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El mandato (provisorio) de las urnas

Martes, 15 de agosto de 2023 02:06

El pasado domingo, mientras hacía cola para votar en la escuela "Madre Tierra" de Vaqueros pensé que, de las urnas, además de números que marcan ganadores y perdedores, emerge un mandato cívico y político. Luego, alentado por las bellas montañas que rodean el lugar, imaginé que de estas urnas "primarias" surgiría uno de estos tres mandatos: Uno: "Sáquennos de este pozo asfixiante, a cómo de lugar". Otro: "Exterminen a los otros, esa raza maldita". El tercer mandato probable sería: "Hagamos las paces".

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El pasado domingo, mientras hacía cola para votar en la escuela "Madre Tierra" de Vaqueros pensé que, de las urnas, además de números que marcan ganadores y perdedores, emerge un mandato cívico y político. Luego, alentado por las bellas montañas que rodean el lugar, imaginé que de estas urnas "primarias" surgiría uno de estos tres mandatos: Uno: "Sáquennos de este pozo asfixiante, a cómo de lugar". Otro: "Exterminen a los otros, esa raza maldita". El tercer mandato probable sería: "Hagamos las paces".

Hoy, mientras amanece y fluyen los datos numéricos, percibo que el mandato (provisorio) preeminente es aquel donde una corta mayoría pide a su elegido que la saquen del pozo donde reinan el fracaso, el desaliento, las frustraciones, las inseguridades, lo malo y lo feo.

Pudiera pensarse, también, que esa mayoría está dispuesta a colaborar con su elegido para que el mandato se cumpla, aunque haya que pagar costos; bien es verdad que cada uno tiende a pensar que ese pago recaerá sobre los otros, antes que sobre nosotros.

Si bien todo puede cambiar en las próximas elecciones generales, los votos que recogió el señor Milei podrían leerse como un cheque en blanco, o incluso como un aval a sus arengas sin matices, incluyendo la extravagante (e impracticable) propuesta de derogar el artículo 14 bis de la Constitución Nacional.

Aquella sensación de asfixia física y moral pudiera explicar las urgencias de los electores y su opción en favor de un líder tronante.

El resultado de las PASO pareciera, además, haber dejado de lado la recurrente ansia de que una mitad de argentinos extermine a la otra mitad. Lo que es una buena noticia, aunque viejos y nuevos odios pudieran terminar contaminando al primer mandato si las iniciales reformas no conducen a buen fin.

El reclamo de construir una paz equitativa y duradera parece haber quedado para otros tiempos.

Tenemos, de aquí a octubre, un período de reflexión. Tiempo seguramente turbulento en materia de precios, de seguridad, de inclusión y de propaganda.

Luego llegará el turno de contar diputados y senadores. De dar forma a la coalición político social que apoyará al futuro presidente. De erigir el nuevo orden, dentro de la Constitución. De cómo armemos (o se arme) este circuito, dependerá nuestro futuro y el de las nuevas generaciones.

 

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