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Los cien días de Milei ¿Hay un plan?

El presidente marca agenda, pero con solo planes de ajuste, de decrecimiento y de desconstrucción no llegarán buenos resultados. Una visión sesgada y dogmática reproduce el pasado reciente que la gente castigó,
Viernes, 15 de marzo de 2024 00:00

A punto de llegar a los primeros cien días de gestión del presidente Javier Milei, es necesario repasar la historia reciente para entender de qué manera encara su gobierno y cuáles son los puntos fuertes, como también los que más debilitan a su proyecto político. Repasar lo que está pasando en el país no es para hacer futurología o para analizar de manera completa todo lo que ocurrió en los diferentes estratos de este debate. Analizar la historia reciente es importante porque de ahí partimos a entender una gestión que tiene 4 años por delante, que ha prometido un cambio drástico en el país y que tiene los mismos desafíos que hubiese tenido cualquier otro gobierno. Entender la visión de un presidente que es radicalmente diferente a cualquier otro momento de la política y del país, es clave porque hay pocos indicios de que cambie. También nos sirve para, por lo menos, hacer una pequeña evaluación de lo que ha sucedido. No es lo mismo hacer una evaluación dentro de un plano general de lo que se propone en campaña, que verlo en datos, que verlo en momentos, que verlo en sucesos y que verlo en acción. En la Argentina hemos visto muchas clases de gobierno. Estamos aquí ante el último experimento político.

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A punto de llegar a los primeros cien días de gestión del presidente Javier Milei, es necesario repasar la historia reciente para entender de qué manera encara su gobierno y cuáles son los puntos fuertes, como también los que más debilitan a su proyecto político. Repasar lo que está pasando en el país no es para hacer futurología o para analizar de manera completa todo lo que ocurrió en los diferentes estratos de este debate. Analizar la historia reciente es importante porque de ahí partimos a entender una gestión que tiene 4 años por delante, que ha prometido un cambio drástico en el país y que tiene los mismos desafíos que hubiese tenido cualquier otro gobierno. Entender la visión de un presidente que es radicalmente diferente a cualquier otro momento de la política y del país, es clave porque hay pocos indicios de que cambie. También nos sirve para, por lo menos, hacer una pequeña evaluación de lo que ha sucedido. No es lo mismo hacer una evaluación dentro de un plano general de lo que se propone en campaña, que verlo en datos, que verlo en momentos, que verlo en sucesos y que verlo en acción. En la Argentina hemos visto muchas clases de gobierno. Estamos aquí ante el último experimento político.

El primer momento del gobierno de Javier Milei empezó con una devaluación y un ajuste financiero y monetario de magnitudes nunca vistas antes en la Argentina. Esto derivó a que la moneda nacional perdiera su valor en cuanto a niveles de mercado, pero también en salarios y en los precios que hoy regulan a la economía. El primer momento económico vino de la mano del mega DNU 70/2023, que fue y es hoy por hoy, la manera más fácil de interpretar las prioridades de este gobierno. El mega decreto, todavía vigente, tiene tantos capítulos como leyes que deberían pasar por el Congreso para reformular las normas económicas y sectoriales que hacen a la integridad del país. Lo que hoy discute la bicameral no un tratamiento legislativo normal, sino el aprovechamiento de un instrumento de crisis para saltar un debate necesario. El debate debería ser sobre si las esperanzas del presidente de ver un sistema capitalista totalmente regulado por el mercado, dejando en manos de lo privado tanto lo que hoy es público, es realmente correspondido con lo que desea la sociedad. Claro, tal debate también arriesgaría cuestionar la idea anarcocapitalista del presidente que entiende al Estado como un estorbo, como una asociación ilícita y sus funciones como la razón que previene un crecimiento económico superior del país.

Tomando iniciativa política, el presidente también envió al Congreso en sesiones prorrogadas, una mega ley ómnibus para asentar el crecimiento argentino debajo de una lógica anarcocapitalista. Ni siquiera con dos meses de gobierno, la ley fue rechaza desnudando la impericia política del ejecutivo y de su partido legislativo. La distancia entre la derrota y ser un mal perdedor es breve. Al ver que su ley de bases no prosperaba, el presidente no pudo contener su ira ni la realidad política parlamentaria, abriendo un enfoque de batalla contra todo el arco político. Los gobernadores, legisladores, los artistas, empleados estatales, sindicatos y hasta bots en X, fueron el blanco de un presidente decidido a culpar a los demás la impericia propia. Ganar una elección no brinda legitimidad perpetua. Es, justamente, en la gestión, que esa legitimidad se construye, aumenta y se termina usando para tramites legislativos. En un contexto de fracaso legislativo y verborragia oficial, el Gobierno termina llamando a un 'pacto de mayo' en la apertura de las sesiones legislativas ordinarias.

El llamado 'pacto de mayo' es una trampa para llegar con tiempo a un momento del año donde sea posible que las variables económicas hagan a la dolarización o la competencia de monedas una realidad. Bajar el déficit a través de una recesión inducida es una manera concreta de menguar la inflación y cortar la presión sobre el tipo de cambio. Pero no es una forma sustentable en el tiempo para demostrar crecimiento. Ajustar para saldar un déficit no es sentar las fundaciones para hacer que la economía crezca con la acción de la inversión y de la participación de la población dentro de un mercado que consume, que genera, que lidera y que sus empresas son las que crean la riqueza, como también coordinan a otras fuerzas necesarias, como el trabajo registrado y mejores salarios. Los primeros 100 días demuestran que, con lo fallido en lo legislativo, lo difícil en lo Ejecutivo y el párate económico, al presidente no le queda mucho margen para mostrar resultados. Los resultados esperables dentro de su campaña presidencial eran una baja drástica de la inflación, que hoy sigue estando en dos dígitos, era una recuperación económica, o por lo menos una expectativa de recuperación, y una presencia abrumadora del sector privado por sobre lo público. Era también el fin de la casta política, que como vemos 100 días después, tiene una resiliencia importante y amparo de La Libertad Avanza. El presidente, por lo tanto, en sus primeros 100 días, ha marcado agenda, ha demostrado un poder de comunicación muy grande, ha sido el actor principal en los debates políticos, pero no ha mostrado un plan a futuro de lo que es sustentable dentro del contexto político argentino. Al no tener mayoría en el Congreso, al no tener gobernadores propios y al descartar una alianza con el partido de Mauricio Macri, es muy difícil entender cómo un plan de ajuste, como un plan de decrecimiento y como un plan de desconstrucción del Estado, pueden llegar a buenos resultados.

Tampoco vemos como el presidente puede gobernar en plenitud cuando su propio esquema interno le sube el sueldo sin que sepa.

Cuando nos referimos a gobernar en plenitud, lo sintetizamos como una forma de conciliar entre los actores políticos las formas en que la Argentina debe cambiar. La Argentina debe cambiar en muchísimos aspectos, pero hacerlo desde una visión sesgada, una versión única y dogmática de la economía, lo único que hace es repetir el mismo patrón de conducta de un pasado reciente que la gente votó en contra.

El presidente tiene tiempo de apertura y en estos primeros meses, aunque haya demostrado lo opuesto, todavía puede encontrar formas de conciliar entre los factores más importantes para mostrar un rumbo mucho más certero. Un rumbo donde, dentro de una economía más organizada y aunque sea una economía totalmente de mercado, haya expectativas claras en cuanto a las variables económicas dentro de una ecuación donde el Estado puede apoyar a los sectores que más necesitan. Cuidar a los indefensos y los que más necesitan del Estado es algo que el mismísimo Fondo Monetario Internacional ha pedido. El mismo organismo al cual la Argentina le debe el préstamo más grande de su historia y el justificante de las acciones económicas y sociales de este gobierno. Pretender gobernar con el mercado no es suficiente. Tampoco lo es cuando la agenda principal pasa por la batalla cultural, recurre a los enfrentamientos sectoriales, las puestas en escena y los insultos. El riesgo de crear tensión como efecto político es que al desmadrarse puede resultar en violencia. La Argentina necesita cuidar su convivencia democrática y apuntalar las instituciones de gobierno porque gobierne quien gobierne, estas son las únicas que perduran. Si en 100 días el presidente no puede mostrar resultados sustentables en el tiempo, ¿podrá en 200?

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