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"No puedo escribir sin hacer chistes, no importa que hable de algo doloroso"

Martes, 31 de octubre de 2023 15:27

Daniel Medina nació en Metán en 1981. Debutó en 2014 con los cuentos "Oparricidios" y en 2018 publicó su primera novela "Detrás de las imágenes". Su obra literaria es tan versátil como su trayectoria y su capacidad para adaptarse a diferentes géneros es evidente en su participación en la antología de crónicas "A 26 manos", así como en su reciente contribución a la antología nacional de cuentos policiales "Modus Operandi". El próximo viernes, a las 19 en el marco de la XIII Feria del Libro de Salta y más precisamente en la carpa auditorio de la Usina Cultural (España y Juramento) presentará "La felicidad de los normales", publicada por la Editorial Nudista (Córdoba), una novela en la que aborda la vida de un exrrepresor y la de su hijo, quien subsiste insultando a otros en las redes sociales. El tema es serio, pero el libro está atravesado de un humor tan corrosivo como adictivo. "A mí me interesa todo lo que esté hecho con palabras (poesía, stand-up) o que cuente una historia (películas, series, cómics, videojuegos e incluso publicidad). Todo está en el mismo nivel para mí y es igual de importante", dice. En esta entrevista, hablamos de su nueva novela, de la relación entre la palabra escrita y la realidad, y hasta del papel del periodismo en su desarrollo como escritor.

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Daniel Medina nació en Metán en 1981. Debutó en 2014 con los cuentos "Oparricidios" y en 2018 publicó su primera novela "Detrás de las imágenes". Su obra literaria es tan versátil como su trayectoria y su capacidad para adaptarse a diferentes géneros es evidente en su participación en la antología de crónicas "A 26 manos", así como en su reciente contribución a la antología nacional de cuentos policiales "Modus Operandi". El próximo viernes, a las 19 en el marco de la XIII Feria del Libro de Salta y más precisamente en la carpa auditorio de la Usina Cultural (España y Juramento) presentará "La felicidad de los normales", publicada por la Editorial Nudista (Córdoba), una novela en la que aborda la vida de un exrrepresor y la de su hijo, quien subsiste insultando a otros en las redes sociales. El tema es serio, pero el libro está atravesado de un humor tan corrosivo como adictivo. "A mí me interesa todo lo que esté hecho con palabras (poesía, stand-up) o que cuente una historia (películas, series, cómics, videojuegos e incluso publicidad). Todo está en el mismo nivel para mí y es igual de importante", dice. En esta entrevista, hablamos de su nueva novela, de la relación entre la palabra escrita y la realidad, y hasta del papel del periodismo en su desarrollo como escritor.

Se cumplen 40 años de la vuelta a la democracia y tu novela habla de una familia más que disfuncional, en la que el hijo tiene una tensa relación con su padre, un ex represor de la última dictadura militar...

Me interesaba ahondar en la situación de ser hijo de alguien que la sociedad considera un monstruo. También quería abordar cómo se mantiene en pie una familia cuando uno de sus miembros está acusado de cometer actos atroces. No es una novela sobre la dictadura en Salta, pero sí sobre los ecos de esa dictadura en los hijos de alguien que tuvo un papel importante en esos años infames.

El personaje central de tu novela trabaja para una agencia controlando cuentas falsas en redes sociales, a las que usa para insultar a usuarios que tienen otras ideas políticas. En un momento se menciona que intentan reemplazar a los trabajadores con bots, pero la inteligencia artificial no logra obtener los mismos resultados que los humanos. ¿Existe alguna relación entre el insulto y la literatura?

Los insultos podrían considerarse un género literario. No cualquiera puede destruir a otra persona utilizando solo unas pocas palabras. Por eso las máquinas no pueden ser tan efectivas. Además, las máquinas no sienten odio. El odio es un gran estímulo creativo. También es un sentimiento que caracteriza a las redes, y quería mostrar ese escenario moderno de acoso con un personaje que básicamente se gana la vida siendo un troll.

Ese sentimiento de odio también atraviesa la novela en diversas formas, como la xenofobia y el machismo.

No debemos subestimar el odio, porque también puede mover montañas. En el caso del personaje, quizá sea todo lo que tiene. Para mí, escribir una novela salteña en la que no haya personajes que discriminen sería hipócrita, dado que desde niño he escuchado a personas usar términos como "mataco", "indio" o "boliviano" como insultos. Lo mismo ocurre con la misoginia. El personaje central ni siquiera comprende a su exesposa ni a su hija.

En tu primera novela abordaste un apocalipsis zombi en Salta, relatado a través de YouTube. En esta los registros son realistas.

Para ser honesto, en la idea inicial todo el drama familiar tenía como telón de fondo una invasión alienígena: una gran nave espacial varada en Salta. Sin embargo, luego me di cuenta de que funcionaba mejor sin platillos voladores (risas). Coqueteo con todos los géneros literarios, porque me adapto a la historia que necesito contar. Creo que el denominador común es el humor negro. No puedo escribir sin hacer chistes, no importa que hable de algo doloroso.

¿Cómo influye el periodismo en ser escritor?

"Además de que muchos artículos son piezas literarias (pienso en Leila Guerriero, en "Black Out" de María Moreno y en un largo etcétera), ser periodista ha contribuido en gran medida a hacerme un mejor escritor. Mi primer trabajo lo tuve a los 19 años en una agencia de noticias, donde tenía que transcribir entrevistas que realizaban otros y darles formato de artículo informativo. Lo hacía durante cuatro horas todos los días. Esto me dio la idea de que la escritura es un trabajo. Me ayudó a desechar la noción de musas o inspiración. Las musas pueden servir a los poetas, pero no a los novelistas. Un novelista tiene que ser un obrero. En esa agencia, también desarrollé un oído y habilidad para convertir relatos orales en algo que se leería. Además, en los grupos literarios, muchas personas pensaban que un texto debía mantenerse puro y no ser corregido. El periodismo me enseñó a replantear el texto. En la primera redacción en la que trabajé, cuando el editor te decía "el primer párrafo no se entiende", te sentabas y lo reformulabas.

El periodismo también me proporcionó algo importante: los compañeros. Son ambientes intelectuales muy estimulantes. En la primera redacción, yo era el más joven y estaba rodeado de personas de 30, 40, 50 años con formaciones muy diversas (historiadores, abogados, filósofos, estudiantes de Letras). Todos leían mucho, con gustos diferentes. Yo guardaba silencio, escuchaba y aprendía. Recuerdo que en la agencia de noticias había un momento sagrado: a las 11.30 sonaba un tango en una emisora, y Ricardo López desconectaba sus auriculares para que escucháramos los demás, dejábamos de golpear las teclas para disfrutarlo. En ese momento, no sabía quiénes eran Enrique Santos Discépolo ni Homero Manzi, pero ahora puedo recitar de memoria algunos de sus temas. Y hace poco estuve en una redacción donde yo era el "viejo" y ahí aprendí algo sobre trap.

Las redacciones son lugares vitales...

Hay algo fundamental: te obligan a salir de casa. A los 19 años, podría haber estado encerrado todo el día leyendo o viendo películas,en plan Borges, sin entrar en contacto con la realidad. Pero ser periodista significa entrar en contacto con otras realidades. Hablar y escuchar a personas que viven en circunstancias que yo ni siquiera podía imaginar. Hace unos años, en la misma semana, estuve en Santa Victoria Este porque venía un presidente y estuve en contacto con miembros de las comunidades originarias. Pocos días después, estaba en Mar del Plata, en el Coloquio de IDEA, hospedado en un hotel de 5 estrellas pagado por los organizadores. Ninguno de esos mundos es el mío, pero intenté comprenderlos. Un buen periodista aprende a escuchar y a aprender de los problemas que las personas quieren comunicar. El peor periodista es aquel que solo busca confirmar sus prejuicios. Hay que estar abierto a lo que está sucediendo. Conocer otras realidades te convierte en un mejor escritor, pero sobre todo, en un mejor ser humano.

Hay escritores que tienen problemas con la crítica, pero no parece ser tu caso.

En parte, no tengo problemas con la crítica porque también la ejerzo, aunque cada vez menos en los medios. Creo que la crítica de leer puede ser un arte. Aprecio a esas personas que consiguen ofrecer interpretaciones que a mí nunca se me habrían ocurrido. Es fantástico salir de una película pensando que has visto una obra maestra y luego leer una reseña en la que un crítico explica, con argumentos sólidos, por qué la considera una porquería. No siempre me convencen, por supuesto, pero esos desacuerdos me enriquecen.

Cuando entrevistás a un escritor le consultás cómo ve el campo literario salteño. Ahora te hago esa pregunta...

Es difícil de responder. El ecosistema se ha vuelto más complejo, más rico. Proliferaron los talleres literarios y hay más personas formándose. A la larga, eso dará frutos. El microrrelato está experimentando un auge impresionante y también veo de manera muy positiva la irrupción en el campo literario de personas que vivían en otras provincias y ahora residen aquí, aportando mucho con diferentes lecturas y puntos de vista.Hay un problema muy grande, que afecta al país: los costos de imprimir un libro. Martín Maigua, editor de Nudista, recibió un presupuesto el viernes y el lunes se lo subieron casi el 70%. Es muy difícil para las editoriales del interior sobrevivir en este contexto. La otra cara de la moneda es que el precio del papel sube atado al dólar, pero los sueldos no. Y cada vez es más difícil comprarlos. Es terrorífico que un libro sea un objeto de lujo.

En la feria también se presenta una antología de cuentos policiales.

"Modus Operandi", sí. Este libro sintetiza un gran trabajo de Fabián Soberón, quien realizó la selección. El libro me sirvió para conocer a muchos escritores de casi todas las provincias. Los cuentos son muy buenos y muestran la vitalidad de un género en ocasiones subestimado. Muchas veces se reduce el policial al morbo, pero un buen policial traza una radiografía de la sociedad y muestra sus lados más oscuros.

¿Se puede separar la obra del artista?

"No me interesa la vida privada de los artistas, a menos que arroje alguna luz sobre su obra. Quizás esto se deba a que me convertí en lector antes de que existiera interne, y en mi adolescencia, los únicos datos biográficos disponibles eran los que se encontraban en la solapa de los libros. No era común encontrar entrevistas a escritores, y cuando lo hacía, buscaba la parte en que el autor hablaba de sus influencias o de sus lecturas para trazar como una constelación de futuras lecturas. Recuerdo que en una de esas entrevistas, Gabriel García Márquez hablaba de la importancia de "La Metamorfosis". Anoté el nombre en un papel y unas semanas después fui a la librería Rayuela. lo pedí y uno de los hermanos Benedetti me preguntó si quería la de Ovidio o la de Kafka. Me quedé sin palabras, y él procedió a explicarme en qué se diferenciaban los dos y me recomendó el de Kafka. Lo leí esa noche de un tirón.

A veces creo que poner tanto énfasis en la vida del autor en lugar de en su obra hace que muchos escritores publiquen en redes sociales buscando likes, al igual que un político busca votos. No todos son así. De hecho, la mejor poesía circula en redes sociales. Pero es evidente que no son pocos los que escriben para demostrar que son buenas personas. Esto me recuerda a lo que Roberto Bolaño dijo sobre otro escritor chileno: "Ese escribe para que lo quieran". Estaba insultándolo, por supuesto. En la literatura, no hay lugar para la demagogia.

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