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14 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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No te vayas todavía, Francisco!

Sabado, 20 de agosto de 2022 02:34

Han transcurrido nueve años de aquel 13 de marzo cuando los argentinos estremecidos ante la noticia llegada desde el corazón de la iglesia en el Vaticano, de que un obispo argentino, el cardenal Jorge Mario Bergoglio era elegido Papa, Obispo de Roma, jefe máximo de la Iglesia a nivel mundial. Para una Argentina golpeada, quebrada y con una baja autoestima era una noticia emocionante y extraña a la vez. Acostumbrados a esperar mesías de otras tierras, hoy nos tocaba mostrar al mundo nuestras figuras.

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Han transcurrido nueve años de aquel 13 de marzo cuando los argentinos estremecidos ante la noticia llegada desde el corazón de la iglesia en el Vaticano, de que un obispo argentino, el cardenal Jorge Mario Bergoglio era elegido Papa, Obispo de Roma, jefe máximo de la Iglesia a nivel mundial. Para una Argentina golpeada, quebrada y con una baja autoestima era una noticia emocionante y extraña a la vez. Acostumbrados a esperar mesías de otras tierras, hoy nos tocaba mostrar al mundo nuestras figuras.

Una iglesia vapuleada esperaba como Papa a un cardenal famoso o a un hombre surgido de los grandes movimientos en los que pivoteaba la institución para no caerse, como el Opus Dei, Legionarios de Cristo, Camino Neo Catecumenal, Comunión y Liberación, etc. Pero, siguiendo la lógica singular de la fina ironía de Dios, Él sacó del fin de mundo a un hombre de bajo perfil, pero con consignas muy claras, volver a colocar a la iglesia sobre los rieles del Concilio Vaticano II y empujar la máquina en esa vía, por los caminos del Espíritu Santo, algo que el mundo nunca logrará entender.

Previo al Cónclave y ante la renuncia histórica de Benedicto XVI, cada uno de los cardenales, en comisiones, expuso los problemas de la Iglesia y posibles lineamientos para salir adelante. Bergoglio, que solía callar y escuchar, habló de modo contundente con un simple borrador garabateado a mano, y les propuso huir de la autorreferencialidad para que Iglesia pudiera recuperar el proyecto humanizador de Dios. El proyecto de Jesús era instaurar el Reino del Padre, y la propuesta del Evangelio no es una religión intimista e individualista, sino construir el Reino para hacer el mundo más humano donde la Iglesia sea la garantía de la justicia, de la paz y de una vida más digna para los hombres.

 

La Iglesia que encontró Francisco, y sus grandes desafíos son temas profundos para desarrollar en extenso, por ejemplo, completar la encíclica sobre la fe iniciada por el papa Benedicto XVI, la reforma de la Curia Romana, el tema de la Colegialidad y corresponsabilidad, la descentralización de la Iglesia, la lucha contra la pedofilia y otros temas morales dentro de la institución, el banco vaticano o IOR y sus peripecias económicas, la relación con los tradicionalistas y el ordenamiento litúrgico, el futuro de los seminarios y centros de formación de pastores, la vida consagrada y los claroscuros de nuestro tiempo; el laicado, el clericalismo, las mujeres en la Iglesia, las nuevas congregaciones religiosas que florecieron sin control ni acompañamiento de algunos fundadores carismáticos de escasa formación filosófico teológica, la teología de la liberación, la lucha contra la pobreza y el hambre en el mundo, el capitalismo salvaje y la metamorfosis de la izquierda política, etc.

Comenzó el ministerio con gestos y palabras muy elocuentes; en el balcón de la Basílica de San Pedro cuando pidió al Pueblo presente que antes de que él impartiera su bendición, imploraran a Dios la bendición para su persona; eclesiología pura de Lumen Gentium, la Iglesia como "pueblo de Dios, jerárquicamente constituido", y no al revés.

Su nombre y sus gestos definieron la misión petrina, eligió el nombre de Francisco y propuso “una iglesia pobre para los pobres”, que no es un culto a la pobreza ni un modo de fomentar el pobrerismo como ideología, es centrar a la Iglesia en su principal misión, cuidar al otro, cuidar al hermano. Y en ese cuidar al otro, surgió un tema que lo venía preocupando desde su vida como arzobispo de Buenos Aires, el futuro de mundo, la casa común y el hambre, el abismal contraste entre el derroche de alimentos en las sociedades modernas y, como puede verse en cualquier basurero urbano, gente de todas las edades levantando cual hormigas las sobras de los otros.
Fue respondiendo con discursos breves y claros, con documentos como Lumen Fidei en junio de 2013, una encíclica compartida, escrita con Benedicto XVI, donde a la propuesta teológica le agregó una visión pastoral, y luego, Laudato si, en Mayo del 2015 sobre el cuidado de la casa común, abordando temas de ecología, evidenciando a los depredadores de la tierra, pero poniendo un límite ante los ecólatras. Producción sin ecología es un suicidio, ecología sin producción es un genocidio. Un documento de dimensión histórica comparable con la trascendencia de la Rerum Novarum, de León XIII. Es la encíclica papal del tercer milenio por excelencia. Francisco continuó su pontificado con la publicación de Fratelli Tutti, en octubre del 2020, sobre la fraternidad y amistad social, como la imagen concreta de la humanización de la fe.
Además de los múltiples problemas con los que se topó, tuvo que guiar la fe, suscitar la esperanza y alentar la caridad en plena pandemia, en una experiencia inédita de globalización de una peste. Y a continuación vivir en carne propia aquello de lo que sus padres habían huido, una guerra incomprensible e irracional como la invasión a Ucrania por parte de Rusia, casi una guerra santa, sostenida moralmente, por el mismísimo Patriarca de Rusia, actuando como monaguillo de Putín, alma de esta tragedia. El Papa no ha cesado su clamor por la paz y ha puesto toda la fuerza de la diplomacia vaticana. Una daga que llevará en su corazón hasta los últimos días.
Francisco es un Papa único, no se ahorró sinceridad ni fuerza para encarar uno a uno los grandes problemas de la humanidad y los vergonzosos problemas de resistencia hacia dentro de la Iglesia. Allí también con tesón y mansedumbre, con una intransigencia jesuítica fue desatando los difíciles nudos amarrados por expertos del mal, lobos con piel de ovejas. Y siguiendo los lineamientos del Concilio Vaticano II seguirá generando cambios. Cristo vino a traer fuego a la tierra y Francisco será el Papa del Concilio que seguirá soplando fuerte los vientos de la renovación, renovación que debe iniciarse desde el interior del corazón de cada hijo de Dios, de cada hombre y mujer de buena voluntad.
Si renuncia al papado, no será por falta de fuerzas, ni mucho menos de fe. Se irá cuando Dios disponga que los cimientos de la reconstrucción estén sólidos para seguir edificando.
No te vayas todavía reza una sevillana, una canción que valora la amistad, y quise titular la reflexión de esa manera, porque aún hay mucha tarea pendiente en la reconstrucción y restauración de la Iglesia.
 

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