¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

14°
2 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Tras el conflicto en Gaza se proyecta la amenaza de un Irán nuclear

Domingo, 10 de marzo de 2024 02:06

Desde el inicio de la guerra de Israel con la organización terrorista Hamas, el gobierno de Irán se ha mostrado triunfalista: "La derrota del régimen sionista en este evento no es solo la derrota del régimen sionista sino también es la derrota de los Estados Unidos", afirmó el Líder Supremo iraní Ali Khamenei.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Desde el inicio de la guerra de Israel con la organización terrorista Hamas, el gobierno de Irán se ha mostrado triunfalista: "La derrota del régimen sionista en este evento no es solo la derrota del régimen sionista sino también es la derrota de los Estados Unidos", afirmó el Líder Supremo iraní Ali Khamenei.

El presidente iraní Ebrahim Raisi presumió que los enemigos de su país "pueden ver el poder de Irán y todo el mundo conocer su fuerza y capacidades". Pocos días más tarde un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán declaró que la llamada "alianza de resistencia" -la red de socios y proxies respaldada por Irán en la región-, es más "coherente, resistente y unida que nunca".

Cuando Israel inició su campaña en Gaza luego del ataque del 7 de octubre, Teherán se presentó como el adalid de la defensa de una revitalizada causa palestina, fortaleciendo su reputación en Medio Oriente. En contraste, la reputación de Israel comenzó a caer a gran velocidad a medida que la guerra convertía a Gaza en una catástrofe humanitaria dantesca. También afectó la reputación de los países que apoyan a Israel, desnudando una doble vara cuando estos juzgan los crímenes de guerra rusos en Ucrania.

Para Irán, el ataque fue una forma de victoria y es fácil entender por qué Teherán busca mostrarse eufórico. Teherán ha sido durante mucho tiempo objeto de operaciones encubiertas israelíes que sabotearon instalaciones nucleares y militares de Irán; que incluyeron el asesinato de destacados científicos nucleares y de comandantes militares iraníes. Ahora la guerra ha atrapado a su principal enemigo regional -Israel- en un conflicto prolongado e insostenible; en especial si este se abriera en múltiples frentes de batalla, de manera simultánea.

Sin embargo, para Teherán, el conflicto podría no ser la victoria clara que pretende seguir publicitando.

La disuasión

Irán -que desea ser una potencia dominante en Medio Oriente- parece no poder abrir frentes importantes directos ni contra Israel ni contra Estados Unidos. El ataque de Hamas a Israel podría haber sido, en teoría, el momento de atacar de Irán; un momento en el que hubiera tenido la oportunidad de desplegar sus capacidades y cambiar el orden político de Medio Oriente. Hezbollah, su aliado más fuerte, lanzó misiles a Israel pero no pudo provocar una guerra total en la frontera norte del país; y los hutíes en Yemen - también respaldados por Irán - han atacado a Israel con sus misiles y drones sin la fuerza necesaria como para echar a Israel de Gaza.

La disuasión es en parte un juego mental en el que los adversarios deben temer no solo las capacidades de un Estado, sino también su férrea voluntad de usar esas capacidades en pos de su objetivo. La renuencia de Irán a sacrificar parte de su red en pos de salvar a Hamas podría ser, por lo tanto, un indicio de que el país no es el cerebro y el gigante capaz de desestabilizar a la región que pretende ser.

El mensaje parece claro: Irán puede causar mucho daño y caos, pero no es todo lo fuerte que pretende mostrar como para emprender un ataque ofensivo directo definitivo. Irán puede enfrascar a sus aliados en una guerra de guerrillas, pero no puede engarzarse en una guerra directa y, mucho menos, frontal contra Israel y Estados Unidos.

Mucho peor. Parece, incluso, que necesita de esos aliados regionales y red de proxies para poder defender su propio territorio y que por eso no puede sacrificarlos. Así, a pesar de todas las bravuconadas y las expresiones triunfalistas, el conflicto lo está mostrando como un actor más débil que fuerte que podría agudizar su propio sentido de vulnerabilidad, tanto hacia dentro como hacia fuera del país. Si ese fuera el caso, Teherán podría querer redoblar sus esfuerzos por obtener el último elemento disuasorio que viene persiguiendo desde hace décadas; un arsenal nuclear propio.

Hacerlo tendría riesgos, por supuesto, pero, en su percepción, podría darle a Irán la misma inmunidad que ostentan Corea del Norte y Rusia y con la cual desafían a Occidente con impunidad. Un Irán con poderío nuclear podría desestabilizar el precario equilibrio de toda la región y volverlo más audaz en sus acciones en Medio Oriente; imaginando que las represalias en su contra serían limitadas si sus enemigos no buscaran provocar el Armagedón en uno de los lugares más volátiles y ricos del planeta. Un Irán nuclear debería ser nuestra peor pesadilla y algo que todo Occidente debe buscar cómo evitar.

Jugando con fuego

Después de que el presidente de EEUU, Joe Biden, asumiera el cargo en 2021, Irán y Estados Unidos habían comenzado negociaciones indirectas con la esperanza de reducir tensiones regionales, aliviar sanciones estadounidenses y limitar el programa nuclear iraní. Aunque las conversaciones no lograron restaurar el acuerdo nuclear de 2015, para 2023 parecían haber alcanzado cierta suerte de entendimiento provisional que, al menos, había logrado ralentizar la carrera nuclear iraní.

Las milicias respaldadas por Irán detuvieron los ataques contra las fuerzas estadounidenses en Irak y Siria, y Teherán redujo su enriquecimiento de alto nivel por primera vez desde 2021. A cambio, Estados Unidos liberó algunos fondos iraníes congelados. Ambas partes intercambiaron prisioneros en septiembre de 2023. Basándose en ese progreso, se suponía que Irán y Estados Unidos volverían a una mesa de negociaciones el 18 de octubre en Omán, donde iniciarían conversaciones más amplias. Sin embargo, esa pequeña ventana de oportunidad se cerró en el momento en que los terroristas de Hamás atacaron el territorio israelí. Con Estados Unidos ingresando a un año electoral y el régimen iraní ahora implicado en dos guerras contra aliados de EEUU -Israel y Ucrania-, no parece haber perspectivas reales de un compromiso diplomático serio.

La ruptura no podía ocurrir en peor momento. Informes de inteligencia afirman que Irán se encuentra en una posición cada vez más cercana de la capacidad de producir armamento nuclear. Según estos reportes, Irán podría producir suficiente material nuclear altamente enriquecido para un arsenal de cuatro a cinco cabezas nucleares en el término de meses. Y, en apenas otros pocos meses más podría estar en capacidad de entregar una bomba operativa.

El momento exacto es difícil de predecir, en parte porque el organismo de control nuclear de las Naciones Unidas no puede supervisar el programa nuclear de Teherán al tiempo que es sabido que Irán no cumple con las medidas de transparencia del ahora extinto acuerdo nuclear. Como resultado, Teherán podría estar desviando toda su producción de uranio enriquecido a instalaciones clandestinas sin que esto sea advertido. Si Teherán dispersara su uranio altamente enriquecido a instalaciones secretas para un enriquecimiento adicional y la fabricación de armas, Estados Unidos tendría que bombardear todo el país o intentar un cambio de régimen, ya sea por invasión o por medio de una revuelta interna; si buscara frenar la carrera nuclear iraní por otros medios que no sean la diplomacia.

Ninguna de estas opciones es posible. Irán tiene una población casi el doble del tamaño de la de Irak, una extensión territorial casi cuatro veces mayor y un ejército más poderoso. El infierno desatado sería inimaginable y las consecuencias humanitarias de una campaña de bombardeos prolongada en todo su territorio o el de una invasión, algo imposibles de calcular. Y eso si estas expediciones no terminaran siendo el fracaso estrepitoso en las que han terminado todas ellas, desde las campañas en Irak hasta la de Afganistán.

Eso deja a Estados Unidos con una única opción real: la diplomacia. Es lo único que ha frenado el programa nuclear de Irán en el pasado, y es lo único que tendría alguna posibilidad de hacerlo hoy. A pesar de todas las condiciones -reales e imaginarias- en contra. "Diplomacia, diplomacia, diplomacia, esto es lo que necesitamos" en Irán, declaró Rafael Grossi, el argentino director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. "Necesitamos evitar que la situación se deteriore a un grado tal que sea no sea posible recuperarla".

Reiniciar las conversaciones no sería algo fácil de lograr en las principales capitales occidentales, donde Irán es uno de los países más vilipendiados del mundo de las últimas décadas. Tampoco es una idea fácil de vender dentro del propio Teherán; donde sus jerarcas se vuelven cada día más desconfiados, inseguros y radicalizados.

Pero un Irán atómico podría hacer que la región -de por sí volátil-, se torne explosiva, y aunque las probabilidades sean casi todas en contra; Occidente debe buscar la forma de que Teherán entienda que tiene más para ganar utilizando su programa nuclear como una baza seria e importante en una mesa de negociaciones; antes que como una ventaja táctica en un eventual campo de batalla que nadie puede anticipar cómo podría resultar.

Como decía un lema antinuclear de la década de 1970: "Mejor activo hoy que radioactivo mañana". Diplomacia, diplomacia, y más diplomacia; eso es lo que se necesita en Irán.

 

 

PUBLICIDAD