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La decisión de EE.UU. de enviar bombas de racimo a Ucrania abre una brecha entre los aliados

España, Canadá, Nueva Zelanda y Renio Unido han rechazado públicamente su apoyo a la decisión de Estados Unidos de enviar bombas de racimo a las Fuerzas Armadas ucranianas
Lunes, 10 de julio de 2023 08:44

Estados Unidos dio a conocer este viernes su decisión de enviar bombas de racimo a Ucrania, en el marco de un nuevo paquete de ayudas valorado en 800 millones de euros, pese a tratarse de un armamento prohibido en más de 100 países por los altos riesgos que comporta para la población civil.

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Estados Unidos dio a conocer este viernes su decisión de enviar bombas de racimo a Ucrania, en el marco de un nuevo paquete de ayudas valorado en 800 millones de euros, pese a tratarse de un armamento prohibido en más de 100 países por los altos riesgos que comporta para la población civil.

La utilización de bombas de racimo en conflictos bélicos, así como las víctimas que provocan tanto de forma directa como a medio y largo plazo, venía marcando una tendencia a la baja en los últimos años, pero la ofensiva militar lanzada por Rusia sobre Ucrania marcó un punto de inflexión. 

Según Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional del Gobierno de Estados Unidos, la decisión de realizar este envío fue consultado con los países aliados quienes, supuestamente, habrían reconocido "la diferencia entre el hecho de que Rusia use sus municiones de racimo para atacar Ucrania y que Ucrania las use para defenderse".

Sin embargo, algunos de estos aliados estadounidenses a los que la Casa Blanca se refiere, ya se han pronunciado públicamente para mostrar su pleno rechazo hacia esta decisión que podría incrementar la violencia y los daños humanos en la zona de conflicto; entre ellos España, Canadá, Nueva Zelanda o Renio Unido. 

La administración Biden choca contra los avisos de Naciones Unidas, despierta recelos entre numerosas organizaciones defensoras de los Derechos Humanos y contraviene una convención internacional que prohíbe el uso de este tipo de armamento, de la cual no forman parte ni Rusia, ni Ucrania, ni Estados Unidos.

De hecho, esta medida también eludirá la legislación estadounidense, la cual prohíbe la producción, uso o transferencia de municiones de racimo con un porcentaje de fallo superior al 1%, puesto que Sullivan comunicó que este se situaba en torno al 2,5% para el modelo de bomba que mandarán a Ucrania.


Cientos de bombas sobre la población civil

Según ha informado Estados Unidos, el tipo de bomba de dispersión que planea enviar a Ucrania es el proyectil M864 de fabricación nacional, el cual se fragmenta en 88 bombas antipersona con un alto nivel de alcance que puede llegar a expandirse hasta un radio de 29 kilómetros alrededor el explosivo original, por lo que es una tarea prácticamente imposible el calcular dónde impactará cada una de estas submuniciones, que causan estragos indiscriminados en la zona donde se arrojan.

Además, se calcula que, por lo general, este tipo de armamento tiene una tasa de fallo de entre el 5 y el 30 por ciento, por lo que es común que un número indeterminado de proyectiles caigan al suelo sin explotar, quedando enterradas y convirtiéndose en una amenaza a largo plazo para los civiles que también inutiliza esas áreas para fines agrícolas o ganaderos, bajo el temor de que estallen aun con la guerra ya terminada.

Según denuncia un informe de la Cruz Roja, redactado hace ya 15 años, los niños corren un mayor riesgo de ser alcanzados por una de estas bombas que quedan semienterradas y sin explotar, puesto que "suelen sentirse atraídos por el tamaño y el color" de esta munición que, a menudo tiene la forma de una pelota de tenis o una lata de refresco.

Así, las heridas más frecuentes que sufren quienes se topan en estas situaciones son la pérdida de brazos, piernas y ojos, teniendo unos efectos similares a las minas antipersona. Según apunta este estudio, a menudo las víctimas también se enfrentan a profundos traumas psicológicos a los que se añade la discriminación social y importantes pérdidas económicas para la familia por los importantes costes médicos y la incapacidad productiva de la víctima.

Tras ser usadas en Chechenia, Irak, Kosovo, Laos, Afganistán o el Líbano, dejando miles de víctimas en algunos de los conflictos bélicos más grandes de la historia contemporánea, en 2008 se celebró en Dublín la Convención sobre Municiones en Racimo que estableció la prohibición a nivel internacional del uso, desarrollo, producción, adquisición, almacenamiento y transferencia sobre este tipo de armamento. En 2023 son más de un centenar los países firmantes de este pacto, aunque entre ellos no se encuentran ni Estados Unidos, ni Ucrania, ni Rusia.

Por primera vez en una década, la Coalición de las Bombas de Racimo, que aglutina a decenas de ONG, no registró en 2021 ninguna víctima por ataques directos, pero sí tuvo constancia de al menos 149 por el estallido de remanentes explosivos. Un 97 por ciento de estas víctimas eran civiles y hubo 90 niños muertos o heridos, con una media de edad de diez años.

 

La guerra de Ucrania y el fantasma de las bombas de racimo

La Coalición ya había avisado de que la invasión rusa sobre Ucrania había cambiado el escenario, hasta el punto de que en la primera mitad de 2022 se registraron al menos 689 víctimas, un 300 por ciento más que el dato global de todo el año previo. Las organizaciones han acusado a las fuerzas rusas de cientos de ataques, mientras que por la parte ucraniana también habían confirmado "varios" incidentes.

Uno de los principales responsables de la coalición, Paul Hannon, ha advertido de que el visto bueno de Estados Unidos al envío estas armas a Ucrania sumará "víctimas terribles" al conflicto, tanto "inmediatamente" como "en los años venideros". "El uso de municiones de racimo por parte de Rusia y de Ucrania se añade a la contaminación masiva de restos explosivos y minas que ya existe en Ucrania", ha advertido en un comunicado.
 

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