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De halcones, palomas y ratas

Viernes, 06 de mayo de 2022 01:26

Aun cuando el Día del Animal se celebra en casi todo el mundo el 4 de octubre, por San Francisco de Asís (cuya entrañable oración a las aves comienza diciendo "Pajaritos, hermanos míos...) y España ensalza a sus mascotas el 17 de enero en recuerdo a San Antón con actividades que engalanan la Cibeles y el Palacio de Cristal, mientras el ayuntamiento alardea de sus políticas de protección animal, Argentina lo hace el 29 de abril en homenaje al Dr. Lucas Ignacio Albarracín, primer secretario de la Sociedad Argentina Protectora de Animales, la que luego presidió al renunciar Domingo Faustino Sarmiento.

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Aun cuando el Día del Animal se celebra en casi todo el mundo el 4 de octubre, por San Francisco de Asís (cuya entrañable oración a las aves comienza diciendo "Pajaritos, hermanos míos...) y España ensalza a sus mascotas el 17 de enero en recuerdo a San Antón con actividades que engalanan la Cibeles y el Palacio de Cristal, mientras el ayuntamiento alardea de sus políticas de protección animal, Argentina lo hace el 29 de abril en homenaje al Dr. Lucas Ignacio Albarracín, primer secretario de la Sociedad Argentina Protectora de Animales, la que luego presidió al renunciar Domingo Faustino Sarmiento.

Y pese a las distintas fechas y hemisferios, y mucho antes que las postrimerías del S. XX inventaran la Antrozoología, la interacción entre hombres y animales fue registrada ya en las primeras pinturas rupestres, interacción que el hombre vivió y cultivó por más primitivo que fuese.

Así continuó a lo largo de los siglos hasta que el genio de Esopo hizo hablar a los animales que ­de pronto! se convirtieron en canal para expresar los sueños, grandezas y lealtades de los hombres; sus intrigas, miserias, deslealtades y traiciones, ahorrándole al autor el destierro, cárcel o muerte que hubiera padecido de no sustituir por fauna a los verdaderos -y generalmente poderosos- protagonistas, innombrables por intolerancia o miedo.

Años más tarde, Aristófanes (que lleva en su alma todo el sufrimiento de una Atenas gloriosa a punto de dejar de serlo) olfatea y anticipa una primera revuelta social con "Las aves": los pájaros se rebelan por lo mal organizado que está el mundo; pero se sublevan directamente contra los propios dioses, ninguneando a los sacerdotes, meros intermediarios más ocupados en consolidar poder que en llevar los mensajes divinos. Fundan su propio reino, vuelan día y noche, y sus alas desplegadas impiden que el humo de los sacrificios suba al Olimpo y alimente a los olímpicos que, privados de alimento, se ven obligados a negociar, dando la hostilidad paso a la convivencia.

Esa coexistencia puede ser o no pacífica y ha permitido alegorías inmensas, como la de "El viejo y el mar", donde el tiburón de Hemingway -aunque no hable y no sea una fábula- personifica las vicisitudes de la vida misma (no la maldad o inutilidad de un burócrata que a menor poder es peor déspota) y la heroica confrontación que opone el pescador es la lucha de cualquiera por la vida, con sus muchos sinsabores y sus muchos esplendores.

Es esa misma convivencia la que regala espléndidas metáforas, analogías y alegorías. Tal es el caso de la relación que establecen los animales y el "cachorro humano" en "El libro de la Selva"; sin esfuerzo, Kipling demuestra que la fraternidad depende del respeto, la cotidianidad y el amor y no de la sangre, y que, aun cuando la lujuria de la selva encandile con sus exterioridades, resulta obvio que la vida está "compartimentada y carcomida por la dolorosa lucha por la existencia y las vicisitudes que la acompañan y confunden".

Rebelión en la granja

Donde no hay confusión posible es en "Rebelión en la granja": Orwell advierte que el poder corrompe, que su ejercicio equivocado redunda en abusos, que los horrores del totalitarismo se desencadenan a la menor defección y que la bestia cercada resistirá cualquier embate porque sabe que es matar o morir. Y aún sin conocer el entramado del poder soviético de ese entonces (al que alude), que permitiría identificar a cada protagonista histórico con un animal, cualquier lector advierte el engaño: la emancipación y el fin de los abusos (preclaros objetivos de la rebelión) son pronto suplantados por una estructura aún más opresiva y más injusta que la anterior... por lo que su lectura debería ser obligatoria para evitar que una tiranía brutal sustituya a otra tiranía, evitando que la historia se repita.

Más ahora cuando se sospecha que algunos senadores de la Nación se enteraron por los medios que habían constituido un nuevo bloque sin siquiera haber participado de la decisión porque Cristina sigue rifando a su antojo la institucionalidad del país para evitar que la Justicia haga justicia. Más ahora que pareciera que la embestida contra Guzmán es un señuelo para acorralar a Alberto, la verdadera presa. Más ahora que, como dice la fábula, traicionar está en la naturaleza del alacrán.

¿Estertores turbulentos de fiera acorralada?

El inmenso poeta griego Giorgos Seferis ilustraría con un verso el sentir de la República ante la avivada: "Para protegerte coloqué tres centinelas/ el sol en la montaña, el águila en la planicie y el viento en los barcos/ El sol se ha puesto, el águila se ha dormido, la nave se ha llevado el viento/ Caronte vio su oportunidad y te arrebató/".

De Mickey a Gato y Mancha

Y aquellos arrebatos de taquilla que provocaron los primeros dibujitos animados en el cine (con un Mickey que no se parece mucho al actual) conservan toda su magia: en su ¿última? gran película de animales, los estudios Disney presentan una ciudad de animales que lidian con problemáticas humanas: esa quimera ideal se llama "Zootopía", nombre que evoca tanto al zoológico como a la "Utopía" de Tomás Moro, en cuyo honor en Amsterdam y en 2003, Jan Favre inauguró una estatua de un jinete montando una tortuga, que alcanza despacio pero fiel a sí mismo e imperturbable su destino final. A la obvia moraleja, la alegoría acumula cualidades y defectos con que se ha revestido a los animales y que ya se han vuelto proverbiales a esta altura de la soireé: las palomas son pacíficas, los halcones rapaces, astutos los zorros, traicioneros los lobos, independientes los gatos, fieles los perros y los caballos nobles.

Y más nobles aún si se trata de "Mancha" y "Gato", caballitos criollos que en tres años y medio unieron Buenos Aires con New York, ciudad a la que llegaron un 20 de septiembre de 1928 con su jinete suizo Aime Tschiffely, razón por la que en esa fecha se instituyó el Día del Caballo en Argentina.

Épico.

Antivacunas y ratas

Épico o heroico, desleal o incomprensible puede ser el comportamiento animal según quien mire y según la circunstancia: para los anti- vacunas, por ejemplo, mirar la estatua del husky siberiano Balto emplazado en el corazón de Central Park puede tal vez provocarles más desazón que reflexión, sobre todo teniendo en cuenta que la heroica travesía de este perro guiando un trineo con temperaturas inferiores a los 40 grados bajo cero permitió frenar una epidemia de difteria al conseguir que las vacunas llegaran hasta la remota Alaska.

Desazón que mantendrán pese al último estudio del Dartmouth College de New Hampshire que afirma que la renuencia a vacunarse pese a los auspiciosos porcentajes obtenidos “tiene a la histéresis como parte de esa respuesta, porque una vez que se cuestiona la efectividad o seguridad de una vacuna es casi imposible revertir esas asociaciones negativas”.

Para el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, la tal histéresis viene a ser el “fenómeno por el que el estado de un material depende de su historia previa y que se manifiesta por el retraso del efecto sobre la causa que lo produce”.

El autor principal del trabajo en cuestión, Xingu Chen, sostiene “que esta histéresis evita el incremento de vacunación incluso cuando se han eliminado las objeciones negativas”. Cuando ni la ciencia ni sus evidentes porcentajes pueden vencer una inicial y hasta entendible desconfianza, la sabiduría popular dirá que es “terco como una mula” quien es incapaz de rever postura. Y a brazo partido insistirán en que su “convicción” no es obcecación y que sus “principios” no son telarañas... aunque sea válido en ciertos casos . Siempre es mejor ser principista que mentecato. 

Pero no solo el saber popular recurre a un animal para mostrar menosprecio. Lo hacen hasta las esferas académicas: cuentan que los alumnos de la mismísima Universidad de Alcalá de Henares confiesan, sotto voce, que en su patio crece el pasto porque no entran los burros, como en la Universidad de Salamanca. 

Y hasta Jorge Lanata en persona (autor de más de doce libros, periodista consumado al que el lenguaje ni le falta ni le falla) pidió a los invitados a su casamiento no regalarle nada y donar esas sumas al comedor popular Los Piletones, emplazándolos a ser generosos: “No es para nosotros. Es para el comedor de Margarita Barrientos. No sean ratas”. 

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