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Sobre lo que tenemos y lo que merecemos

Cuando la escuela no sabe qué respuesta dar frente a las diferencias culturales, se instala la pedagogía de la compasión y el asistencialismo.
Jueves, 16 de noviembre de 2023 01:51

Quienes pensamos en educación podemos poner en palabras lo que nos atraviesa; lo que vemos todos los días en la calle, la escuela, el colectivo, el almacén. Podemos contar sobre los chicos sin horizonte, contenidos o no, por un sistema educativo aceitado para hacer más visibles las grietas. Tenemos la posibilidad de poner en palabras, y por otro lado, la imposibilidad de ver propuestas superadoras, porque no existen. Y ejercitamos un hacer que parece un simulacro... la pregunta es ¿qué hacemos entonces? ¿Alcanzará con pensar que el aumento del presupuesto educativo es suficiente? La lectura es más amplia. Pensar hoy en una buena escuela es pensar en una escuela donde todos aprenden. Todos. Independientemente de que sea pública o privada.

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Quienes pensamos en educación podemos poner en palabras lo que nos atraviesa; lo que vemos todos los días en la calle, la escuela, el colectivo, el almacén. Podemos contar sobre los chicos sin horizonte, contenidos o no, por un sistema educativo aceitado para hacer más visibles las grietas. Tenemos la posibilidad de poner en palabras, y por otro lado, la imposibilidad de ver propuestas superadoras, porque no existen. Y ejercitamos un hacer que parece un simulacro... la pregunta es ¿qué hacemos entonces? ¿Alcanzará con pensar que el aumento del presupuesto educativo es suficiente? La lectura es más amplia. Pensar hoy en una buena escuela es pensar en una escuela donde todos aprenden. Todos. Independientemente de que sea pública o privada.

Si miramos en el tiempo, la Argentina pensó un sistema educativo muy eficiente que alfabetizaba e incluía a masas de inmigrantes. Pero en el camino pasaron muchas cosas. Mientras la educación sea pensada como herramienta política y no como posibilidad de cambio, poco podemos hacer.

Venimos arrastrando un cansancio en educación que es difícil de sostener. Una de las sensaciones de los que pensamos la educación es que el panorama no es alentador. Decimos que nuestro sistema de educación es igualitario y hay un discurso instalado que nos hace creer que eso es así, pero la realidad de los resultados de las trayectorias de nuestros alumnos nos demuestra que trabajamos para la desigualdad. Reproducimos desigualdades; para ello solo basta mirar las estadísticas. El modelo de escolarización, el tipo de contenido y la práctica son discriminadoras de los sectores poco educados. La eficiencia se ve solo en los chicos que tienen facilidad de ser educados porque vienen de familias educadas.

Nuestro sistema educativo no ha podido generar respuestas a los cambios de la época en la que vivimos. Resultados sobre lectura indican cómo Argentina ha retrocedido. Los informes de Argentinos por Educación nos muestran que en tercer grado los chicos y las chicas no comprenden lo que leen. Esto evidencia errores en la metodología de la enseñanza, falta de articulación entre niveles. Dificultad que venimos arrastrando. Esta percepción que se tiene es real y medible. Porque si no aprendiste a leer y escribir, no hay posibilidades de diálogo, de trabajar, de ser en sociedad.

Espiral de pobreza

En el circuito de la educación pública la distribución de conocimiento es desigual. Cuando la escuela no sabe qué respuesta dar frente a estas diferencias culturales, se instala la pedagogía de la compasión y el asistencialismo.

Se reemplaza la tarea de enseñar por la de entender y valorar las características de la cultura de origen, deteniéndose allí, sin transmitir los valores que se requieren para poder entrar al campo laboral. Y esto es lo que más desigualdad imprime: nos quedamos ahí, en la pobreza.

Se apuesta a los recursos que traen los estudiantes. Pero cuando ingresan al sistema chicos poco educados, poco familiarizados con el código lingüístico que se comparte en la escuela, la brecha se agranda. Es necesario generar una metodología de mayor intervención y protagonismo docente. Ese es el desafío. Hoy la escuela, como espacio de distintas culturas, está inmersa en un mundo de cambios. Y debe preguntarse en este contexto ¿qué contenidos, qué saberes, qué prácticas debe cambiar? ¿qué políticas educativas se van a implementar para incorporar a todos? ¿Cómo se formarán a los futuros docentes? Demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.

El mundo avanza hacia una evolución mediada por el conocimiento. Y quienes no pueden conectarse con esa demanda quedan al margen. En nuestro país se ha incluido a mucha población en la escuela durante estos años, pero del mismo modo que la incluye, no la puede retener. Y esto es asunto de todos los días. Cosas obvias como la revisión de los currículum, la renovación de la formación docente. Cosas que debemos integrar y sostener en el tiempo, como sostener y satisfacer el interés de los alumnos para que aprendan. Los chicos han cambiado, la cultura también. Las grietas se achican si tenemos un buen sistema educativo y los resultados reflejarán, a largo plazo, mucho más que brechas sociales.

En esta coyuntura de cambio el Ministerio de Educación debe ser generador de propuestas educativas, toda un ingeniería puesta en juego para poder acompañar el cambio desde adentro; desde Jardín de Infantes. Basta de burocracia. La educación es un instrumento básico para sacar adelante al país. Para hacer el país que nos merecemos, necesitamos tener gente educada. Transformar las industrias necesita de gente educada, estar a la altura de la tecnología actual necesita de gente educada. Pensemos en estos momentos de cambio qué caminos comprobados conducen a la mejora para caminar y construir juntos la escuela en la que todos los alumnos, y subrayo "todos", puedan aprender.

 

 

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