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Un pasado que muere y un futuro sin rumbo

Martes, 08 de agosto de 2023 02:23

Ese proceso es una de las manifestaciones de un movimiento más amplio y profundo que está en marcha e implica la reconfiguración del sistema político, el agotamiento o declinación de antiguos liderazgos, el surgimiento de otros y la oportunidad de nuevas armonías y divergencias.

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Ese proceso es una de las manifestaciones de un movimiento más amplio y profundo que está en marcha e implica la reconfiguración del sistema político, el agotamiento o declinación de antiguos liderazgos, el surgimiento de otros y la oportunidad de nuevas armonías y divergencias.

La crisis del viejo sistema se manifiesta en la aparición de nuevos fenómenos: el reclamo frente a su impotencia se expresa no solo en la irrupción de una fuerza que se define por la antipolítica, como la que conduce Javier Milei, sino por el creciente ausentismo electoral que se observa en la mayoría de las elecciones provinciales que se han venido realizando. Ese abstencionismo (sumado a la anulación del voto y al voto en blanco) le resta representatividad a quienes son electos y entraña una impugnación conjunta a las fuerzas políticas (sean oficialistas u opositoras), deslegitimándolas como alternativas viables.

Con ese nivel de impugnación pasiva y un Congreso dividido, el próximo gobierno deberá ampliar su base política y social y asimismo exhibir una cuota notoria de liderazgo para orientar acuerdos con fuerzas políticas, productivas y sociales.

¿Mago o ilusionista?

El oficialismo ingresa a la etapa de definiciones sustancialmente recompuesto tras definir la candidatura presidencial de Sergio Massa. Hasta ese momento el horizonte al que parecía resignarse era el de pelear para no quedar fuera del balotaje. Massa modificó esas expectativas al unir su función de ministro de Economía con la postulación presidencial.

En algunos casos con tono de elogio y en muchos otros como sarcasmo cuestionador, a Massa lo comparan con un mago: "Saca conejos de la galera" o "engaña con ilusiones". Es probable que el ministro de Economía y candidato presidencial sea merecedor de esa caracterización.

Aunque después de anunciar reiteradamente la inminencia del acuerdo con el FMI que permitiría al país cubrir obligaciones y fortalecer sus decaídas reservas los críticos comentaron con ironía que sus trucos se estaban agotando, el Fondo anunció oficialmente que se había suscripto el Staff Level Agreement que gatillará este mes aportes por 7.500 millones de dólares.

Massa había producido diez días atrás otro pase mágico: almorzó en el comedor central del predio de la Sociedad Rural, en pleno desarrollo de la exposición anual, rodeado por la cúpula de la entidad, y allí fue tratado cordialmente por sus anfitriones, que no dejaron de señalar sus reparos a la marcha de la economía.

Esa reunión, que algunos definieron como casi milagrosa (un ministro de Economía peronista en funciones - para más: candidato presidencial de su fuerza política- huésped bienvenido en el ámbito que libró la batalla del campo de 2008 contra el kirchnerismo), fue objetada tanto en círculos del oficialismo como en las usinas opositoras más recalcitrantes.

Parece evidente que para buena parte de los dirigentes rurales (como para líderes empresarios de otras actividades) la idea de que Massa es lo mismo que el kirchnerismo no se ajusta cabalmente a los hechos.

Por el momento ese programa de Massa consiste en evitar males mayores, mantener la economía en movimiento, esperando que el desarrollo del proceso político le abra el panorama y, paso a paso (o, si se quiere, truco a truco) le sume respaldos y grados de libertad. Trabajo de mago.

Sería demasiado ilusionismo imaginar que, si hasta ahora no se ha podido, en los tramos que restan hasta el cambio de gobierno se encuentre alguna solución de fondo a los problemas de la inflación o la brecha cambiaria. Massa no tiene esa ilusión y los principales actores de la economía tampoco. Se espera de él que siga maniobrando y emparchando para que el tránsito de un ciclo gubernamental a otro no incluya ningún estallido.

El candidato Massa necesita que el ministro Massa pueda cumplir esa plomería de emergencia que todos le agradecen sin perjudicar (y hasta estimulando) a los sectores que componen el electorado real y potencial sobre el que el candidato construye, contra buena parte de los pronósticos, su esperanza presidencial.

Massa, más allá su candidatura (o, si se quiere, a través de ella y, sobre todo, a partir de haber tomado el hierro hirviente de la economía en medio de las dificultades) está erigiendo un protagonismo decisivo en un instante en que el peronismo se topa con tensiones de desarticulación que acompañan el ocaso del ciclo kirchnerista.

Liderazgo en disputa

En la otra gran coalición, Juntos por el Cambio, el liderazgo está en disputa. Mauricio Macri abdicó su preeminencia sin capacidad de designar un depositario de su herencia. El prefiere a Patricia Bullrich, sobre todo porque comprende que Horacio Rodríguez Larreta no quiere ser heredero, sino que se quiere coronar con autonomía. Macri lo sospecha como "parricida".

La lucha por la sucesión hasta ahora viene encarnizada, apenas suavizada por leves gestos de diálogo.

El 23 de julio hubo en la capital cordobesa una concentración de altos mandos de la coalición opositora: desde gobernadores en funciones hasta candidatos de varias provincias y, hecho excepcional, los dos precandidatos presidenciales, asistieron Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, que no suelen compartir espacios.

Llegaron convocados por el presentimiento de que al final de esa jornada, Rodrigo de Loredo, el candidato de Juntos por el Cambio, le daría a la coalición un triunfo de peso en la última elección importante previa a las PASO, le permitiría recuperar el gobierno de la ciudad más importante de la provincia y que ese acontecimiento ofrecería un óptimo escenario para "la foto de la unidad", un festejo compartido en el que Larreta, Bullrich y sus respectivas familias políticas regresaran al camino de sensatez y concordia que les reclama el círculo rojo y prescriben sus "tifosi" mediáticos.

Pero Rodrigo de Loredo perdió por siete puntos. La famosa foto de la unidad se hizo, pero testimonió amargura y reticencia. Recién este último domingo, con el ajustado triunfo de Ignacio Torres en Chubut, los dos precandidatos pudieron actuar una foto amistosa y celebrar juntos un triunfo.

Aquella elección cordobesa había dejado mucha tela para cortar desde la perspectiva del proceso más hondo de cambio de ciclo y reconfiguración del sistema político. Con los triunfos de Martín Llaryora a la gobernación y Daniel Passerini en la capital provincial, el peronismo de Córdoba ha exhibido un proceso que en muchos sentidos es excepcional: está produciendo armónicamente un relevo de liderazgos y un "trasvasamiento generacional".

En un paisaje interno del peronismo en el que se han desdibujado algunas figuras del interior que se proyectaban ambiciosamente y donde se procesa el ocaso del ciclo kirchnerista, el cordobesismo que superó victoriosamente el desafío de las urnas y concreta la transición generacional de liderazgos seguramente tendrá algo que decir en el paisaje poselectoral y en el proceso de reconfiguración del sistema político.

La unidad que la oposición quiso y no pudo concelebrar en Córdoba pareció alejarse de allí en adelante, salvo el paréntesis fotográfico del último domingo en Chubut.

No hay tampoco acuerdo sobre el tema de si la noche de las PASO los precandidatos esperarán los resultados en un búnker común o si harán rancho aparte. Larreta promueve la primera opción, mientras Bullrich se resiste. Es una discusión menor, pero una metáfora que alude a un problema mayor: la oposición no reconoce por ahora un domicilio común. Busca una autoridad y, por esa vía, un rumbo.

La impugnación pasiva del abstencionismo y el descontento que mal o bien reflejan las encuestas indican que la política tiene que encontrar rumbo y liderazgo para satisfacer a la sociedad y para superar la inercia que impide el crecimiento.

Hay una transición política en marcha de la que por ahora lo nuevo apenas se anuncia, mientras lo que sobresale es la descomposición y disgregación de lo viejo.

 

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