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Ciegos ante la geopolítica

Jueves, 08 de febrero de 2024 02:14

En un reciente artículo escrito en el New York Times, el influyente analista internacional Thomas Friedman advierte sobre una pugna geopolítica que se está desarrollando y en la cual, los conflictos en Ucrania y en Palestina son componentes relevantes y conexos. En palabras de Friedman: "Reflejan una lucha geopolítica titánica entre dos redes opuestas de naciones y actores no estatales sobre qué valores e intereses dominarán nuestro mundo posterior a la guerra fría".

Para Friedman hay dos bandos en pugna: uno de resistencia y otro de inclusión. El de inclusión es el liderado por EEUU e Israel; el primero apoyando el alineamiento de Ucrania con Occidente y el segundo buscando un acuerdo con Arabia Saudita como puerta para el ingreso a Medio Oriente, sin hacer concesiones en torno a Palestina. El bando de la resistencia está conformado en el primer caso por Rusia y en el segundo por Irán y Hamas. Ese planteo, de manera implícita, exige al resto de los actores definirse por uno de los dos bandos. En ese marco, China (y parte del sur global) están en una posición oscilante, ya que "sus corazones, y a menudo sus bolsillos, están con los resistentes, pero sus cabezas están con los incluyentes".

Resulta curioso el lugar en que ubica a China, como un Estado que apoya de manera "pasiva" a los resistentes, pues, descripto así, se acerca mucho a la noción de un Estado pivote que se debate sobre el lugar a ocupar en el mundo y entre consolidar su domino local o asumir uno global. Claramente China es hoy una potencia global y, más allá de sus actuales problemas internos, posee una meta clara y anunciada: desplazar a EEUU del liderazgo mundial para 2049, cuando se celebre el centenario de la Revolución China que desplazó a Chiang Kai-shek del poder y a confinó a los nacionalistas hacia la isla de Formosa (Taiwán).

En rigor, el gigante asiático es el gran beneficiado del actual escenario bélico global, pues mientras EEUU se desgasta en dos frentes, China puede desarrollar su propia estrategia geopolítica, que ya no es únicamente regional. El proyecto de la nueva ruta de la seda; sus inversiones en América Latina; su penetración en África; su comercio con la Unión Europea y sus reivindicaciones sobre el Mar de la China (o del Japón) son una muestra clara de que el tablero mundial es más complejo de lo que Thomas Friedman describe y más incierto todavía.

El debate

No obstante, el artículo del analista tiene el valor de traer a la geopolítica al centro del debate, obliga a agudizar la mirada y a pensar estratégicamente en el largo plazo. Tras cierta parálisis hacia finales de la guerra fría, los estudios de geopolítica como disciplina resurgieron con gran impulso a principios de siglo en el marco de la anárquica y espasmódica reconfiguración del orden mundial. Ciertamente, hay muchas voces que han advertido sobre su importancia, como la de Gustavo Barbarán, quien ha insistido sobre el tema en diversos medios, El Tribuno entre ellos.

Ahora bien, no parece suceder lo mismo con la dirigencia política argentina en general. ¿Estará prestando atención a estos escenarios? ¿Está debatiendo y delineando estratégicamente cómo actuar frente a ellos?

Es lógico que en medio de la coyuntura y la urgencia focalicen su atención a cuestiones domésticas que afectan el diario vivir, pero no es sensato que por ello se desatienda el futuro. Las grandes potencias siempre tienen una concepción geopolítica detrás de sus acciones en materia local, regional e internacional. Argentina supo tenerla en algún momento de su historia; es imprescindible que lo vuelva a hacer.

 

 

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