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Familia y escuela, socios educativos

Martes, 11 de abril de 2023 02:40

Terminó marzo. La ansiedad de padres y docentes dio paso a los planes de acción que responden a las necesidades de grupos tan heterogéneos como especiales. Niños y niñas que comienzan su camino en la escuela y que no llegan solos. O quizás sí.

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Terminó marzo. La ansiedad de padres y docentes dio paso a los planes de acción que responden a las necesidades de grupos tan heterogéneos como especiales. Niños y niñas que comienzan su camino en la escuela y que no llegan solos. O quizás sí.

Si hablamos de educación, hablamos de familia. Sabemos que para que la escuela pueda enseñar, la familia debe educar. Roles bien diferenciados. Por lo menos así debería suceder para que la escuela sea posible. Trabajar el vínculo familia escuela es uno de los desafíos de cada institución escolar y de cada docente. Y sabemos qué significa construir vínculos, atender a las emociones, aprender a estar.

Año tras año la soledad de algunos niños y adolescentes se siente en las aulas. Se dibuja en el asombro de los chicos cuando aprietan un botón y entran al mundo de la tecnología, solos. Y muchos docentes en sus aulas se encuentran frente al deseo de alumnos que quieren todo ya y que no saben, ni tienen las herramientas para manejar su frustración.

Estar cerca y atentos es dialogar, volver a mirar. Lo sostengo desde siempre. Pero el mirar también involucra a las familias y a nuestro vínculo con ellas.

Hay cuestiones que se heredan, pero la construcción de un niño y sus posibilidades dependen del amor y de los límites. Una responsabilidad de crianza amorosa y sensible. Que comienza con la familia. Quizás el desafío está en dejar de lado la lucha de poderes entre escuela y familias. Quienes nos formamos como maestros y educadores traíamos la imagen de lo que debía ser una familia, en el mejor de los casos, desde nuestras familias, pero hoy, la diversidad enorme que hay en la sociedad y en las aulas, nos invita a mirar distinto.

La sociedad cambia a un ritmo vertiginoso. Los cambios sociales, económicos, entre otros, hacen al acompañamiento de los niños en la escuela. Es un desafío interesante que el docente se pregunte por la sociedad a la que está educando para entender a sus alumnos y cómo son sus familias. Es necesario dialogar sobre cómo nos posicionamos frente a las familias y cuáles son las representaciones que de ellas tenemos durante el proceso de formación docente y durante el desempeño diario de nuestro rol.

Cuando un niño y una niña ingresan a la escuela se establece un contrato político pedagógico entre la familia y la institución que establece lo que podemos hacer juntos y cómo nos organizamos para lograrlo. En el aula se comienzan a construir las representaciones acerca de lo que es tuyo, es mío, qué es lo compartido, cuáles son las diferencias, las similitudes, qué podemos hacer juntos, cómo podemos hacerlo mejor. Desde el jardín de infantes se comienza a construir lo diferente, porque al llegar al jardín se encuentra con un otro y la diversidad.

Cuando abordamos la relación familia y escuela debemos analizarla desde las situaciones reales que pasan, desmenuzar esa cotidianeidad, discutiendo qué se puede interpretar de esas situaciones. Ambas partes estamos del mismo lado. Muchas veces como padres y como docentes elegimos estos espacios, otras no, simplemente son funcionales y necesarios. Pero en ambos casos la premisa es una: trabajar juntos.

Existen diversas tensiones que atraviesan la relación familia - escuela. Tensiones con respecto a la confianza, relacionada con la expectativa positiva en torno al desempeño del otro. La familia que llega a la escuela por primera vez, muchas veces, carece de elementos para confiar. Podemos explorar la no confianza para construir esa confianza que necesito. Transitar un espacio para "estar en construcción de confianza", preguntar, observar, desde ambos lados, hasta que suceda el tiempo de reconocimiento recíproco que derivará en la confianza construida y sostenida.

Las tensiones alrededor a la autoridad que tienen que ver con el componente técnico del ejercicio del rol de cada uno, la sospecha de las familias y de la escuela sobre la autoridad y la capacidad del otro: ¿es capaz de hacer la tarea que está a su cargo?, ¿sabrán los maestros lo que tienen que hacer? quizás no sean buenos padres… En las aulas la autoridad está bajo sospecha, sin embargo, podemos aprender a ver esto como la oportunidad de autorizar nuestra tarea como docentes frente a las familias.

Tensiones que surgen al pensar cuáles son los territorios de legitimidad de las familias y la escuela. Es necesario determinar cuál es el territorio de legitimidad de cada uno. Esto implica reconocer que la familia elige cómo acompañar y educar a sus hijos desde sus tradiciones familiares y culturales y que la escuela determina una serie de reglas de convivencia que les permiten, a los niños y adolescentes, construir ciudadanía y convivir como ciudadanos ampliando el horizonte de aprendizaje.

Las tensiones relacionadas con la cooperación ya que muchas escuelas no ejercitan la cultura de cooperar desde las diferencias. La respuesta sería articular, de a poco y paulatinamente, desde el encuentro y el acompañamiento que implica la toma de decisiones, la escucha, la valoración.

La tensión en torno a la comunicación. Gracias a la tecnología hoy tenemos muchos canales de comunicación entre familias y escuelas por lo que se debe establecer cuáles son los más adecuados para cada momento. Es necesario modificar la jerga con la que nos comunicamos para dar a conocer los qué, los cómo y los porqués, sin asumir que los padres entienden todo lo que decimos. La comunicación cotidiana debe enriquecerse a partir de conocer qué espera la escuela de las familias y viceversa. Haciéndolo visible.

Estas tensiones son un desafío. Hoy es importante sostener los canales de participación de los padres con la escuela. Como sociedad nos cuesta el diálogo. Qué interesante sería construir una cultura política participativa desde la escuela. Pensar problemas comunes, articularlas en pos de un proyecto colectivo.

Las familias nos ofrecen otro lugar para pensarnos. Miremos desde ese lugar. Salgamos de la queja cotidiana. Construyamos redes y alianzas desde lo que tenemos y somos. La relación con la familia nos puede ayudar a ser mejor escuela.

 

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