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Infancias libres de etiquetas

Martes, 11 de julio de 2023 01:46

Pensemos en las dificultades de aprendizaje o de conducta de los niños en nuestras aulas. Hay un aumento de problemáticas en la infancia. Problemas de comportamiento, de aprendizaje, de atención, conductas disruptivas, falta de respeto, entre otras, que responden a una sociedad que propicia modos de vivir competitivos y direccionados al consumo. Hoy estas conductas y problemáticas se instalan como "patologías". Etiquetas y descripciones conductuales que hacen perder a los niños su identidad subjetiva.

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Pensemos en las dificultades de aprendizaje o de conducta de los niños en nuestras aulas. Hay un aumento de problemáticas en la infancia. Problemas de comportamiento, de aprendizaje, de atención, conductas disruptivas, falta de respeto, entre otras, que responden a una sociedad que propicia modos de vivir competitivos y direccionados al consumo. Hoy estas conductas y problemáticas se instalan como "patologías". Etiquetas y descripciones conductuales que hacen perder a los niños su identidad subjetiva.

La patologización de la educación se afirma en problemas devenidos de la escuela, escondiendo, la mayoría de las veces, problemas sociales, afectivos, culturales y emocionales. Etiquetar precozmente duele y es responsabilidad de todos los que hacemos escuela.

Hablamos de patologizar la infancia cuando esos niños quedan atados a las etiquetas construidas en los manuales. No se pone en discusión que cada año se presentan en las escuelas niños con más dificultades. Pero ¿cómo se nombran estos problemas?

Los niños responden según sean mirados, hablados y atendidos en su especificidad. En el hogar y en la escuela el hecho de que un niño no atienda en clase o se oponga a todo puede tener múltiples causas. Frente a esto necesitamos construir respuestas. Queremos niños que opinen, que desafíen, que sean curiosos y curiosamente, valga la redundancia, se les cede la palabra y luego no se los tolera. Un niño que puede desarrollar su propia capacidad de pensar debe sentirse protegido.

Cuestionarnos qué quiere decir un niño con su conducta, su modo de hacer o decir, es ir más allá del alivio que puede darnos un diagnóstico, muchas veces, innecesario. Tenemos que generar dudas y preguntas. Porque estamos trabajando en un psiquismo en plena construcción, sin etiquetas ni medicina. Entonces nos tenemos que preguntar qué pasa con los diagnósticos tempranos.

La escuela exige al niño que debe quedarse sentado, cuando esto no es un estado natural para un niño pequeño. La atención, por ejemplo, tiene mucha labilidad, por muchas causas puede mostrarse poco atento, por ejemplo, por el uso excesivo de pantallas, por preocupaciones, angustias no resueltas. Algunos se mueven porque son activos, otros porque están preocupados, tristes. Por eso los diagnósticos deben ser brújulas para los docentes, que ayuden a crear estrategias puestas en revisión constantemente para convocar la atención de los niños, para generar interés.

Se mide y cataloga a niños pequeños sin reconocerlos en su singularidad y en sus múltiples posibilidades. Nos falta reconocer las diferencias. En este escenario necesitamos actualizar la escuela, posibilitar nuevos lazos y reforzar las necesidades de niños y adolescentes, trabajar sobre los vínculos. Un vínculo muchas veces condicionado por dificultades sociales y económicas de ambos lados. Es fundamental el papel de los docentes como hacedores de esperanzas y proyectos que den lugar a la palabra, al juego, al movimiento, a la expresión en los diferentes lenguajes.

¿Otra vez volver a mirar? Siempre.

Acompañar y ayudar a un estudiante con dificultades implica ponernos a pensar qué responsabilidad social tenemos como familia y escuela en estas situaciones. El desafío mayor tiene que ver con un verdadero trabajo interdisciplinario, el modo en que un niño y un adolescente es mirado, hablado, pensado, determina cómo se llegará a construir a sí mismo como sujeto.

Somos conscientes que existen patologías, sin embargo se trata de no patologizar, no negamos que, a veces , es necesaria la medicación, pero se trata de no medicalizar. Porque un niño, un adolescente, se define más allá de un diagnóstico, de un conjunto de síntomas y conductas. ¿Cuánto de patologizante tenemos cómo sociedad? Algo más para pensar…

Miremos a partir de las posibilidades. Con esperanza.

 

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