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Una tregua en Navidad

Martes, 26 de diciembre de 2023 00:00

Era la Navidad de 1914, Europa estaba en guerra y lo estaría de manera continua por cuatro años más. En los días fríos de diciembre el conflicto bélico llevaba cinco meses. Las temperaturas bajas hacían más desolador el panorama. Muertos, heridos, vivos y sobrevivientes. Arrepentidos y fervientes defensores; cada uno parte de lo que el mundo conocería como la Primera Guerra Mundial.

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Era la Navidad de 1914, Europa estaba en guerra y lo estaría de manera continua por cuatro años más. En los días fríos de diciembre el conflicto bélico llevaba cinco meses. Las temperaturas bajas hacían más desolador el panorama. Muertos, heridos, vivos y sobrevivientes. Arrepentidos y fervientes defensores; cada uno parte de lo que el mundo conocería como la Primera Guerra Mundial.

Trincheras atestadas de ratas, barro, agua en los pies. En medio de la desesperanza y la desolación. En medio de la noche oscura que es cualquier día en que se está a punto de morir en cualquier momento. La mañana de la primera Navidad en la Gran Guerra fue escenario de un acontecimiento inaudito.

Los soldados y oficiales de rango portadores de estandartes diferentes se pusieron de acuerdo mediante señas de brazos y banderas para hacer una pausa, un alto al fuego por unos momentos durante el día de Navidad. Estrecharon sus manos en campo abierto. Buscaron leña. Prepararon fuego. Enterraron sus muertos y hay quienes cuentan en cartas a sus familiares que cantaron villancicos cada uno en su idioma y hasta uno en común, al mismo tiempo.

La llamada tregua de Navidad duró hasta que pasadas unas horas, con los soldados resguardados en las trincheras de cada frente, se dio de nuevo la señal con disparos de que la guerra continuaba.

A puertas del 110 aniversario de esta guerra, otras se luchan actualmente. Guerras entre pueblos que piensan diferente, conflictos al interior de un mismo Estado. Intereses que ponen a lo humanidad de un lado o de otro. Intereses que ponen a algunos en el campo de batalla y a otros detrás de un escritorio. Intereses que dejan como saldo muertos en ambos campos de batalla y solo cambio de gestión tras los mostradores. Y en medio de esas guerras, dentro de esas guerras, hombres y mujeres que pelean cada día sus propias batallas consigo mismo. Siendo parte del escenario bélico o siendo parte de los civiles afectados, siendo foco o siendo daño colateral.

Para todos, el deseo genuino de una tregua de Navidad que permita caminar el campo de batalla y ver de frente al otro, al supuesto diferente. Que despegue de los sillones de decisión a los burócratas y accionistas de los conflictos y los ponga de pie en el barro de la batalla. Una tregua que nos dé tiempo para mirarnos al espejo, reconocernos, perdonarnos si hiciera falta. Y volver, volver todos menos mezquinos, menos yo, más nosotros.

 

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