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El sueño de una monarquía y el interés de las elites

Javier Milei no oculta sus objetivos. Las ideas de Hans-Hermann Hoppe, a quien cita como "norte a seguir".
Martes, 16 de abril de 2024 21:57

La discusión política actual gira en derredor del análisis de nuevos actores en el escenario mundial, tales como, China, India y Rusia – entre otros – que emergen disputando la influencia geopolítica de EE. UU. y sus aliados en el mundo.

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La discusión política actual gira en derredor del análisis de nuevos actores en el escenario mundial, tales como, China, India y Rusia – entre otros – que emergen disputando la influencia geopolítica de EE. UU. y sus aliados en el mundo.

Estos nuevos protagonistas cambian la lógica de la administración del poder y los métodos para gobernar, es decir, transitamos un cambio de época donde está en cuestión la democracia y el estado de bienestar que rige desde la posguerra, y la eficiencia del capitalismo.

En Argentina, a cuatro meses del nuevo gobierno, el cambio de escenario mundial influye en la política doméstica patrocinando la alineación sin cortapisas con EE. UU. y la implementación de un ajuste ortodoxo de la economía; en este contexto se desarrolla la disputa por los valores éticos y políticos del cambio epocal en la llamada "batalla cultural".

La batalla cultural

En la mentada batalla se disputa por significado y símbolos sociales, qué valores y creencias son legítimas. Además, cuáles expresiones sobre género, religión, historia, medios de comunicación son genuinas. Estamos en la "batalla cultural" que, a ojos vista, es la trama donde se define la política del gobierno en nuestro país.

En este cambio de época, ¿qué debatimos en la Argentina? ¿a qué le prestamos atención? ¿cuál es el futuro que avizoramos?

Una repuesta sería: le prestamos atención acerca de si son falsos o correctos los datos sobre el aumento o disminución de los precios de los alimentos; a discutir si es obligatorio que nuestros hijos asistan a la escuela o si es una traición cambiar de opinión sobre problemas de la coyuntura política. Puede ser.

Pero, estos no serían los temas por discutir si le prestamos atención a lo escrito y dicho por el presidente de la nación, en sus diarias declaraciones basadas en las ideas de Hayek, Von Mises, Rothbard o Hans-Hermann Hoppe. Ahí estaría el porvenir propuesto.

Esto no es una conjetura. En un reciente reportaje realizado por el periodista Alejandro Fantino, el presidente Javier Milei afirmó que las ideas de Hans-Hermann Hoppe "son el norte a seguir". Literalmente. Nos detenemos en este autor.

Democracia: ¿El dios que fracasó? (*)

Las ideas que animan a Hoppe son los argumentos de la "batalla cultural" en ciernes, autor del libro "Democracia: El dios que fracasó" critica al sistema democrático, afirmando que es la causa del declive de la civilización.

El autor del libro nombrado contrasta la democracia con la monarquía, reivindicando a esta última; ratificando que la redistribución de la riqueza afecta la propiedad privada. También, que la democracia afecta en forma negativa sobre la propiedad, libertad y civilización; auspiciando como solución a la ley privada y la descentralización.

Algunos párrafos, sin pretender ser exhaustivos, nos darán una aproximación a sus ideas. Así, la historia es "El resultado es la revisión sistemática de tres grandes mitos del siglo XX: a) la presunción de la bondad del proceso que, iniciado con la Revolución francesa, culminó después de la primera Guerra Mundial con la liquidación del principio monárquico; b) la presunción de que la forma de gobierno democrático constituye la fórmula óptima de gobierno y c), la presunción de la legitimidad de la forma política estatal."

Respecto al "crimen" que cometen los funcionarios estatales dice Hans-Hermann Hoppe: "La violación de los derechos de propiedad, así como el impacto que ello tiene sobre el proceso de civilización, puede ser de dos tipos. Puede adoptar la forma de las actividades criminales, incluyendo aquí la conducta negligente o la de la interferencia institucional o gubernamental."

Por otra parte, el autor trae a colación el fraude de los gobiernos afirmando que "El dinero del gobierno o la creación de «liquidez» artificial constituye también una expropiación fraudulenta de la propiedad privada, similar a las operaciones de una banda de falsificadores."

Afirma que es preferible un rey a un presidente, ya que "un gobernante democrático puede usar la administración en su beneficio personal, aunque no le pertenezca. No puede enajenar los recursos del Estado ni percibir el producto de esas ventas, tampoco transferir las posesiones del gobierno a su patrimonio personal. Dispone del uso corriente de los recursos del gobierno, pero no de su valor capitalizado. Un presidente no maximizará la riqueza total del gobierno -capital e ingreso corriente-, sino tan sólo este último, sin mayores miramientos y a expensas del capital, cosa que no haría un rey"

Ante la regla de la mayoría, base de la democracia liberal, dice "¿Qué podemos hacer ahora para contener el declive de nuestra civilización, abocada a una catástrofe económica y social?

Ante todo, hay que deslegitimar la idea de la democracia y la regla de la mayoría. En última instancia, las ideas, sean verdaderas o falsas, determinan el curso de la historia"

El autor reconoce que lo válido es el reconocimiento de la opinión pública a quien gobierna, ya que "si el poder de todo gobierno depende únicamente de la opinión y de la cooperación consentida, entonces, como explicaba el aventajado discípulo de Mises y maestro nuestro, Murray N. Rothbard, en su introducción al discurso de la Boetie del siglo XVI, cualquier gobierno puede ser derribado por el cambio de la opinión y el ejercicio del poder de la voluntad pura. «Pues sí la tiranía está basada en el consentimiento de la masa, el medio para derrocarla es simplemente que la masa le retire ese consentimiento» ".

Además, el autor está convencido de que la redistribución aumentará los pobres y las madres solteras; como así también, subvencionar a enfermos fingidos, neuróticos, enfermos de sida y deficientes mentales y físicos mediante un sistema de seguros obligatorios, producirá más de lo mismo.

Pero mejor que lo diga el autor: "Toda redistribución, con independencia del criterio en que esté basada, implica que se «toma» de los propietarios o productores originales (los «poseedores» de algo) y se «da» a quienes no son ni propietarios ni productores (los «desposeídos» de algo).

La nueva divinidad

La propiedad privada, entendida como un absoluto, se convierte en la nueva divinidad.

El incentivo para convertirse en el productor o el propietario de la cosa en cuestión se reduce, pero aumenta el estímulo para ser un no propietario o no productor. Si se subsidia a ciertos individuos porque son pobres se creará más pobreza. Subsidiar a la gente porque está desempleada, aumentará el desempleo. Subsidiar a las madres solteras con los impuestos provocará que haya más madres solteras, más hijos «ilegítimos» y más divorcios.

La prohibición del trabajo infantil transfiere renta de las familias con hijos a las personas sin hijos, pues la restricción legal impuesta a la oferta de trabajo aumenta los salarios. La tasa de natalidad descenderá.

Por otro lado, subvencionar la educación de los niños tendrá el efecto contrario, es decir, provocará la transferencia de renta desde las familias con pocos hijos o ninguno a las familias numerosas. Se elevará entonces la tasa de natalidad. Sin embargo, el valor de los hijos caerá nuevamente y el sistema de la seguridad social hará descender la tasa de natalidad, lo cual, añadido a la subvención de los jubilados (los viejos) con cargo a los impuestos que gravan a los perceptores actuales de un salario (los jóvenes), debilitará a la familia, vínculo intergeneracional entre padres, abuelos e hijos.

Los viejos ya no dependerán de la asistencia de sus hijos si no ahorraron para su vejez; los jóvenes (que apenas si han podido acumular riqueza) tendrán que mantener a los viejos (que, aunque pudieron acumular riqueza tal vez no lo hicieron). El afecto de padres e hijos se resentirá, aumentarán las familias rotas y desestructuradas y la acción de provisión -ahorro y formación de capital- caerá, aumentando al mismo tiempo el consumo. Subvencionar a enfermos fingidos, neuróticos, pródigos, alcohólicos, drogadictos, enfermos de sida y deficientes mentales y físicos mediante un sistema de seguros obligatorios, producirá más fingimiento de enfermedades, más neurosis, más prodigalidad, más alcoholismo, más drogadicción, más infecciones de sida y más retraso mental y físico."

Preguntas indiscretas

Entonces, reconociendo la honestidad intelectual del presidente de la Nación, al exponer sus ideas y los autores y las doctrinas que animan sus políticas; deberíamos reflexionar sobre cuáles son las preguntas que convendría hacernos como sociedad.

En este sentido, podríamos preguntarnos, por ejemplo, ¿en nuestra sociedad hay lugar para pobres, ancianos, discapacitados? ¿es preferible un monarca a un presidente? ¿es posible interpretar la historia del siglo XXl con argumentos anteriores a la revolución francesa? Porque como decía Oscar Wilde "las preguntas nunca son indiscretas, las respuestas, a veces, lo son".

(*) Hans-Hermann Hoppe, "Democracia, el dios que fracasó", Madrid, 2013, segunda edición. Editor: Unión Editorial.

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