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Giorgia Meloni apuesta a la concentración de poder

Martes, 05 de marzo de 2024 01:54

Los resultados de las elecciones locales de Cerdeña, un tradicional bastión conservador en las que ganó la gobernación un candidato de la oposición centroizquierdista, marcaron el primer revés político de la primera ministra italiana Giorgia Meloni, quien en sus primeros dieciséis meses de gestión conserva un elevado índice de popularidad que le había permitido ganar en todas las elecciones regionales celebradas durante su mandato. Meloni resolvió empero redoblar la apuesta y se apresta a encabezar la lista de su partido en las elecciones para el Parlamento Europeo convocadas para junio. Desde allí intentará posicionarse como líder del conservadurismo europeo y figura estelar de la "Internacional de la Nueva Derecha" y en el caso - harto probable - que Donald Trump resulte victorioso en la elección presidencial de noviembre y regrese a la Casa Blanca tratará también de erigirse en la principal interlocutora europea de Estados Unidos. Mientras tanto, intenta avanzar en su proyecto de reforma constitucional, que modificaría de raíz el sistema político de la República Italiana nacida en 1948.

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Los resultados de las elecciones locales de Cerdeña, un tradicional bastión conservador en las que ganó la gobernación un candidato de la oposición centroizquierdista, marcaron el primer revés político de la primera ministra italiana Giorgia Meloni, quien en sus primeros dieciséis meses de gestión conserva un elevado índice de popularidad que le había permitido ganar en todas las elecciones regionales celebradas durante su mandato. Meloni resolvió empero redoblar la apuesta y se apresta a encabezar la lista de su partido en las elecciones para el Parlamento Europeo convocadas para junio. Desde allí intentará posicionarse como líder del conservadurismo europeo y figura estelar de la "Internacional de la Nueva Derecha" y en el caso - harto probable - que Donald Trump resulte victorioso en la elección presidencial de noviembre y regrese a la Casa Blanca tratará también de erigirse en la principal interlocutora europea de Estados Unidos. Mientras tanto, intenta avanzar en su proyecto de reforma constitucional, que modificaría de raíz el sistema político de la República Italiana nacida en 1948.

El perfil de la dirigente

Meloni tiene una trayectoria política singular. A los quince años militaba ya en el Frente de la Juventud, el ala juvenil del neofascista Movimiento Social Italiano (MSI), creado en 1946 por Giorgio Almirante. Luego lideró Acción Estudiantil, vinculada a la Alianza Nacional, el partido que sucedió al MSI. En 1998 fue elegida diputada provincial por Roma y en 2006 fue electa diputada nacional. Después fue también ministra de la Juventud del gobierno del magnate derechista Silvio Berlusconi. En 2014 asumió la conducción de Hermanos de Italia, corriente conservadora nacionalista nacida en 2012 y desde 2020 preside el Partido Conservador y Reformista Europeo, que nuclea un variopinto conjunto de fuerzas conservadoras y euroescépticas del viejo continente.

La imagen pública de Meloni estuvo siempre contaminada por el debate sobre el fascismo y la figura de Benito Mussolini, a quien describe como una "personalidad multifacética" y se negó sistemáticamente a condenar, con el argumento de que "somos todos hijos de la historia, de toda nuestra historia. El camino que recorrimos es complejo, mucho más complejo que lo que muchos quieren contar". A pesar de que en su etapa de ascenso solía quejarse de que "en dos de cada tres debates por televisión termino hablando de historia y no de política actual", lo cierto es que ese "revisionismo histórico" disruptivo y contrario al "progresismo cultural" y al pensamiento "políticamente correcto" predominantes en la Italia de posguerra catapultó su figura a escala nacional.

En septiembre de 2020 Meloni encabezó una coalición derechista en la que Hermanos de Italia fue acompañado por Forza Italia (el partido del fallecido Berlusconi) y por la Liga Nacional de Matteo Salvini, una formación derechista que en su etapa inicial, con el nombre de Liga del Norte, defendió el separatismo de la región septentrional de la península itálica, que es económicamente la más próspera, pero que después mutó hacia una postura "federalista", que postula una fuerte descentralización política para otorgar máxima autonomía administrativa a las regiones, y pasó a ser parte activa del conglomerado de derecha. La plataforma de la coalición incluye el rechazo al aborto y al matrimonio igualitario, el aumento de la ayuda social a las familias, una fuerte rebaja de impuestos, el freno a la inmigración ilegal, la renegociación de los tratados con la Unión Europea y la drástica reducción de la burocracia de la Unión Europea.

Una vez en el gobierno, Meloni resolvió con firmeza uno de los puntos oscuros de la coalición, en la que sus dos principales aliados, Berlusconi y Salvini eran acusados por sus simpatías hacia la Rusia de Vladimir Putin. La prensa italiana puso el acento en las conexiones de ambos dirigentes con personajes del Kremlin. En el manifiesto fundacional de sus rivales de la alianza de centroizquierda se definió la contienda "como una elección entre una Italia parte de Europa o una Italia aliada con Putin". Nada de esto sucedió: Meloni condenó enérgicamente la invasión rusa a Ucrania y ratificó el alineamiento de Italia con Occidente y su compromiso con la OTAN.

¿Adiós al parlamentarismo?

En su programa de gobierno Meloni planteó una ley constitucional que significaría la abolición del régimen parlamentario imperante en Italia desde la finalización de la segunda guerra mundial y su reemplazo por un sistema presidencialista cuya implantación constituiría una rareza inédita en Europa Occidental, donde el único antecedente de ese tipo es la Quinta República francesa, establecida en 1958 con el advenimiento de Charles De Gaulle. Esa idea de un "gobierno fuerte", que esté por encima de los partidos, es extraordinariamente atractiva para la opinión pública de un país que en los últimos 75 años vio desfilar infinidad de gabinetes.

Esa propuesta de reforma constitucional tiene cinco puntos básicos. El primero es la elección directa del primer ministro, hasta ahora designado por el Parlamento. El segundo es el otorgamiento del 55% de los escaños parlamentarios a la fuerza política que obtenga el primer lugar en las elecciones, a fin de permitirle una amplia libertad de acción al gobierno electo. El tercero es la fijación de un mandato fijo de cinco años, para evitar la incertidumbre provocada por los gobiernos caídos por un voto de rechazo del Parlamento. El cuarto es una cláusula especial para evitar los "gobiernos técnicos" integrados por personalidades extrapartidarias, un recurso a veces utilizado para momentos de crisis, y que establece que en caso de vacancia el primer ministro sólo puede ser reemplazado por otro miembro del Parlamento para "seguir la dirección política y el programa del primer ministro saliente". El quinto es la eliminación de la institución de los senadores vitalicios.

Demás está decir que una iniciativa semejante despertó la encarnizada reacción de las dos principales fuerzas de oposición, que advierten que ese nuevo diseño institucional posibilitaría el establecimiento de un régimen autoritario propio de las denominadas "democracias iliberales". Para fundar ese rechazo, el Partido Democrático (PD) de Elly Schlein y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) de Giuseppe Conte tienen que modificar ciertas posturas anteriores. Durante el gobierno centro- izquierdista de Matteo Renzi el PD impulsó el "Italicum", una reforma que pretendía fortalecer el Poder Ejecutivo y asignar un rol secundario al Senado. Por su parte, el M5S capitaneó en el Parlamento una reforma que redujo la representación parlamentaria en doscientos escaños. Ambos proyectos reformistas estaban basados precisamente en un cuestionamiento a los mecanismos de obstrucción parlamentaria que denuncia ahora Meloni.

La coalición conservadora no tiene empero la mayoría parlamentaria suficiente (dos tercios de ambas cámaras) para reformar la constitución. Para avanzar en esa dirección, el proyecto de reforma tendría entonces que ser sometido a una consulta popular, tal cual sucedió en 2016 con la iniciativa de Renzi, que resultó rechazada por el 59% de los votos emitidos y motivó la renuncia del primer ministro. Para la oposición, un referéndum podría constituir una oportunidad para dañar al gobierno de Meloni. Por las dudas, la primera ministra abrió el paraguas y aclaró que en esa instancia mantendría una actitud neutral y que no renunciaría a su cargo en el caso de perder el referéndum.

A pesar del resultado adverso en la elección local de Cerdeña, que la oposición interpretó como el fin de la "luna de miel" del electorado con Meloni, las encuestas consignan que la primera ministra cuenta todavía con viento a favor en la opinión pública. Si aprieta el acelerador es posible que su mandato termine siendo recordado como la etapa fundacional de la "Segunda República".

* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico

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