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Ucrania, la línea de fractura

Sabado, 26 de febrero de 2022 02:48

Nadie puede negar que Vladimir Putin ejerce el poder de manera autoritaria. A su vez, resulta evidente que los principios de la democracia occidental no forman parte del ADN del sistema político ruso y que Rusia ha manifestado, desde sus orígenes históricos, una tentación imperial. Estos tres ejes sustanciales no son, empero, suficientes para explicar la situación actual en una región que supone una frontera endeble entre occidente y Rusia. 

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Nadie puede negar que Vladimir Putin ejerce el poder de manera autoritaria. A su vez, resulta evidente que los principios de la democracia occidental no forman parte del ADN del sistema político ruso y que Rusia ha manifestado, desde sus orígenes históricos, una tentación imperial. Estos tres ejes sustanciales no son, empero, suficientes para explicar la situación actual en una región que supone una frontera endeble entre occidente y Rusia. 

¿Por qué Ucrania? 

Hay muchas razones que explican el accionar ruso: económicas, de política interna, de proyección geopolítica, etcétera, que ya han sido analizadas profusamente. Sin embargo, hay razones profundas y arraigadas que hacen de Ucrania un caso particular y sometido a una inestabilidad persistente desde el derrumbe soviético.
El imperio ruso nació en Kiev, actual capital de Ucrania, y durante mucho tiempo ha mantenido su independencia política. Sin embargo, desde 1654, cuando Bohdan Khmelnytsky juró lealtad al Zar a cambio de ayuda contra el dominio polaco, estuvo bajo la égida de Moscú.
Internamente, es un país dividido pues la región occidental ha formado parte de Polonia, Lituania y Austria-Hungría, mientras que la región oriental ha mantenido estrechos lazos con Rusia. No se trata solamente de una cuestión de mapas y fronteras, sino de un impacto importante sobre la población. Los ucranianos occidentales hablan ucraniano y se han mantenido firmes en sus posiciones nacionalistas; en cambio la población oriental en gran parte habla ruso y no han sido tradicionalmente anti rusas. En materia religiosa la división también es marcada y en este punto es necesario resaltar el carácter descentralizado del Cristianismo Ortodoxo en donde las iglesias son nacionales, lo que implica en cierta medida y según los casos, una ligazón más férrea con los poderes políticos. En el caso de Ucrania, los orientales tienen vínculos con la Iglesia Ortodoxa Rusa, pero en la región occidental la mayoría pertenece a la denominada Iglesia Uniata, que practica el rito bizantino, pero que reconoce la autoridad del Papa.
Todos estos datos no son solo curiosidades demográficas, sino que han influido decisivamente en la dinámica de los acontecimientos desde el desmembramiento de la Unión Soviética. En las elecciones presidenciales de Ucrania lo habitual ha sido que se enfrenten líderes pro rusos y pro occidentales; el triunfo de unos u otros marca las tensiones con una u otra potencia. Las elecciones presidenciales de 1994 han sido una clara demostración, cuando el líder nacionalista Kravchuck venció en las 13 provincias de Ucrania occidental con amplia mayoría y el líder pro ruso Kuchma hizo lo propio en las 13 provincias de Ucrania Oriental. El último
presidente ucraniano filo ruso fue Vìktor Yanukóvich, quien gobernó entre 2010 y 2014. Desde esa fecha, se han acelerado los conflictos internos, desde los intentos secesionistas de Donetsk y Lugansk pasando por la crisis y posterior anexión o recuperación, según el cristal con el que se mire, de Crimea por parte de Rusia.
La coyuntura pasa, pero la historia queda. En Ucrania la historia marca la existencia de un país dividido en donde los conflictos han estado presentes o latentes de una manera casi permanente. En su célebre “Choque de Civilizaciones”, Samuel Huntington señalaba que la línea de fractura entre la civilización occidental y la ortodoxa pasaba por Ucrania y que el futuro de la región dependía de las relaciones entre estas dos naciones eslavas. El autor suponía como hipótesis más probable una Ucrania unida pero escinda y cercana a Rusia por conveniencia más que por convicción. No descartaba, aunque como una hipótesis menos probable, la división de Ucrania en dos entidades y la anexión de la oriental con Rusia. Claro, en los años 90, cuando Huntington escribió su obra, China no era una potencia mundial y Putin no estaba al frente del Kremlin.

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