¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

18°
6 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Bullying, el vacío y las ausencias

Jueves, 02 de junio de 2022 02:10

No basta con una ley, ni todos los esfuerzos institucionales para prevenir el bullying; incluso decretar el 2 de mayo el Día contra el Acoso Escolar no alcanza para frenar esa forma de violencia, porque la raíz del problema no está en la escuela sino en la familia, y viene de la casa.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

No basta con una ley, ni todos los esfuerzos institucionales para prevenir el bullying; incluso decretar el 2 de mayo el Día contra el Acoso Escolar no alcanza para frenar esa forma de violencia, porque la raíz del problema no está en la escuela sino en la familia, y viene de la casa.

Las cifras del bullying siguen aumentando de manera alarmante y Argentina es el segundo país con más casos de violencia escolar: 7 de cada diez niñas, niños y adolescentes padecen las burlas, la exclusión, el cyberbullying, los golpes en el cuerpo y en la moral de parte de otros que, tras la fachada de verdugos, de niños dictadores y de adolescentes manipuladores, esconden sus propias patologías y sus carencias afectivas.

Me refiero a la nueva orfandad de hijos desamparados del cuidado y de la mirada atenta de los padres, más ausentes que nunca en este siglo XXI signado por el empuje al consumo y con la vista puesta en las pantallas de los celulares.

Son padres culposos, sobreprotectores y ausentes, con poco o nulo tiempo de dedicación a la crianza y con dificultades para poner límites; padres que se sienten en deuda con sus hijos y tienden a compensarlos con objetos y concesiones excesivas a los caprichos. Los hijos detectan sus debilidades y en cada berrinche ganado, destituyen un poco más la autoridad de los padres hasta tomar el mando.

"El único poder que nos queda es el económico y, aún así, nos gana la pulseada. Es extenuante", decían los padres de una joven paciente. Si a tan temprana edad un ser humano puede dominar a los adultos, es difícil esperar que estas personas logren una buena inserción social.

Aquellos que han armado la ficción mental de que reinan sobre los otros no están preocupados ni por la empatía, ni en desarrollar su inteligencia emocional.

El lado B de los "bullyies"

Hay padres que no saben o no quieren asumir el costo, el esfuerzo, la difícil tarea de educar que significa poner límites, soportar el enojo, el cambio de humor de los hijos y acompañarlos emocionalmente en su desarrollo. Prefieren hacerse "amigos" y se comportan como hermanos mayores de los hijos, negándoles así la experiencia única de un vínculo insustituible. Los niños se confunden, se creen superiores, aunque en el fondo perciben con tristeza que sus pares son amados, atendidos y cuidados por sus padres.

Esos pequeños dictadores maltratan en los otros lo que odian de sí mismos, por eso, sus "presas favoritas" son los más tímidos, los que no saben defenderse, los que lloran.

¿Qué hacer con este semillero de pequeños autócratas a quienes no les conmueve el daño que causen a los demás? ¿Cómo hacerlo después de tantos programas de prevención sobre los daños que causan en la víctima y sin embargo las cifras se multiplican?

Un programa exitoso. En medio del desconcierto y gracias al trabajo incansable de profesionales de la salud mental y de educación, surge el programa KiVa, desarrollado en las escuelas de Finlandia, el país mejor posicionado del mundo en materia educativa. El término KiVa surge de la unión de las palabras "Kiusaamista Vastaan" (en finlandés: contra el acoso escolar)

La originalidad del programa consiste en correrse de la confrontación "víctima victimario" y se dirige a la conducta de los alumnos espectadores que se ríen o apoyan tal situación aunque no estén de acuerdo; los que la han "normalizado".

Este método pretende influir en dichos espectadores para que no participen indirectamente en el acoso, es decir, le quita poder al acosador que necesita del reconocimiento de sus pares, de ese brillo social, para proseguir con el bullying. Al año de haberse implementado el método KiVa, se comprobó que el acoso escolar había reducido un 41% y fue tal el éxito del programa, que ha recibido el Premio Europeo de Prevención del Crimen en 2009, entre otros.

En Salta y el país debiéramos tener ya implementado este programa, debido a las cifras y a la demanda constante de las instituciones educativas para enfrentar este flagelo.

La educación emocional empieza por casa, con los primeros maestros, los padres o los adultos a cargo de enseñar desde la primera etapa de la vida, a no apoyar ningún acto de violencia.

Y como sociedad, hacer los cambios culturales necesarios para que la semilla de una comunidad más justa, solidaria y cohesionada, crezca sobre el suelo fértil de la familia, que es la institución social primera y más importante de la sociedad.

 

PUBLICIDAD