera injusto o, según lo demostrará la intolerancia, solo por la molestia de que algo exista.

Shakespeare lo advierte. Por resentimiento, el alma de Otelo es envenenada con mentiras y calumnias por Yago, cuya perversidad es tan amplia como los 9 metros de ancho de las murallas que conducen al castillo de Otelo en Chipre, donde vivió Cristóforo Moro, gobernador de la isla que mató a su mujer e inspiró la obra, obra que es eterna porque siguen existiendo las grietas insalvables, la violencia de género y la malignidad. Es el resentimiento del indigno que, descubierto en su intento de aprovecharse de un moribundo para manipular a su favor, termina adjudicando la maniobra a quién se la descubrió.

La aniquilación populista

Es lo que viene haciendo el peronismo (con algunas excepciones) hace más de ochenta años, con mentiras recurrentes, enriquecimientos inexplicables, impunidad asegurada e impudicia. Es el populismo que ha aniquilado no solo a la otrora gloriosa clase media argentina surgida del esfuerzo y la cultura de trabajo, sino que logra, una y otra vez, ser reelegido desde los bolsones de pobres que crea para asegurar su supervivencia. Populismo que no han interrumpido ni los gobiernos de militares insurrectos que sumaban desatinos y barbaridades ni gobiernos con legitimidad de origen que no supieron, no quisieron o no pudieron abandonar la senda u otros, dilatando decisiones para compensar su debilidad legislativa, agitando fantasmas para profundizar una grieta que los ¿beneficiaría? o gobernando para quienes no los votaron, traicionando a su electorado y, en cualquier caso, incrementando siempre el populismo.

A puro plan, bono y subsidio, negando la dignidad del trabajo y envalentonando a quienes quieren terminar con la empresa privada y la propiedad. Y no alcanzan ni la buena fe ni las buenas intenciones ni la honestidad de contados dirigentes –pocos, pero hay- para revertir el escandaloso resultado.

Sucede con los sucesivos desaciertos que se dan en Educación, donde no se busca la excelencia sino su deterioro en los niveles inferiores y la politización del alumnado en los niveles intermedio y superior. Nivelar para abajo, ahogarlos de ideología. ¿Podrá esta escuela de demérito y cogobierno politizado (corral de engorde de sindicalistas más preocupados en servir de brazo de políticos que a los intereses de niños y maestros) dar alumnos que obtengan el Premio Nobel como Bernardo Houssay o Carlos Saavedra Lamas, egresados del Nacional Buenos Aires? (a propósito, Raúl Apold, subsecretario de Prensa y Difusión de Perón 1949-1955, prohibió a todos los medios difundir y cubrir la llegada de Houssay, enérgico opositor, después de recibir el Nobel).

¿Buscan que la sociedad acepte como normal un delito flagrante como la toma de colegios ante la inacción políticamente correcta (y suicida) de Larreta? ¿Que no existan pasantías en empresas porque unos vagos consideran que es trabajo encubierto, privando de experiencia a muchos estudiantes que sí quieren hacerlas? ¿Qué vandalicen instalaciones para luego reclamar por su reparación?

¿Pretenden que la Corte convalide desdoblamientos de bloques para birlar puestos claves en el Consejo de la Magistratura en pos de impunidad? ¿Quieren convencer a la gente que la democracia es ese primo bastardo del autoritarismo en que la quiere convertir el kirchnerismo?

El sueño mesiánico

El resentimiento es el rasgo distintivo de fanáticos que, sin fortalecerse en los principios de su religión para evangelizar dando testimonio, se convierten en energúmenos intolerantes que pretenden imponer la verdad recortada que les conviene y no respetan a nadie, ni siquiera a ellos mismos; se adueñan de esta porción y, levantando el dedo, llegan a justificar guerras, asesinatos, crímenes y hasta actos terroristas y, cuando condescienden a fingir un "perdón" que no sienten, quieren en realidad averiguar qué sucede y el único que puede informarlo es el "hereje". Galileo Galilei da fe de ello, víctima del resentimiento más que de la ignorancia. O el Tribunal de la Santa Inquisición que, en versión mexicana, humilló a sor Juana obligándola a firmar "Yo, la peor de todas". Y, claro, Giordano Bruno que a su muerte profetizó su estatua en el Campo di Fiori, siglos después: "Decid! ¿Cuál fue mi crimen? ¿Lo sospecháis siquiera? ¡Y me culpáis, sabiendo que nunca delinquí! ¡Quemadme! que mañana, donde prendáis la hoguera, levantará la historia una estatua para mí".

El último alarde de este resentimiento es la ratificación del fallo de la Inspección General de Justicia por la Sala M de la Cámara Civil de Buenos Aires, que pretende obligar al Jockey Club de Buenos Aires a aceptar socias mujeres y a allanar las barreras que impiden su entrada, ignorando la libertad de asociación consagrada. Peor aún, ratifican su competencia para la decisión en que "no solo se ajusta a las facultades reglamentarias y legales… sino que es coincidente con los compromisos internacionales asumidos por la Argentina, que condenan la discriminación a la mujer en todas sus formas". Ocultan, por cierto, que la mayoría de los pactos internacionales de DD.HH. entienden "que el derecho de asociación comprende la libertad de asociarse sin necesidad de autorización previa del Estado", condición que busca limitar al poder público para que la sociedad no quede expuesta a decisiones arbitrarias e improcedentes que atropellan a civiles y asociaciones. Como en este caso.

Sin combatir sino alentando el caos, la anarquía y la intranquilidad social que como gobierno debería desterrar, el falso progresismo va por más. No le alcanza con que se respeten sus preferencias y que, aún sin respetarlas, muchos deban tolerarlas. No se conforma con sancionar disparates en la esfera pública, disfrazados de reivindicaciones minoritarias y absurdas que no soportan la menor verificación científica, como el lenguaje inclusivo, por ejemplo.

Ahora quiere obligar a los demás a aplaudir las suyas y aniquilar las propias que le son ajenas porque, en el fondo, no toleran lo distinto que dicen defender. Porque son totalitarios resentidos que quieren obligar a los demás a vivir como ellos quieren que vivan, so pretexto de discriminación arbitraria.

No sorprende, entonces, que en esta Argentina donde duele tanto y tanto daño hace el resentimiento institucionalizado, el éxodo de los jóvenes aumente: Jorge Fernández Díaz cita a Unamuno y lo explica: "Se viaja, no para buscar el destino, sino para huir de donde se parte".

 

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