El miércoles último, cuando el sol empezaba a bajar sobre los cerros de Vaqueros, la sala de adobe del Museo Histórico Municipal Molino de Piedra Hidráulico se llenó de vecinos, amigos, curiosos y amantes del arte. La excusa fue la inauguración de “Naturaleza”, la muestra de René Ochoa, un hombre sencillo, de manos curtidas por el trabajo y el tiempo, que cambió las chapas por los pinceles sin abandonar nunca sus raíces.
Apenas cruzaban la puerta del museo, ubicado en avenida San Martín 2176, los visitantes eran recibidos con empanadas fritas bien salteñas y un vasito de vinito local. Ese detalle, tan nuestro, terminó de cerrar el clima de un encuentro casi familiar, como en el patio de una casa de campo, con charlas y miradas detenidas frente a cada cuadro.
La muestra estará abierta hasta el miércoles 3 de diciembre y, además, este martes por la tarde, el propio artista estará pintando en vivo dentro del museo. Así lo adelantó Claudia Pastrana Méndez, de la Municipalidad de Vaqueros, quien destacó la importancia de que los vecinos puedan ver de cerca cómo trabaja Ochoa, cómo toma el pincel, cómo elige los colores y cómo va construyendo sus paisajes frente a los ojos de todos.
Don Oscar René Ochoa tiene 72 años y una historia que podría contarse sin apuro, mate de por medio. Es chapista de profesión, de esos que enderezaron más de un guardabarros y devolvieron brillo a muchos autos gastados por el tiempo. Pero desde chico tuvo otra pasión que lo acompañó siempre, la pintura. Autodidacta, curioso, inquieto, nunca dejó de dibujar, de manchar papeles y lienzos con escenas bucólicas, de la vida simple y de los paisajes que lo vieron crecer.
Criado en el campo, Ochoa vive en Las Vertientes, en la zona alta de Vaqueros, cerca del cementerio. Desde allí, rodeado de cerros, árboles y silencio, sigue retratando en sus obras la flora, la fauna y los escenarios donde transcurrieron sus días. La naturaleza no es un tema más en su pintura, es su mundo, su casa y, fundamentalmente, su memoria.
Sus cuadros, son una ventana directa a esa vida. Hay paisajes de quebradas, lagunas con reflejos tranquilos, atardeceres en tonos azules y rosados, animales en movimiento y rincones que muchos reconocen apenas los ven. Entre las obras se pueden encontrar títulos como El Campeón, El pescador en el remanso, La luna, Atardecer azul, La laguna, La laguna de las pavas, Los patitos de la laguna, Crepúsculo, Al galope, La casita de mis viejos, Messi y El 10.
Según explicó Claudia Pastrana Méndez, en cada pintura Ochoa logró eternizar lugares muy queridos por la comunidad, como Camino a los Yacones y zonas de la parte alta de Vaqueros. “Cuando miramos sus cuadros nos trasladamos a nuestra infancia, a nuestra juventud, nos despiertan recuerdos de momentos que marcaron nuestra vida”, expresó.
El propio artista contó tiempo atrás que, desde que se jubiló, tiene más tiempo para dedicarse de lleno a lo que ama. “Ahora que tengo un poco más de tiempo me estoy dedicando más a la pintura. Uso técnicas mixtas y me aboco a los paisajes, sobre todo a las zonas de quebradas y donde hay agua. De chico me gustaba andar por los arroyos y las lagunas, era cazador, caminaba mucho el campo”, relató con esa voz pausada de los hombres que no tienen apuro.
Ochoa también recordó que en algún momento pasó por Bellas Artes, aunque no terminó sus estudios. No lo dice con tristeza ni con reproche, sino con la naturalidad de quien reconoce su camino. “Me falta teoría, lo mío fue siempre más autodidacta”, admite. Hoy trabaja con acrílicos y óleos, aunque últimamente se inclina más por los acrílicos, por una cuestión de costos. “Los óleos están muy caros, pero igual yo solvento mi arte con el fruto de mi trabajo. Esto me llena de satisfacciones y espero que también le alegre el alma a los demás”, concluyó.
Y eso es quizás lo que más se ve en “Naturaleza”. No hay pretensiones, ni poses. Hay verdad, hay cariño por la tierra, memoria y hay un hombre que, pincel en mano, sigue contando su historia al ritmo de los colores de Vaqueros.